Un padre dependiente, 225 vacas que ordeñar, y no aceptan su recurso para no ir a una mesa electoral
GANADERÍA
![](https://img.lavdg.com/sc/qh_nVeizV5aq4-p32UDgRUme4sI=/480x/2023/07/08/00121688841481821696402/Foto/C08L3010.jpg)
La Junta electoral deniega a un ganadero de Muxía la exención mientras él se lamenta: «Non hai a quen chamar. Non hai quen veña para traballar nunha granxa»
11 jul 2023 . Actualizado a las 20:34 h.Cada mañana, cuando dan las cinco, en el teléfono móvil de Felipe López empieza a sonar una alarma. A veces hasta se despierta solo. No ocurre una vez, ni dos. Sucede prácticamente todos los días del año. Porque es a esa hora a la que Felipe ha de levantarse para ordeñar las 225 vacas de su explotación, una sociedad cooperativa que comparte con su esposa al pie del Camino de Santiago, en Muxía. El primer ordeño lo termina sobre las diez. Luego viene la pausa-café, un paréntesis antes de iniciar alguna de las múltiples tareas que requiere una granja de leche. Supervisar los campos en los que cultiva el maíz, limpiar el establo, sulfatar, atender un parto.... Entre tarea y tarea también ha de ir a casa. Porque Felipe vive con sus padres. Él, dependiente a su cargo. Ella, a punto de cumplir los ochenta. Y por la tarde-noche, vuelta a ordeñar. Y no hay robot que ayude.
Ese es el día a día de este ganadero de 45 años que el pasado 28 de junio recibió una carta que lleva días quitándole el sueño. Era la notificación de que le había tocado ser segundo vocal en una de las mesas habilitadas para el 23-J. La tarea no le viene nada bien. Y no porque se fuera a ir de vacaciones o porque tuviera prevista una boda. No le viene bien porque ha de hacerse cargo de su padre y, además, debe de atender a 225 vacas que no entienden de elecciones. Solo saben que como no las ordeñen, lo van a pasar mal. «As vacas teñen uns horarios estrictos de ordeño que non se poden alterar porque repercuten directamente na saúde dos animais. Pódense poñer de parto. Hai traballo todo e día e aínda que quixera contratar a alguén para sustituirme, non hai a quen chamar. Non hai quen veña para traballar nunha granxa», dice al tiempo que reflexiona sobre que «ás veces, paréceche que a xente non ve o que realmente pasa no mundo e que non todos son funcionarios que chamas e mañá non vas traballar. Aquí non hai días libres».
Su desesperación lo llevó a ponerse en manos de Unións Agrarias para que le ayudaran a resolver un problema que se ha agravado desde hace unos días. Lo ha hecho porque su mujer está de baja después de haberse operado. La organización agraria le ayudó a redactar el escrito que remitió a la Junta electoral. En él adjuntaba, además del historial de su padre dependiente, el censo con las vacas que tiene en la explotación. No se escapa ni un crotal.
Pero parece que eso no fue suficiente porque la Junta Electoral desestimó su demanda alegando que «non resulta acreditado que sexa a única persoa que se poida ocupar do coidado do seu pai, posto que a alegación de que súa nai non se pode facer cargo do seu pai por ser unha persoa maior non se xustifica con ningún certificado médico que acredite a situación de imposinilidade».
Tras leer la respuesta, pensó que no había entendido bien. Volvió a leerla, pero no había entendido al revés. Exactamente no le concedían la exención. Y no sabe el por qué: «Durante a pandemia decían que éramos esenciais, que tiñamos que traballar e agora eximen antes a un que vai de vacacións que a alguén que ten que atender unha explotación. Non se explica». Y se pregunta cómo va a decirle a su mujer, que está de baja, que se ponga con el ordeño de semejante número de vacas. O cómo va a decirle a su madre, con cerca de ochenta años, que ayude a levantarse a su padre.
Mañana volverá a intentar hacer entrar en razón a la Junta electoral. O a lo mejor es que no saben cómo funciona una granja. No tiene problema en explicárselo. Tampoco lo tiene en hacerles saber que las vacas no esperan. Mucho menos aguarda alguien con dependencia al que hay que ayudar.