Solo Divina López y Carmen Maneiro mantuvieron la tradición de portear las cestas en la cabeza en una edición muy concurrida por caer en domingo
03 feb 2025 . Actualizado a las 10:06 h.Hace ya dos siglos que un párroco del Concello de Valga dio la solución a los vecinos para acabar con la peste que estaba matando a sus animales. Tenían que trasladar las imágenes de San Roque y San Antón a la parroquia de Vilar, donde se reunirían con San Paio. Posteriormente, coincidiendo con el día de la Candelaria, los tres volverían a la iglesia de Santa Comba acompañados de las ofrendas de los vecinos, que consistían en lacones. El método debió surtir efecto porque, desde entonces, esta procesión sigue celebrándose y ayer vivió una de sus ediciones más multitudinarias de los últimos años.
La cita arrancó bien temprano, a las diez de la mañana, en la iglesia de San Paio en Vilar. Allí el cura Manuel López Castro celebró una misa, tras la cual comenzó la procesión por las siete parroquias. De allí salieron también diez lacones, a los que se les sumaron dos más en Vilarello. Uno de ellos iba sobre la cabeza de Divina López, la única mujer de la localidad capaz de portear sin sujetarla la cesta con un lacón. O con dos. «Eu traía dous, pero quitáronme un», cuenta en la parada que realizó la comitiva en Ferreiros, donde ya quedaba muy poco de los más de cuatro kilómetros que componen el recorrido de esta peculiar procesión. Ella lleva más de treinta años participando en esta cita y, a sus casi ochenta, es capaz de hacer todo el recorrido con la cesta en la cabeza. «Si, de momento son capaz», explica mientras repone fuerzas en el improvisado altar montado por los vecinos.
Porque en eso consiste esta procesión, en llevar a los santos y a los lacones por las siete parroquias de Valga, hasta llegar a la iglesia de Santa Comba. Se van haciendo paradas en el camino, donde se improvisan altares para recibir a los participantes, junto con una salva de bombas. Divina confiesa que la pieza que transporta este año pesa sobre ocho kilos y reconoce que el esfuerzo ni siquiera le deja agujetas. También, que lo suyo es un arte que no encuentra relevo en las nuevas generaciones. «A xente nova non sabe facelo, que estropea o pelo», explica. Así que, a diferencia de hace dos siglos, cuando las mujeres llevaban las cestas en la cabeza, ahora las llevan entre dos personas. Hay otra diferencia con las procesiones de antaño: «Os lacóns eran de porcos da casa, agora xa case ninguén mata», lamenta Divina.
A su lado, encabezando la procesión va Carmen Maneiro, la otra vecina que lleva la cesta sobre la cabeza. «Levo trinta anos en Valga e trinta anos participando nesta procesión. Levo a cesta na cabeza, pero teño que botarlle a man, que non son capaz a mantela», confiesa. Y detrás de ellas van otras doce mujeres que, de dos en dos, transportan las cestas. Hasta llegar a la iglesia, allí los suben a la cabeza. En total, doce lacones, algunos donados por el Concello y por asociaciones, componen la ofrenda.
Cuando la comitiva llega a la iglesia tiene lugar otra misa. Al terminar, se procede a la subasta. Dicen los vecinos del lugar que los más cotizados son los que proceden de cerdos de casa. «Xa se sabe cales son e son os que mellores prezos acadan», cuenta una de las participantes. «Hoxe vai haber prezos altos, que hai moita xente», vaticina otra. Y así es. La mayoría de ellos se subastó por entre 60 y 75 euros, aunque también hubo uno de ochenta y otros de cuarenta. En total, se recaudaron 740 euros para los santos. Para pedirles que nunca más dejen que la peste vuelva a afectar a los animales.