La generación Z toma el campo: «Los agricultores somos superhéroes, aguantamos de todo y aquí seguimos»

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

M.A.

Tres jóvenes profesionales cuentan las dificultades que se encuentran cuando se incorporan a la actividad agraria y cómo usan las redes sociales para poner en valor su trabajo

30 oct 2025 . Actualizado a las 09:20 h.

Usan las redes sociales para contar cómo es su trabajo, están convencidos de que su labor debe ser cada vez más sostenible y no dudan en utilizar las nuevas tecnologías si estas les pueden ayudar a ser más productivos. Así son los nuevos agricultores de la generación Z, que son la esperanza de un sector completamente envejecido, donde la edad media de sus profesionales roza los 62 años y solo un 0,5 % tienen 25 años o menos. Pero, ¿por qué no hay más jóvenes en la actividad agraria? Esta fue la pregunta que se trató de responder en una mesa redonda celebrada en el marco de la feria Expoagritech 2025, la feria de innovación y agricultura que estos días se está celebrando en Málaga. 

«La generación Z es inconformista, selectiva, creativa y consciente y con ella no funciona el 'esto es así porque lo digo yo'», explicó Caterina Pak, comunicadora y divulgadora agroalimentaria y encargada de moderar el debate. En su opinión, «esta generación necesita informarse, con datos y argumentos y busca calidad de vida, bienestar y rentabilidad». Teniendo en cuenta todos esto, y que actualmente conviven en el sector agrarios varias generaciones, «uno de los retos debe de ser aprender a escucharlos», añadió.

Samanta Zemaityte, Álvaro López y Ainoa Doñas son tres ejemplos de agricultores de la generación Z que dirigen sus propias explotaciones agrícola en diferentes puntos de España. Los tres reconocieron ayer que la agricultura es un trabajo duro, al que hay que ponerle mucha pasión, pero en el que también existe mucha libertad. «Yo cojo solo las fincas que pueda trabajar, para poder tener las tardes libres y estar con mi hija», reconoció la primera de ellas. «Tiene que gustarte mucho porque, a veces, tienes que ir los domingo a regar», añadió Ainoa. «Es como la mayoría de los trabajos autónomos, la libertad te la das tu mismo», añadió Álvaro.

También están de acuerdo en que se sigue dando esa tendencia de que los hijos de agricultores deben ir a estudiar fuera y luego ya verán si volverán, porque la explotación va a estar ahí siempre. «Eso me decía mi madre mientras estaba estudiando. Pero yo decidí volver porque este es el legado de mi familia y porque trabajo para mi, no me gustan los jefes», añadió Álvaro. «Mi madre se vino a  Almería a trabajar en los invernaderos y a mí de  pequeña me daba vergüenza decir en que trabajaba. Porque era una ignorante. Hoy en día estoy orgullosa de ella y voy a educar a mi hija para que crezca pensando que los agricultores somos superhéroes, aguantamos de todo y aquí seguimos», aseguró Samanta. 

Otro argumento que comparten es que el sector agrícola no está preparado para recibir a los jóvenes, «Casi todos lo organismos y cooperativas están regidos por gente mayor, a la que no le interesan las redes sociales ni las innovaciones», relató Álvaro. «Yo tengo que hacer el doble para que me reconozcan la mitad. Tengo que demostrar que una mujer joven puede trabajar sola», añadió Ainoa. «Mi padre tiene sus fincas al lado de las mías y cada vez que propongo algo su primera respuesta es no», reiteró el primero.

La rentabilidad de sus explotaciones es otro de los problemas con los que se encuentran los jóvenes que se incorporan al campo. Sobre todo, si tienen que comenzar de cero y no tienen tierras ni infraestructuras. «Hay que invertir mucho dinero y luego no sabes si te va a dar algo o no, por eso muchos jóvenes agricultores lo son por herencia», contó Samanta. «Para un joven, meterse en el mundo del campo supone un desembolso de medio millón de euros», relató Álvaro. 

Aunque apuestan por la tecnología y la digitalización echan de menos tener asesoramiento personalizado. «Yo quiero que las empresas no nos vean como clientes, sino como aliados porque a veces nos sentimos perdidos cuando tenemos problemas con lo cultivos», explicó Samanta. «El campo es experiencia, tienes que valorar muchas cosas antes de tomar decisiones y eso no lo encuentras en internet», afirmó Álvaro,  

Los tres tienen perfiles en redes sociales, aunque reconocen que no se fían del todo de la información que en ellas hay. «Es difícil, cuando ves un producto en redes, porque no sabes si es publicidad o no. Yo prefiero probarlo todo antes», cuenta Samanta. Por eso ellos no monetarizan sus redes. «Yo las tengo para mostrar a la gente lo que funciona y siempre muestro el antes y el después», explica Ainoa. «Yo quiero contar en ellas todo lo que hay detrás del mundo del campo, porque mucha gente no sabe ni cómo crece un calabacín. Inicialmente empecé para mostrar el trabajo del sector agrario, para que vean que es duro y que no hay que avergonzarse», añade Samanta, que se sorprende por el éxito de sus redes: «Yo no sabía que a la gente le iba a gustar tanto el contenido del sector agrario».

Usar las redes sociales les ha traído ventajas, como conocer a otros agricultores y recabar opiniones cuando tienen un problema. Pero no las ven como una fuente de ingresos. «Yo no quiero que mis redes se conviertan en algo comercial», asegura Samanta. «Si te vendes, estás perdiendo el valor», ratifica Ainoa, dejando bien claro que esta generación Z sabe lo que quiere y que lo ha encontrado en la agricultura.