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«Dejé mi gabinete pedagógico para ser armadora, me encanta la pesca»

Bibiana Villaverde
bibiana villaverde VIGO / LA VOZ

SOMOS MAR

Oscar Vázquez

Tras estudiar para educadora, Pilar Estévez dio un giro a su vida para dedicarse al oficio de su padre. Tres décadas después, gestiona tres barcos de altura en Gran Sol

06 nov 2021 . Actualizado a las 02:01 h.

«A mi padre no le gustaba que estuviera aquí, los padres de antes querían otras cosas para sus hijos. A mi madre tampoco le gustaba, sabía que dejaría mi vida personal por esto». Pilar Estévez (Vigo, 1961) echa la vista treinta años atrás sin dudar ni un instante de la decisión que cambió su vida. Los horarios pasarían a ser caóticos, las jornadas eternas y el teléfono se convertiría en un compañero que reclama atención 24 horas al día, pero ella sigue fascinada de un oficio que imprime a su vida un ritmo frenético. «Cada día es distinto _explica_, siempre me encantó la pesca. Estudié pedagogía y tuve mi gabinete pedagógico; primero lo compatibilicé pero me tiraba mucho el trabajo de mi padre. Poco a poco me fui metiendo, él enfermó y fui cogiendo las riendas. Me encantó y aquí me quedé. Nadie me obligó. Me gusta mucho lo que hago». A día de hoy, el problema de la pesca es el contrario: falta relevo generacional.

Solo con pasión se pueden afrontar jornadas de 15 horas diarias ininterrumpidas, dos o tres veces por semana. Cuando hay descarga, Pilar Estévez llega al puerto de Vigo a las diez de la noche, se pasa la madrugada en la lonja de O Berbés y empalma con el trabajo en la oficina de la empresa, donde no termina hasta la una del mediodía del día siguiente. Horas en las que se encarga de la supervisión del producto, papeleo, inspecciones y trámites para conseguir que el pescado que capturan sus buques en Gran Sol, principalmente rape, gallo y merluza, llegue a los mercados en perfectas condiciones. «La descarga empieza con una colla -cuadrilla de descarga- que tenemos para sacar el pescado del barco y ponerlo en tierra en la lonja, pesado y clasificado por especies». Ventas Recaré, la empresa de Estévez da empleo a unos 40 trabajadores, su principal labor es la gestión de tres barcos que faenan en el Atlántico norte, en aguas de Gran Sol. «No soy la única con un horario sacrificado, hay muchas mujeres que están trabajando en la colla, en la clasificación, de hecho el 80 % son mujeres que lo hacen perfectamente. Hay muchas compañeras haciendo el mismo trabajo, las mismas horas y con el mismo sacrificio que yo».

Pionera ayer y hoy

El papel de las mujeres en la pesca sigue siendo desigual. Vendedoras y mariscadoras son mayoría en tierra pero a bordo de los barcos dominan los hombres, son pocas las que se ponen a los mandos de los buques y menos aún al frente de una empresa de pesca. En la cooperativa de armadores de pesca del puerto de Vigo hay media docena de mujeres que, como Pilar, han tenido que hacerse un hueco en este sector, afortunadamente cada vez son más. «Seguro que queda algún mamut por ahí pero yo tengo un carácter fuerte y eso me ayuda, nunca me he encontrado enfrente con ningún compañero armador que me hubiera criticado por ser mujer, tengo que decirlo. Y en la lonja, que es lo más conflictivo, nunca me he tenido que volver para atrás por haber oído ningún comentario. Pero no quiero decir que no exista aunque yo no le he sufrido y tampoco nunca lo he permitido».

Desde Arvi se trabaja para conseguir enrolar a más mujeres en los buques, tanto en la pesca como a los mandos de la embarcación. «No es fácil, se pasan un mes o mes y medio en las mareas, fuera de casa. Tenemos que trabajar en ello, también en la formación y las prácticas. Los buques tienen que estar mejor preparados estructuralmente para llevarlas a bordo, aunque ahora ese no es el problema. Hay que trabajar desde la formación académica pero sobre todo en la conciliación de esta vida con la familia». Los horarios del puerto tampoco lo ponen fácil, incluso en el caso de las mujeres que trabajan en tierra. «No es que sea difícil conciliar, es casi imposible. Desde mi punto de vista, imagina lo que puede ser irte a las nueve de la noche de casa y no volver hasta el día siguiente hasta la una de la tarde. Es complicado a nivel de pareja y más si tienes hijos». Estévez no tiene descendencia pero confía en hacer su oficio interesante para las nuevas generaciones. «El futuro del sector es complicado, no tenemos relevo, estamos faltos de personas que, como yo, decidan llevar las empresas familiares adelante. Nos queda hacerlo atractivo para que a mis sobrinos, en mi caso, les guste».

El teléfono de esta mujer nunca se apaga. «Cuando tengo un vuelo largo ya estoy preocupada por poder encender el móvil. El teléfono tiene que funcionar 24 horas, pero a mí eso no me molesta». El brexit no ayuda y la pandemia covid ha obligado a poner en marcha nuevos protocolos en los buques. «Nuestros barcos no han sufrido ninguna situación complicada. Tampoco en los puertos de Castletown o Douarnenez en Francia, donde tomamos medidas». Una entrega y profesionalidad que esta pedagoga de formación ha aprendido del mejor maestro. Martín Estévez, de Suemar, fue uno de los pioneros entre los armadores vigueses, como también lo es su hija. «Aunque al principio no le gustara, él estaba absolutamente orgulloso de mi trabajo», confiesa.

 Su canción favorita

«Cantares», de Joan Manuel Serrat. «Me gusta la letra que dice eso de ‘Caminante no hay camino, se hace camino al andar’, con los versos de Antonio Machado. Yo creo que es una canción que me define mucho porque, efectivamente, se hace camino al andar». Y en su caso, también al navegar.