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La «challengue coin» cuatro estrellas del Ajema de la Armada

Basilio Otero PRESIDENTE DE LA FEDERACIÓN NACIONAL DE COFRADÍAS DE PESCADORES (FNCP)

PESCA Y MARISQUEO

«Challengue coin» cuatro estrellas, regalada por Antonio Piñeiro, Ajema de la Armada, a Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores
«Challengue coin» cuatro estrellas, regalada por Antonio Piñeiro, Ajema de la Armada, a Basilio Otero, presidente de la Federación Nacional de Cofradías de Pescadores B.O.

06 oct 2025 . Actualizado a las 13:24 h.

Está claro que tengo que plantearme otra forma de hacer el diario porque tardo mucho entre uno y otro, y escribirlo sería hacer un libro. Por otra parte, no me acuerdo de las anécdotas que me pasan, que son muchas y eso también hace que pierda mucho el relato.

Después de un largo tiempo os contaré solo dos de las muchas que me han sucedido.

El mes pasado llego a T4 y me dirijo al metro, como siempre. Llegaba temprano pues había cogido el avión de la 06.30 de Asturias a Madrid y no tenía nada hasta las 12.30, pero como no había otro avión tocó madrugar a las 03.00 de la mañana. Igual que hacen todos los días mucha gente que va al mar, no tiene uno que quejarse, y esto no es una queja, desde luego.

Bajo al metro para coger la línea 8 hasta la estación de Colombia, luego la línea 9 hasta la estación de Príncipe de Vergara y luego la línea 2 hasta Sol, que me deja justo enfrente de la oficina. Cuando llega el metro se me acerca una chica acompañada de una señora mayor con movilidad reducida y dos maletones grandes. Me pregunta a dónde se dirige ese metro, el acento me parece argentino. Adonde usted quiera de Madrid, le respondo yo, con los enlaces puede ir a cualquier lugar de la capital y a muchos de los pueblos de los alrededores. ¿A dónde se dirigen?, le pregunto; a Gran Vía, me responde.

Entonces le explico que tiene dos posibilidades: o se fijan en el mapa para llegar con la línea 5 a Callao o yo las acompaño y bajamos en Sol, que está cerca. Optan por la ultima solución y me acompañan. Bajamos las escaleras mecánicas, son de poca conversación, y nos metemos en el metro. Observo que las maletas pesan, sobre todo una que traen flejada, y además la señora mayor tiene poca movilidad, por lo que se agarra del brazo de la chica. Me ofrezco a ayudar, pero rechazan mi ofrecimiento. Bajamos en la estación de Colombia para coger la línea 9 y vuelvo a ofrecerme para ayudar. Rechazan de nuevo mi oferta, hasta que ven que por las escaleras mecánicas no pueden bajar con todo. Entonces, me dejan llevar la maleta flejada, ¡pesa como el plomo! Me doy cuenta de que estoy cogiendo una maleta muy pesada de alguien desconocido, con mucho peso, sin saber lo que lleva dentro. Malo será, pienso.

Al final bajamos en Sol y las acompaño subiendo la calle preciados hasta Callao para cruzar Gran Vía hasta el hostal donde se quedan. Eran una madre y su hija que venían de Argentina a visitar a un hermano e hijo a Madrid para irse a Barcelona la siguiente semana a visitar a otra hermana. Lo curioso es que en ningún momento nos presentamos, no me dijeron su nombre ni yo les dije el mío. Simplemente, nos hablamos, ayudamos y despedimos al dejarlas en el ascensor del hostal.

Otra anécdota me sucedió cuando fui a conocer al capitán de navío Carriazo, del que tanto me preguntó Su Majestad cuando visitó Burela. Nos vemos en el Cuartel General de la Armada y al vernos me dice que el segundo Ajema (Almirante Jefe del Estado Mayor de la Armada) quiere conocerme. subimos por las escaleras y ascensores, hasta pasar por la planta alta del patio de celebraciones, y había una en ese momento.

¡Qué bonito es el edificio! Había estado fuera muchas veces, pues está justo enfrente de Marina Mercante. Siempre pensaba lo mucho que me gustaría conocerlo, y aquí estoy dentro. Llegamos al despacho del segundo Ajema y nos sentamos a esperar. Al final, la reunión es con el segundo y el tercer Ajemas. Conversación relajada y muy familiar, la Armada y la pesca siempre tuvimos buena relación.

En un momento dado, el segundo Ajema dice que tenemos que bajar porque el Ajema quiere conocerme. Estaba en la toma de posesión de un almirante, era la celebración que yo había visto desde el piso superior. Bajamos en el ascensor y al abrirse la puerta ya está esperando el Ajema, Antonio Piñeiro Sanchez. Lo saludo con un «con ese apellido poderei darlle os bos días»; «pois claro», me responde.

La conversación, breve pues había mucha gente esperando para hablar con él, aunque tenía más prisa yo por no molestar que él por dejarme ir. Eso sí, antes de irme me hizo un regalo especial que siempre llevo conmigo: me regaló su moneda, su challenge coin cuatro estrellas, ¡casi nada!

Hasta la semana que viene, o eso espero. Por cierto, tengo que dar las gracias a la Fundación Grande Covián por el premio que me han otorgado, y aprovecho para deciros que comais pescados y mariscos para ser mas sanos y más felices, que tanta falta nos hace.