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Jorge Barros-Velázquez, catedrático de Tecnología de los Alimentos: «Hay que recuperar los ciclos de la naturaleza recurriendo a los alimentos que se producen en cada temporada»

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SOSTENIBILIDAD

SANDRA ALONSO

Este experto explica que con este tipo de prácticas se ayuda también a reducir el desperdicio alimentario, uno de los grandes objetivos de la Estrategia De la Granja a la Mesa

25 jun 2024 . Actualizado a las 19:02 h.

Somos lo que comemos, pero teniendo consciencia de qué comemos también podemos aportar nuestro grano de arena para reducir la huella ambiental y climática del sistema alimentario, uno de los objetivos de la Estrategia De la Granja a la Mesa diseñada por la UE. El consumo de alimentos de temporada es un buen punto de partida para avanzar en la construcción de un modelo de alimentación más sostenible que no solo cuide nuestra salud, también la del planeta. Porque el consumo de productos cultivados, criados o pescados en el entorno cercano tienen muchas ventajas. No olvidando que se puede «comer más rico por menos precio».

Lo explica el catedrático de Tecnología de los Alimentos del departamento de Química Analítica, Nutrición y Bromatología de la USC y editor-jefe de la revista Sustainable Food Technology de la Royal Society of Chemistry, Jorge Barros-Velázquez, al recordar «que hay que recuperar los ciclos de la naturaleza recurriendo a los alimentos que se producen en cada temporada, con lo que se minimiza la maduración de frutas y otros vegetales en cámaras, así como la aplicación de técnicas de ultraprocesado y el transporte de largas distancias desde el lugar de origen hasta el consumidor». Porque todo ello repercute, como añade, «tanto en las cualidades nutricionales de los alimentos, como en las propiedades sensoriales». Un ejemplo es lo que ocurre con los tomates, una fruta que suele darse en España entre junio y octubre, pero que tiene demanda todo el año. La pérdida de sabor es una de las hipotecas que hay que pagar para poder hacer ensaladas de tomate en enero o febrero.  

Aunque este catedrático reitera que la aplicación de técnicas de estimulación de la maduración o de envasado en atmósferas protectoras para prolongar la vida útil de los alimentos que han de viajar largas distancias para poder disponer de ellos todo el año son necesarias, buenas «y seguras», este experto en tecnología de los alimentos aboga por el consumo de alimentos de temporada como pueden ser ahora las frutas de temporada como la sandía o el melón y productos marinos como la sardina «porque también hay que pensar cuál es la mejor época para consumir cada uno de los productos del mar». Se trata de desarrollar hábitos que ayuden a reducir la huella de carbono «al rebajar el uso de agua, de energía y el transporte, lo que hace la producción de alimentos más sostenible».

Pero también indica que ayudan a hacer un consumo más racional de los alimentos: «Un 30% de los alimentos que se producen, con las consecuentes emisiones de gases generadas, no llegan a consumirse nunca. Actuar aumentado la vida útil de los alimentos puede ayudar a paliar este problema, explica también. Y recuerda que la contribución de cada consumidor al desarrollo de unas prácticas alimentarias más sostenibles empieza en su propio frigorífico. De ahí que dar pasos en la dirección de reducir esos altos porcentajes de desperdicio es otro de los objetivos de la Estrategia De la Granja a la Mesa.

Ahí la educación juega un papel importante. De hecho, este catedrático destaca que cada vez son más los restaurantes que ofrecen cartas de temporada que cambian según los productos de cercanía que encuentran los chefs en las plazas en cada estación del año. Es otra forma de educar en la importancia de consumir estos alimentos.

No olvida tampoco que, al elegirlos, el consumidor ayuda al comercio local o a los agricultores, ganaderos o pescadores del entorno cercano. Por no hablar de que racionalizar y pensar lo que adquiere en cada momento «puede suponer un ahorro en la cesta de la compra». Y suele estar más rico.