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Benito Vázquez, marino: «Cando era rapaz quedamos atrapados en Grenlandia e botei unha moza esquimó»

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

SOMOS MAR

Martina Miser

Después de 26 años de navegación, apura su penúltima campaña retirando cable submarino para Google en el Mediterráneo. Su libreta de mar contiene muescas para contar historias durante días

15 jun 2024 . Actualizado a las 04:47 h.

Benito Ángel Vázquez Quiroga (Barcelona, 1963) tiene mucho mar a sus espaldas. Comenzó a navegar siendo solo un chaval, al que su padre tuvo que firmar su primera libreta marítima para que pudiese embarcar, con apenas 17 años. Desde entonces, con un paréntesis de tres lustros en los que los lazos personales lo llevaron a tomar tierra, y otro de tres años para cumplir el servicio militar en la Legión, lo suyo ha sido pisar cubierta. Ya su padre y su padrino se habían dedicado a la mercante, trabajando en buques con base en Bilbao que transportaban desde mineral hasta carne. Así que este mundo no constituía ninguna novedad en su casa. Que conste que la rama materna de la familia tenía tradición en Renfe«o finado do meu avó materno morreu nun choque de ferrocarrís en Ponferrada»— y por ahí se abría otra vía profesional. Pero a Benito, marino de primera, nunca le tiraron los trenes como sí lo hacían los barcos.

En estos momentos, el marino arousano está cubriendo una campaña en el Mediterráneo con la naviera ACSM, de Vigo, que dispone de bases operativas en Canarias, México y los Emiratos Árabes y ofrece servicios bajo el mar a la industria del petróleo y el gas, así como a las compañías tecnológicas. De hecho, su equipo trabaja para una filial de Google, retirando cable submarino antiguo entre Sicilia y Córcega. «Teño botado un ollo á cámara do submarino e o fondo do mar está verdadeiramente cruzado de cables, dende cable antigo que daba servizo de telégrafo ata o de telecomunicacións e internet de hoxe», señala mientras sostiene en la mano un fragmento de material telegráfico que se instaló en 1940 y acaba de ser extraído.

El trabajo de la tripulación, compuesta por medio centenar de personas, es duro. Sobre todo el de quienes ejercen como marineros de cubierta. Son turnos de doce horas. Una vez localizado el cable con un dinamómetro de presión, se captura y se sube. «Imos tirando pola popa; as máquinas teñen que ser fortes. Nunha soa virada temos collido cinco quilómetros de cable. Na cuberta, tes que ilo cortando coa motoserra e empregando unha grúa para amorealo. O cable vello tráese a porto e véñeno buscar os chatarreiros. Normalmente deixámolo en Exipto». Por detrás, un buque va extendiendo cable nuevo. Si la profundidad no es excesiva, una especie de arado repasa el canal y cubre la nueva estructura para ofrecerle una mayor protección. A dos mil metros, desde luego, eso no es posible. Gracias a las explicaciones de Benito no es difícil imaginar un lecho marino trenzado de conducciones que llevan palabras y datos de aquí para allá.

ACSM desarrolla otros muchos cometidos. Es la empresa que bajó al Villa de Pitanxo, el pesquero que yace a mil metros de profundidad, en cuyo naufragio perdieron la vida una veintena de sus tripulantes. La misma que encontró el cuerpo de la pequeña Olivia, secuestrada junto a su hermana pequeña Anna por el padre de ambas en Tenerife. Se hallaba en el interior de una bolsa en el fondo marino. A Benito también le ha tocado alguna búsqueda dura como buzo, al servicio de Salvamento Marítimo. «Estando en Alacante avisáronnos de que desaparecera unha rapaza que participaba nunha festa. Atopámola nunhas pedras, pero só tiña a metade do corpo, e tiven que quitala para arriba. Foi terrible. Pateiras tamén houbo moitas».

Barcos italianos, la ruta de Setúbal a Argelia, los congeladores de Albacora, Boluda Lines, Murueta, en Bilbao, que cargaba mercancía general y navegaba sobre todo hacia Escocia e Irlanda, los mercenarios y el alambre de espino para repeler a los piratas frente a Somalia. En la trayectoria del marino afincado en Vilagarcía hay muescas para contar historias durante días. Una de las primeras es particularmente buena. «Cun barco danés, sendo un rapaz, navegabamos polo norte de Europa. Era un buque moi mariñeiro, que transportaba de todo un pouco, madeira, ferro... Unha vez fomos levar a Grenlandia pólvora e tractores para unha mina. O xeo atrapounos e tivemos que quedar aló. Botei unha moza esquimó, Kanuhea. Foi na época en que o sol estaba no ceo case todo o día. Moi bonito. Ata que un buque quebraxeos nos puido liberar... E alí quedou Kanuhea».

El tiempo de las aventuras a bordo se agota. Antes de que concluya este año, Benito se jubilará. ¿Entonces qué? «Fácil, a viaxar con Anuska, a miña muller, que digo eu que xa vai tocando».

Una última aventura. Tras 42 años cotizados, 26 de ellos de mar, su última campaña llegará en agosto, en Portland, en un buque que inspeccionará el fondo marino con un robot. Después le gustaría viajar con su mujer. Tal vez a Islandia. «A países pobres, non. Dóeme ver como catro viven ben e millóns non teñen que comer».