
La Administración marítima española no tomó ni una sola medida para prevenir o mitigar las consecuencias en situaciones similares a las del naufragio del Villa de Pitanxo.
A los tres años de la tragedia constatamos el negro sobre negro: si el accidente fue terrible, también terrible es que las autoridades, tras estudiar el caso, permanezcan inactivas ante las evidencias que mejorarían la seguridad en el mar.
Resulta increíble que un país avanzado no sea capaz de tomar medidas efectivas que permitan mejorar la seguridad marítima y la defensa de la vida humana a bordo, cuando es sobradamente conocido que los avances en seguridad marítima se han ido adoptando en base a la pérdida de muchas vidas inocentes.
La primera de esas medidas preventivas debería ser que los buques pesqueros que faenan en zonas de alto riesgo, duras condiciones climatológicas y aguas gélidas deberían dotarse obligatoriamente de equipamientos tecnológicos punteros, así como botes de rescate insumergibles, mucho más eficaces en situaciones extremas que las actuales balsas salvavidas.
Además, al igual que ocurre en otros países del norte de Europa que ya disponen de ese tipo de normativa, a partir de unas determinadas condiciones meteorológicas (que algunos países establecen de fuerza 8 sobre 40 ó 45 nudos de viento) los buques deben navegar a la capa o arribar al puerto más cercano. Esta normativa debería tomarse por consenso entre todos los ámbitos de la pesca, para combinar las condiciones de competitividad entre buques y empresas, con la imprescindible mejora en la seguridad de las tripulaciones.
Esta medida resulta muy importante para la seguridad jurídica de los mandos del buque, más allá de la presión que puedan recibir para arriesgar al límite las faenas de pesca, haciendo prevalecer en cualquier caso la seguridad de las tripulaciones por encima de la ansiedad productiva.
Por otra parte, las tripulaciones que faenan en estas aguas debería trabajar con un traje de supervivencia que sea intrínsecamente aislante, insumergible y dotado de baliza personal de localización, tal y como ocurre con los chalecos salvavidas. Este tipo de indumentaria permite que en caso de caer al mar, la temperatura de su cuerpo no descienda más de dos grados centígrados tras seis horas en el agua.
Aetinape remitió un último informe el 24 de mayo de 2024 a la Dirección General de la Marina Mercante solicitándole, una vez más, atención a esta temática: «Ojalá su departamento disponga de la suficiente voluntad, la necesaria energía y la brillante disposición de estudiar este tipo de asuntos, a efectos de mejorar la seguridad a bordo y equipararnos con los países más punteros en esta materia», dijo la organización profesional al Director General del organismo.
Estas reformas serían el mejor homenaje a las víctimas inocentes de los accidentes marítimos.