El cónclave para elegir al papa será el miércoles 7 de mayo

redacción AGENCIAS / ROMA

SOCIEDAD

Reunión de los cardenales
Reunión de los cardenales ZUMA vía Europa Press | EUROPAPRESS

La Capilla Sixtina permanece cerrada al público desde este lunes

28 abr 2025 . Actualizado a las 21:11 h.

El cónclave para elegir al nuevo papa será el miércoles el 7 de mayo. Así lo ha avanzado la agencia Reuters a partir de una fuente de alto nivel del Vaticano. La fecha se decidió durante una reunión a puerta cerrada de cardenales en el Vaticano, la primera después del funeral del papa Francisco. De momento no se conocen más detalles.

La Capilla Sixtina de Roma permanece cerrada al público desde este lunes 28 de abril para preparar la reunión de los cardenales que no solo elegirá al nuevo sucesor de Francisco, sino que también marcará el futuro de la Iglesia católica. Según han confirmado a Europa Press fuentes de los Museos Vaticanos, organismo responsable de la gestión de esta capilla del Palacio Apostólico, el espacio estará cerrado «por necesidades del cónclave», para el que aún no se ha desvelado la fecha de inicio, aunque varios cardenales han asegurado que se fijará este lunes. 

El cardenal italiano, Fernando Filoni, de 79 años, al igual que Matteo Zuppi, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y uno de los nombres que más suenan entre los papables, ya habían avanzado que hoy se decidiría la fecha. Casi todo apunta a que será el próximo 5 de mayo, aunque los purpurados que han hablado solo lo consideran «probable»

Desde el inicio del cónclave, los cardenales convocados se reunirán en la capilla bajo estrictas normas de secreto y en el tejado se instalará una chimenea desde donde podrá verse el humo que anuncie la elección del nuevo pontífice. Tras la muerte del papa Francisco, el Vaticano ha activado un protocolo muy definido para garantizar la continuidad del liderazgo de la Iglesia católica. Las reglas que rigen este periodo están recogidas en la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», promulgada por Juan Pablo II y modificada posteriormente por Benedicto XVI.

En el cónclave participarán todos los cardenales menores de 80 años. Hasta el momento 133.. La elección se realiza mediante votaciones secretas, dos por la mañana y dos por la tarde. Para que un candidato sea elegido debe obtener al menos dos tercios de los votos. Una vez alcanzada la mayoría, se le pregunta si acepta la elección y qué nombre desea tomar. Su «sí» convierte al elegido en el nuevo obispo de Roma.

Cuando se haya elegido papa, la fumata blanca anunciará al mundo el final del cónclave. Desde el balcón central de la Basílica de San Pedro, el cardenal protodiácono, Dominique Mamberti, proclamará en latín «Habemus Papam» y presentará al nuevo pontífice a los fieles.

La participación de Becciu, en el aire

«¡Secreto, secreto!» El cardenal Désiré Tsarahazana, arzobispo de Toamasina, en la isla de Madagascar, aprieta el paso y junta las manos sobre el pecho para justificar su silencio ante los periodistas que lo acosan cuando sale del Vaticano por la puerta del Santo Oficio. La pregunta que más recibe de los reporteros es acerca de si el italiano Giovanni Angelo Becciu, de 76 años, ha participado en las congregaciones generales (los encuentros de previos al cónclave).

El papa Francisco desposeyó de sus derechos cardenalicios en el 2020 a este purpurado tras verse envuelto en un escándalo financiero, por el que fue condenado en primer grado, aunque siempre defendió su inocencia, y pretende ahora participar en la elección del próximo obispo de Roma. Tampoco está cómodo cuando le hacen la misma pregunta el cardenal ecuatoriano Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil. «Seguramente habrá una respuesta sobre el tema, que yo desconozco totalmente», responde al ser preguntado acerca de si estaría de acuerdo con que Becciu formara parte de los purpurados de menos de 80 años que se encerrarán bajo llave en la Capilla Sixtina para votar al Papa número 267 de la historia.

La incómoda reacción ante el caso Becciu de Tsarahazana y de Cabrera, ambos electores y representantes de las Iglesias periféricas a las que Francisco dio mucho mayor espacio en el Colegio Cardenalicio, es representativa del asqueo que muchos purpurados sienten ante este escándalo, protagonizado por eclesiásticos italianos, mayoritarios en la curia romana. La Iglesia italiana lleva sin tener un papa de su país desde 1978, cuando falleció Juan Pablo I, y no ve la hora de recuperar el solio de Pedro tras los pontificados de un polaco (Juan Pablo II), un alemán (Benedicto XVI) y un argentino (Francisco). Esas aspiraciones pueden saltar por los aires debido al caso Becciu. Aunque cuando era sustituto de la Secretaría de Estado de la Santa Sede se vio envuelto en una ruinosa inversión inmobiliaria en Londres en la que se perdieron 130 millones de euros, este cardenal italiano pretende participar en el cónclave.

No está nada claro que vaya a poder hacerlo. El diario Domani desveló el pasado viernes que existen dos cartas firmadas por Francisco con su inicial y con el sello pontificio que indicarían que Becciu debe quedar excluido de la elección del próximo obispo de Roma. Llama la atención que la noticia del citado periódico estuviera firmado por Giovanni Maria Vian, exdirector de L'Osservatore Romano, el diario de la Santa Sede, y conocido por su amistad con Becciu. Fuentes vaticanas consideran que con la filtración de esas cartas se pretende aumentar la controversia sobre el caso, de manera que los cardenales se olviden de la posibilidad de elegir a un papa italiano, al ser de esta nacionalidad todos los implicados. 

El principal damnificado por la estrategia que estaría desarrollando Becciu es Pietro Parolin, secretario de Estado durante el pontificado de Bergoglio y uno de los papables más destacados. Parolin además no es ajeno al caso de corrupción que acabó llevándose a Becciu por delante, pues era su inmediato superior en la Secretaría de Estado cuando tuvo lugar la ruinosa operación inmobiliaria de Londres. Otro perjudicado por el caso Becciu es Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia y cuyo nombre también puede encontrarse habitualmente en la lista de cardenales con posibilidades de suceder a Bergoglio, con el que mantenía una estrecha relación. El escándalo, en definitiva, puede dinamitar las posibilidades de los italianos al reforzar la idea de que hace falta de nuevo un papa de fuera que haga limpieza.