El título europeo de baloncesto sub-18, fin de etapa para Noelia Mouriño

VIGO

CEDIDA

La deportista porriñesa, reciente oro con la selección española, deja el Siglo XXI para jugar en EE. UU.

17 jul 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Noelia Mouriño (2007) acaba de vivir el «día más feliz» de su vida. Fue el sábado, cuando se colgó el oro con la selección española sub-18 de baloncesto. Oficialmente nacida en Mos, pero autodeclarada porriñesa sin dudar, dice que lo vivido en este torneo ha sido «increíble». «Que fuera en España nos ha ayudado un montón. La grada estaba llena, el pabellón vibraba y era una sensación que no había vivido», narra. Y le llegó justo antes de un cambio radical: deja el Siglo XXI —al que llegó desde el PBB— para empezar sus estudios universitarios y compaginarlos con el deporte en Estados Unidos.

Cuenta que el objetivo era «el oro, pero, principalmente, disfrutar y esforzarse, porque el esfuerzo te lleva a cosas buenas». Lograron las dos metas y con siete triunfos en otros tantos encuentros, aunque no considera que fuera sencillo. «En los dos últimos partidos, sufrí, porque fueron más ajustados. Es cierto que en la fase de grupos resultaron más fáciles, pero eso también es fruto de nuestro trabajo», argumenta la joven. Asegura que ella en todo momento tuvo fe: «Siempre supe que íbamos a ganar por el hecho de que estábamos siendo nosotras mismas en pista y nos lo estábamos pasando súper bien juntas», ahonda.

En lo personal, dice estar «contenta» con su trabajo y con «haber ayudado al equipo en lo que necesitaba en cada momento», pero también desliza que «podía haber hecho algunas cosas mejor», algo que asume que «siempre pasa». Es su segunda medalla tras el bronce mundial, pero si tiene que elegir, se queda con esta. «Es el reflejo del esfuerzo que llevo hecho durante todos estos años para conseguir mis sueños. Me fui de casa con 14-15 años y cierro esta etapa en Barcelona con un oro. Es una satisfacción para mí», recalca.

Ahora, Mouriño tiene un mes por delante antes de irse el 16 de agosto a comenzar su nueva etapa en Estados Unidos, donde jugará en el San Francisco y estudiará Negocios Internacionales. «No me da miedo irme, me gustan las nuevas etapas, tengo muchas ganas y creo que puedo aprender mucho de ello», apunta con convicción. Aunque detalla que la mayoría de las compañeras del que hasta ahora era su club prueban suerte en Estados Unidos, no es algo que ella tuviera premeditado. «Lo decidí hace poco y creo que es una buena oportunidad que ojalá todo el mundo tuviera, porque conoces un montón de gente, de cultura, te enriqueces como persona», comenta.

Tampoco se olvida de lo que sabe que le espera a nivel baloncestístico. «Allí vives todo a lo grande: las instalaciones son increíbles, los pabellones… Todo. Y estudias a la vez que entrenas, que aquí eso no lo hay», lamenta. Y para el futuro no se marca unos objetivos como tales, pero sí tiene algunas aspiraciones: «Me gustaría jugar la Euroliga, que es increíble, hay una calidad que flipas. Y, obviamente, me gustaría estar en la absoluta, pero sé que es algo prácticamente imposible, así que no quiero crearme expectativas», comenta. Su gran referente lo tiene claro, otra gallega: «Raquel Carrera, 100 %».

La etapa que terminaba

Mouriño se fue a Barcelona para jugar en el Siglo XXI con solo catorce años. Antes, la había tentado el Celta, pero rechazó la invitación y cuando sí decidió dejar el Porriño Baloncesto Base, su club de formación, fue rumbo a Cataluña. «Fue la mejor decisión que pude haber tomado. Sin haber ido allí, creo que no hubiera estado en la selección ni de broma. Evolucioné un montón tanto en la pista como fuera. Sin haberme ido, no hubiera sido quien soy ahora», reflexiona.

Admite que en estos cuatro años ha habido «una parte dura a nivel mental». «A veces se me hacía cuesta arriba el hecho de estar entrenando cuatro horas al día, estudiar, viajar… Porque allí el baloncesto es mucho más duro y exigente. Pero he sido capaz de llevarlo, me ha hecho aprender y conocerme», profundiza. No oculta que hubo «momentos malos» en los que necesitó «recurrir a personas que ayudasen». Y no fue cuestión del primer año. «Va por épocas. A veces, las cosas no te salen y te frustras; he aprendido a manejar esa frustración», afirma.

Este año de segundo de Bachillerato también ha sido una prueba compleja, pero la ha superado, literalmente, con nota. «Pensaba que iba a ser mucho más difícil. La cuestión es organizarse el tiempo, es muy importante al entrenar cuatro horas al día y jugar por España los fines de semana, ahí es donde se te complica», enfatiza. Y reconoce haber acabado «súper agotada mentalmente por no tener casi tiempo», pero también con buenas calificaciones como fruto del esfuerzo.

Desde su experiencia, hace una recomendación: «Me gustaría darle un consejo a la gente, que se esfuercen mucho, que luchen por lo que quieren, porque tarde o temprano acaba llegando. Si le pones mucho empeño, las cosas llegan». Ha aprendido a no tirar la toalla a base de rodearse de gente que tampoco lo hacía: «Una de las cosas que he aprendido es esa, que sean mañana o en tres años, recoges lo que siembras».