«Descansaré en paz cuando además de a comer marisco vengan a las bodegas»
AGRICULTURA
El enoturismo es el trabajo de Lorena Varela, pero también su pasión. Dice que combina con todo
31 ene 2022 . Actualizado a las 15:20 h.Lorena Varela de la Peña (Santiago, 1979) entra dentro de ese tipo de personas capaces de contagiar, en una sola conversación, la pasión desbordante que sienten por lo que hacen. Es la gerente de la Asociación Ruta do Viño Rías Baixas, es decir, la capitana de un equipo que está logrando algo bien difícil: descubrirle al turista la tradición y cultura del vino en una tierra famosa, esencialmente, por la playa y su buen comer. De hecho, con un tono entusiasta que choca con la frase de epitafio que va a pronunciar, espeta: «Descansaré en paz cuando además de a comer marisco vengan a las bodegas».
Compostelana de nacimiento pero pontevedresa de toda la vida, Lorena se marchó en su día a Madrid para estudiar Publicidad y Relaciones Públicas. Allí hizo prácticas en RTVE y, en el año 2004, volvió a Pontevedra para trabajar con la entonces llamada dirección general de Deportes. Dispuesta a enamorarse de cada reto que se le encomienda, dice que ahí tuvo una oportunidad de oro: «Trabajé, en el ámbito de las relaciones públicas y el protocolo en la Volvo Ocean Race. Ese trabajo fue un auténtico regalo. La navegación es una de mis pasiones y trabajar en algo así fue impresionante», señala.
La fuerza de la vela la empujó luego hasta Vigo, donde trabajó en el Ifevi. Y, de ahí, a Estoril, en Portugal, donde puso sus conocimientos sobre la organización de eventos a disposición de un foro sobre energías renovables y desarrollo sostenible. No parecía fácil que parase ese ir y venir. Pero, en el año 2014, hubo algo que le hizo volver a echar raíces en Pontevedra, su ciudad. «Me encontré con una asociación, la de la ruta del vino, sin ánimo de lucro y con mucha relación con el consejo regulador de Rías Baixas. Vi que el enoturismo estaba en auge y que, en aquel momento, aquí las bodegas todavía no apostaban demasiado por él. Me pareció un reto, me apasioné desde el minuto cero y quise ir a por ello».
Vender experiencias
Cuenta ella que no podría ni haber empezado si no contase con un equipo de diez. Cita a su compañera de faena, Laura Expósito e indica que, desde el principio, tuvieron claro que lo que tenían entre manos para mostrarle al mundo, la forma de hacer vino en la denominación Rías Baixas, en O Salnés, O Condado u O Rosal, era «un tesoro». Y que, además, no solo se trataba de hacer un turismo consistente en mostrar cómo se elaboraban los caldos o de hacer degustaciones: había que vender experiencias.
Y así fueron viniendo al mundo criaturas impensables, como comenzar a maridar vino con rutas de senderismo, con tardes de yoga entre viñedos o incluso con meter a los forasteros a dormir y beber en una bodega. Amén de poner el vino en comunión con la camelia. En el camino, Lorena se encontró con la buena predisposición del sector. Le gusta contar que no solo las bodegas, que son la parte principal, se fueron animando a sumarse a la ruta del vino de Rías Baixas, sino que ahora mismo están en ella hoteles, casas rurales, empresas de ocio, guías turísticos o bares de vinos. Todos ellos son piezas de una oferta turística en torno al vino y a la gastronomía que no deja de sorprender. «¡Es que el vino combina con todo!», insiste esta mujer con vehemencia.
La pandemia, cómo no, se cuela en la conversación y Lorena reconoce que la ruta del vino de Rías Baixas, la sexta en visitas de las treinta que hay en España, cambió un poco las cosas. Se cerró el grifo de los turistas extranjeros. Pero, por el contrario, muchos gallegos y también visitantes de otras comunidades decidieron mirar al vino con ojos curiosos y recalaron en la ruta. Dice la gerente que este es un paso fundamental para conocer lo mejor de Galicia: «El vino es cultura, es tradición y es rural, es nuestra forma de hacer las cosas. Y conocerlo es conocernos más a nosotros mismos».
Vendiendo con cada palabra, cuenta que una experiencia de enoturismo es apta incluso para quien no le gusta el vino, porque en el camino de los caldos desde la uva a la botella hay atractivos para todos y porque «en el enoturismo no está todo inventado aún, queda mucho». Recomienda hacer la ruta con niños, a los que les pirra degustar mostos (que no tienen alcohol). Hablar de las crianzas lleva a Lorena a su trabajo principal, que no es el vino, sino sus tres hijos. Se reconoce como una madre que aprende cada día con los avances que ellos hacen. Pero también con los errores que pueda cometer. No parece un mal planteamiento. Y quizás sea la mecha que hace que su entusiasmo se encienda con todo lo que la rodea.