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La nao San Juan vuelve a la vida

Paula Dalla Fontana COLPISA

SOMOS MAR

Juan Herrero / EFE | EFE

De hundirse frente a las costas de Canadá hace cinco siglos a resucitar en Pasajes (Guipúzcoa). El tesón de los miembros de la asociación Albaola acabó en la botadura, ayer, del ballenero vasco, tras doce años de reconstrucción

09 nov 2025 . Actualizado a las 04:50 h.

Un naufragio en el siglo XVI fue el punto de partida de esta historia. En 1565 se hundió el San Juan, un barco ballenero vasco, cerca de Red Bay en la costa canadiense. Casi cinco siglos después, un grupo de apasionados reunidos en Albaola, la Factoría Marítima Vasca de Pasajes, decidió meterse en la piel de los carpinteros del Renacimiento para reconstruir la embarcación, cuyo cascarón se botó este viernes. Esta es la travesía del proyecto que ahora emprende un nuevo viaje.

En 1978 la tragedia se convirtió en una joya arqueológica. El San Juan fue localizado gracias a las investigaciones de Selma Huxley, una historiadora canadiense que rastreó documentos antiguos. Siguiendo sus pistas, un grupo de arqueólogos encontró uno de los pecios mejor conservados del siglo XVI. «Recuperaron 3.000 piezas del barco, pieza por pieza», explica Xabier Agote, el presidente de Albaola. En 1985 vio en la portada de National Geographic una imagen de los restos de la nao siendo rescatados del fondo marino. Y ese día decidió que iba a construir una réplica.

En 1978 se encontró el barco a 10 metros de profundidad, bajo una capa gruesa de piedras de lastre y de sedimentos. A pesar de haber transcurrido siglos del hundimiento, la madera se conservó.

Durante siglos, los balleneros vascos dominaron uno de los oficios más brutales de la historia. Navegaban por el norte en naos de madera, persiguiendo gigantes marinos. El oficio ballenero es fuerza y resistencia. Grupos conformados por seis remeros y un arponero remaban en sincronía sobre chalupas de madera entre el oleaje del mar gélido. Cuando el gigante emergía para respirar, el arponero le clavaba el arma en el cuerpo y lo hería. Pero la caza no terminaba ahí. Los balleneros podían pasar horas arrastrados por la ballena agonizante, hasta que esta se desvanecía y podían remolcarla a la costa para elaborar el aceite.

Las temporadas de caza en Terranova tenían un objetivo: llenar la mayor de cantidad de barriles posibles con aceite de ballena, un producto tan valioso como el petróleo actual. Iluminaba ciudades enteras, lubricaba maquinaria y se vendía a precios altísimos en los mercados europeos. Luego regresaban con la bodega llena de un producto que hoy está valorado en millones de dólares.

La vida a bordo

Para un viaje tan largo no solo se necesitaban hombres. «Una travesía como la del San Juan podía durar dos meses hasta Terranova. Luego pasaban unos seis meses allí, cazando y procesando ballenas hasta llenar el barco», explica Agote. Además de los barriles que volverían llenos de aceite, la nao cargaba provisiones para meses: barriles repletos de habas, guisantes secos, tocino y galletas de barco —durísimas, hechas solo con harina, agua y sal, horneadas dos veces para eliminar toda humedad— y sidra. No llevaban agua porque se corrompía durante la travesía y provocaba enfermedades. Las bebidas alcohólicas, en cambio, se conservaban perfectamente. La sidra también aportaba vitamina C frente a una dieta limitada. Cuando estaba disponible, además, la tripulación comía pescado y carne de ballena.

Según cuenta un artículo de National Geographic, los hombres a bordo dormían amontonados en camarotes que se ubicaban en la popa y en la proa de la nao. Intentaban conciliar el sueño en un suelo movedizo sobre sacos rellenos de paja. Para pasar el tiempo jugaban a las damas y cocinaban en calderos sobre un fuego revestido por piedra.

12 años de reconstrucción en Albaola

La labor de los astilleros que construyeron la nao San Juan en el siglo XVI tiene poco que ver con la fabricación naval actual. Hace cuatro siglos, el proceso era completamente artesanal: carpinteros de ribera, calafates y herreros trabajaban casi todo a mano. Cada barco era único, construido con madera cuidadosamente seleccionada y ajustada con herramientas simples. Hoy, en cambio, la industria naval se ha mecanizado y emplea tecnología avanzada. Sin embargo, en Albaola han decidido construir la réplica de la embarcación exactamente como se hizo en 1563. Los trabajos de reconstrucción han durado 12 años.

Esta reconstrucción de la nao San Juan ha navegado en un mar de dificultades que por fin se culminan. Se presentó como el proyecto emblemático de la Capitalidad Cultural de San Sebastián 2016 y su botadura estaba prevista para mayo de ese año. Incluso se llegó a anunciar que recorrería entonces distintos puertos europeos para promocionar la propia capitalidad, en una 'misión diplomática'. La complejidad del proyecto llevó a que se replantearan los plazos y a que finalmente la botadura del casco se celebre una década después del plan inicial.

Juan Herrero / EFE | EFE

Los mástiles se colocarán tras la botadura, prevista para este viernes. La nao permanecerá en Pasaia como un museo flotante abierto al público, mientras el equipo remata los trabajos de aparejo que completarán su silueta. En los últimos días antes de su botadura, 34 personas contribuyeron con su experiencia y habilidades profesionales para hacer realidad este ambicioso proyecto.

En el 2027 Agote pretende cruzar el Atlántico siguiendo la misma ruta que recorrió la nao original hace más de cuatro siglos. «El reto final sería navegar con el barco rumbo a Canadá usando exclusivamente tecnología de la época», explica con entusiasmo. La idea es seguir los movimientos que hicieron aquellos marineros vascos del siglo XVI, navegando con los instrumentos y los conocimientos disponibles en ese entonces. Agote no lo considera como una hazaña náutica, sino como parte de un programa cultural que permitirá comprender mejor la historia.