Partiendo de una base cierta, como es la de escasez de profesionales para ocupar plaza de oficiales, tanto en el sector pesquero como en la marina mercante, se puede llegar a conclusiones y decisiones erróneas por parte de responsables políticos que se dejan influenciar por intereses meramente particulares, cuyo coste no corresponde a la Administración.
Hace unos días nos desayunamos con el decreto que permite a los náutico pesqueros, hacer sus prácticas en barcos de nueve metros de eslora, en lugar de los doce metros como mínimo que estaban regulados. El peregrino criterio de tal decisión, se basa en que, actualmente, la tendencia de la construcción naval es la de construir «barcos mangudos»; acepción novedosa para justificar que un barco actual de nueve metros, equivale a los de doce metros de antes. Esta ha sido una clara muestra de la fuerza de los lobby ante la administración, cuando esta no se nutre de personas que han mamado la profesión. Al parecer, lo importante es sacar titulados (que no profesionales), para nutrir las flotas pesqueras.
Otra de las noticias recientes y chocantes en el sector marítimo, se refiere a la propuesta de aprobación por el Consejo de Ministros, de un real decreto por el que se asigna una subvención de un millón de euros a la Asociación de Navieros Españoles (Anave), para pagar las prácticas de los alumnos de náutica a bordo de sus buques y así poder sacar adelante titulaciones profesionales que, como es lógico y manifiesto, son imprescindibles para la propia Anave.
Entre los peregrinos criterios que se apuntan para justificar tal Decreto, está el de «incentivar las vocaciones en el sector», como si a un estudiante de náutica, que ha terminado sus estudios y, obligatoriamente, por normativa académica, precisa realizar las prácticas, no estuviera ya incentivado.
Porque, hay algo que no encaja en esta graciable ayuda, y es la de olvidarse que a quienes más interesa que haya suficientes titulados náuticos, es precisamente a los navieros. De ahí que hasta no hace mucho, además de los pequeños salarios que se les pagaba a los alumnos embarcados, algunas navieras, para atarlos laboralmente, les seguían pagando los sueldos durante los cursos necesarios, cuando debían volver a las Escuelas de Náutica para seguir formándose.
Y basándonos tan solo en el ámbito laboral a bordo, los marinos sabemos que un alumno de puente, de máquinas o radioelectrónico, no representa carga alguna para el naviero. Por la propia naturaleza de la profesión, al tiempo que reciben los conocimientos prácticos necesarias para cumplimentar su profesión, prestan una importante ayuda laboral al capitán o al oficial del que depende a bordo.
Para quien no haya tenido ocasión o ganas de leerse la relación de gastos con que ANAVE justifica la necesidad de esta subvención, destacaremos que, en dicha relación incluyen «los costes de manutención y alojamiento», «la ropa de trabajo», «los gastos de viaje hasta y desde el puerto de embarque/desembarque» y otros varios e imprecisos como «el coste de las horas dedicadas por el oficial/tutor a bordo». Los profesionales podríamos reírnos si las razones aportadas no fueran tan burdas y para nada justifican el millón de euros a las «depauperadas» economías de los navieros, cuando son ellos quienes deberían pagar un tributo para fomentar las enseñanzas náuticas. Y, si no quieren alumnos a bordo, contribuir económicamente para que España, a imagen de otros países de nuestro entorno, cuente con un buque escuela capaz de formar a todos los alumnos que salen de las escuelas.
No; no es que me haya olvidado. En el decreto, para nada se habla de pagar un salario en prácticas a los alumnos.