El corazón de la gente del mar
PESCA Y MARISQUEO

Vamos con el 56 Diario de un presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores.
Estamos en agosto y todo se ralentiza, aunque hay que decir que falta hacía porque julio ha sido un poco movidito. Aún nos quedó alguna sorpresa como la gran cantidad de boquerón pescado esta semana en la ría de Muros-Noia y el consecuente cierre por no regularnos en la pesquería, pero la Administración ya está de vacaciones y el ritmo baja.
El viernes estuvo la conselleira do Mar en la cofradía de pescadores de Burela, no todos están de vacaciones. Vino a ver lo hecho con las ayudas del Fempa y lo que estamos iniciando, y además hablamos de las necesidades del sector. En la reunión, la secretaria de la cofradía, la secretaria de la Federación de Confrarías de Lugo, un miembro del cabildo que se llama Manuel Ángel, y yo. Una reunión de las de verdad, sin parafernalia de políticos, asesores y un montón de gente acompañando a la conselleira. De esta forma se puede hablar tranquilamente de temas que nos interesan de una forma cercana. Estuvimos casi una hora sentados debatiendo soluciones a problemas que le planteamos. Aunque se retrasó un poco por la reunión que mantuvo antes en Armadores de Burela (ABSA), es cierto que ese tiempo lo complementó con la extensión del encuentro con nosotros. Me toca pedir disculpas a Celeiro, pues la siguiente reunión la tenía allí y se retrasó por culpa nuestra: ¡perdón!
En mi diario de hoy quisiera hablar de algo que ocurrió este año en las fiestas patronales de Burela y del corazón de la gente del mar, en algunas ocasiones muy especial. Todo el mundo sabe lo sucedido el viernes y lo duras que fueron las horas siguientes, con decisiones valientes, pero con el dolor en el corazón, la mente y el cuerpo. El sábado consultamos al cabildo de la cofradía y por unanimidad se votó no tocar las sirenas de los barcos ni de la cofradía al paso de la Virgen del Carmen. Estoy seguro de que ella lo entendió perfectamente, aunque no todo el mundo opinó igual, en fin.
Me gustaría centrarme en el domingo. Ese día amaneció como otro domingo de las fiestas, casi, porque el dolor seguía presente. A las diez de la mañana llegué al muelle, ya sin ver a todos los porteadores tomando el café en el bar Miranda porque está cerrado y este punto de encuentro habitual se diluyó en varios bares diferentes cercanos al muelle.
Visito el barco que lleva la Virgen, el Cantiño, y en ese momento uno de los armadores, vicepresidente de la cofradía conmigo desde mi primer año de mandato, me dice «qué te parece si hoy no tomamos rumbo norte y ponemos rumbo leste». Perfecto, le digo, tú mandas, pero me añade «la chiquilla que se fue era de Nois y creo que enfrente debemos de tirar las flores». Aún se me pone el vello de punta al recordarlo. Le hago la propuesta a la alcaldesa, me dice que sí de inmediato, hablo con el páter que también asiente y así procedemos. La procesión tardó 15 minutos más que de costumbre, pero el motivo estaba más que justificado. No todo el mundo entendió esta tardanza y, aunque han pasado ya dos meses, pido comprensión y al mismo tiempo perdón por no haberlo hecho antes.
Me despido hasta el próximo diario no sin antes dar las gracias a José Ramón López Fernández, al que conocemos como Demo, por su gran corazón y por estar siempre cuando lo necesitamos desde la cofradía, bien sea para llevar a los Reyes de Oriente como para llevar a la Virgen del Carmen.
Eso sí, no me olvido de pediros que consumáis pescado y marisco para ser sanos y felices. ¡No hay mejor forma!