Despedida a Manuel Lijó González, un trabajador y empresario de Ribeira con el mar como rumbo
SOMOS MAR
Junto a sus hermanos y a su sobrino José Francisco fundó la empresa de distribución Pescados Hermanos Lijó, al tiempo que continuaron con la actividad extractiva
30 ene 2025 . Actualizado a las 16:52 h.Puede decirse que Manuel Lijó González nació en la playa, concretamente en Castiñeiras, y desde el mismo instante de su llegada tuvo como horizonte el mar. Junto a sus hermanos Francisco y José continuó con el legado paterno de esforzados trabajadores del mar. Fue un fructífero patrón, habilidoso a la hora de encontrar los bancos de pesca en los que lanzar los palangres. También un emprendedor y un hombre de familia.
Junto a sus hermanos, Manuel hizo posible el crecimiento de la empresa armadora Lijó Pesca, transformándola de comunidad de bienes en sociedad. Además, junto a ellos y con su sobrino José Francisco constituyeron en 1984 Pescados Hermanos Lijó. Son ya cuatro las generaciones vinculadas a la actividad pesquera en el ámbito familiar, en una compañía que ha sabido amoldarse a los tiempos y que ha contribuido al crecimiento de Ribeira con la creación de empleo.
Afirman quienes lo conocieron estrechamente, que Manuel lijó era una persona dedicada al trabajo y a su casa. Discreto y con un grupo de amigos reducido y unido. Este hombre de mar falleció el pasado miércoles a los 88 años de edad y por la mañana tuvo lugar la incineración de sus restos mortales en el Tanatorio Crematorio do Barbanza.
Comenzó en oficio de la pesca dedicándose a la captura del pulpo con su padre en una pequeña embarcación. La pesca era para Manuel Lijó algo más que un oficio con el que apuntalar el sustento familiar. La pesca y el mar fueron siempre una forma de vida, una pasión a la que se entregó hasta el último segundo.
La armadora Lijó Pesca tuvo en sus inicios barcos de palangre y del Beti Bostok fue patrón Manuel. Personas de su círculo familiar relatan que fue el primero en trabajar con palangre con giratorios, lo que permitía mejorar las capturas. No dudó en viajar hasta Portugal para hacerse con los útiles para, una vez de vuelta en casa, encargarse él mismo de montar los palangres.
Con el tiempo, la armadora cambió los barcos de palangre por los de arrastre y si había que hacer un par de costuras en las redes, Manuel Lijó tampoco tenía problema alguno en ponerse manos a la obra.
Como afición
Manuel Lijó se jubiló, pero nunca se retiró del oficio ni se desvinculó del las empresas de cuya fundación y crecimiento fue uno de los pilares.
Acudía periódicamente a la oficina y se interesaba por lo que ocurría. Tampoco dudaba en ofrecerse voluntario para ir a buscar piezas para los barcos o cualquier otra cosa que pudiera ser necesaria.
También aprovechaba el tiempo para salir con su pequeña embarcación de la séptima lista para entretenerse con la pesca. Sus hijos y nietos siempre han sido otra de las debilidades de este hombre entregado a la actividad marítima que ha visto como cambiaba el oficio.