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Rafael del Rey: «Precisamos vinos de alta gama y otros que atraigan a los consumidores»

AGRICULTURA

Cedida

Estudiar los mercados y conocer los gustos del consumidor es el objetivo con el que nació el observatorio español, que preside Rafael del Rey. De sus últimos análisis deduce que, actualmente, el mercado está polarizado y que eso está perjudicando seriamente a los tintos tradicionales.

20 may 2024 . Actualizado a las 10:08 h.

Rafael del Rey lleva años observando los mercados del vino, intentando descifrar los gustos del consumidor. Esa es también la tarea del Observatorio Español del Mercado del Vino (OEMV) que dirige. Y desde ahí da a las bodegas las claves para enfrentarse al mercado. Tiene claro que, actualmente, existe una polarización de la demanda, con los vinos de alta gama por un lado y los fáciles de beber por otro. Y que eso está perjudicando a los tintos tradicionales. De estas y otras muchas cuestiones hablará en el Foro Mundial de Cooperativas Vitivinícolas, que se celebrará en Bodegas Martín Códax (Cambados) durante la próxima semana. Allí también dejará claro que estas empresas sociales son fundamentales para el sector vitícola español.

—¿Qué es el Observatorio Español del Mercado del Vino?

—Es una fundación que nace a iniciativa de las bodegas y de su mayor asociación, la Federación Española del Vino (FEV), hace más de quince años. Su objetivo era el de hacer informes de mercado para investigar y saber lo que quiere el consumidor, que es el que se bebe los vinos y paga por ellos. Porque los vinos hay que venderlos y nos interesa quién consumo esos vinos, cómo lo hace y qué vinos quiere. Por eso el observatorio es una pequeña institución que intenta seguir los mercados nacionales e internacionales para ver por dónde van las tendencias.

—¿Cuáles son las tendencias del mercado del vino?

—La hipótesis que estamos extrayendo de nuestros informes es que hay una creciente polarización en el mercado del vino. Por un lado están los vinos de alta gama, procedente de regiones tradicionales como Borgoña, que están muy bien y cada vez se venden más. Porque hay muchos aficionados en el mundo dispuestos a pagar muy bien por esos vinos de alta gama. En el otro lado, tenemos la creciente importancia de los vinos populares. Y por vinos populares no quiero decir económicos. Me refiero a vinos fáciles de beber, agradables, que gustan a gran parte del público, con grandes oportunidades para el vino blanco, para los espumosos, para los de más baja graduación. El problema, entonces, está en el centro. En los tintos clásicos como Burdeos, que se han visto obligados a pedir destilación de crisis porque les sobra vino. Eso nos lleva a plantearnos una estrategia para bodegas y regiones. Necesitamos estar presentes en los mercados de alta gama con vinos excelentes y, al mismo tiempo, hacer vinos que atraigan a los consumidores.

—¿Qué estrategia deben seguir entonces bodegas y denominaciones en este contexto?

—Planteamos tres estrategias diferentes. Por un lado, hay que potenciar los vinos tradicionales y promocionarlos más. No nos resignamos a pensar que esta vaya a ser una crisis definitiva y creemos que estos pueden renacer ligando el vino con algo que es fundamental, que es su relación con la tierra, con la naturaleza y con la sostenibilidad. El vino es el producto alimentario más conectado con la tierra que existe, más relacionada con las comunidades rurales, y creemos que esa conexión se puede trabajar y hacer más atractiva para los consumidores. En segundo lugar, si pensamos que hay otro tipo de vino que está creciendo, debemos facilitar a las bodegas y a los viticultores que puedan incorporar diferentes tipos de vino a sus carteras de productos. Lo están haciendo ya muchas bodegas, que tienen un tinto más clásico, pero también espumosos o vinos de baja graduación. Tenemos que estar atentos a esa demanda del consumidor. En tercer lugar, creemos que sí hay una parte del vino que debe reinventarse. Eso ya está pasando con esos vermús, con los vinos sin alcohol, con los frizzantes... hay muchos casos de éxito. Es un tercer tipo de productos que permite reinventar el vino como un producto atractivo para los consumidores. Debemos apostar por estas tres estrategias sin renunciar a ninguna.

—¿Cuál es el papel de las cooperativas en el sector del vino?

—Las cooperativas tienen un papel fundamental en España porque cuentan con una enorme ventaja competitiva, que es que disponen de la uva por parte de sus socios y tiene la capacidad de orientarlos para producir la uva que necesiten. Tenemos magníficos ejemplos de cooperativas profesionales y que gestionan marcas muy bien posicionadas. El reto está en seguir las tendencias de los mercados y en tener una muy buena red comercial. Hay que profesionalizar sus redes comerciales para que sigan teniendo buen mercado.

—¿Cómo ve el sector vitícola gallego?

—El vino gallego tiene una consideración muy buena en los mercados nacionales desde hace mucho tiempo. Y no solo los albariños de Rías Baixas, también los ribeiros o el godello. Todos son vinos de mucho éxito que, además, han demostrado en Estados Unidos que son importantes y que les queda mucho camino por recorrer. Pero deben entender esa polarización del mercado y apostar por vinos de alta gama, de variedades gallegas y de altos precios. Al mismo tiempo, tienen que ser capaces de ofrecer vinos más fáciles de beber. De la combinación de esos dos productos es de donde puede venir el éxito.

—La exportación, ¿es una gran oportunidad para las bodegas?

—No solo porque permite vender más cantidad de vino. Debemos entender que el cliente más atractivo para nuestros vinos está fuera de España. Hay mucha gente dispuesta a pagar buenos precios por grandes vinos y eso es más fácil conseguirlo en Nueva York o Londres. Pero, además, la cantidad de gente a la que nos dirigimos es mayor. El gran reto es que necesitamos buenas redes de comercialización y tener equipos comerciales. Eso es difícil, pero en España y en Galicia hay muchas pequeñas empresas que le dedican más esfuerzo a vender fuera que dentro, porque encontraron un nicho de mercado. Pero eso exige viajes, gente que se mueva, conocer los mercados y tener redes de distribución. Es complicado, pero es una gran oportunidad.

—¿Qué mercados, desde su punto de vista, son más interesantes?

—Varían mucho. China lleva cinco años cayendo y todas las previsiones dicen que seguirá así. Estados Unidos está en un momento óptimo, igual que los países nórdicos y Reino Unido. Y cada vez también hay más países latinoamericanos con oportunidades, como México, Colombia y Puerto Rico. Estamos viendo crecimientos en países que antes no eran importantes para nosotros, como Francia. Y en Asia, Corea del Sur y Japón son grandes destinos. Para un futuro más remoto tampoco hay que perder de vista el desarrollo de los países africanos.