La chica que tocó en la calle con Dani Martín

YES

MARCOS MÍGUEZ

16 ago 2019 . Actualizado a las 12:14 h.

Esta artista no es una recién llegada al mundo de la música. De hecho coprotagonizó una de las anécdotas más curiosas en la historia de los conciertos en Galicia. «Yo fui la que toqué con Dani Martín en la calle», recuerda Cris Méndez con una sonrisa tan extensa como las cuerdas de la guitarra. Fue en mayo del 2011. Dani acababa de dejar El Canto del Loco para emprender su carrera en solitario. Se programó un recital en el Coliseo de A Coruña justo a la misma hora que el Deportivo disputaba un partido clave para la permanencia en Riazor. Lo cierto es que, entre unas cosas y otras, parece ser que se vendieron menos entradas de las esperadas y el promotor decidió cancelar la actuación. A Dani Martín le sentó fatal. Fue entonces cuando dijo que se desplazaría a Galicia ese día para contarles a sus seguidores su versión de los hechos. A las doce de la mañana de aquel día de mayo se presentó ante medio millar de fans y ofreció un pequeño concierto en el párking del recinto acompañado por Cris, su guitarrista y corista durante mucho tiempo. «Estuve ocho años con él, desde que se separó de El Canto del Loco y hasta hace poco. Cuando saqué mi segundo disco me di cuenta que era imposible compaginarlo con el volumen de trabajo brutal que significa estar con Dani», relata Cris. Vino a Galicia para promocionar su tercer disco, Qué hay de malo en disfrutarlo, y para participar en la grabación de un deuvedé en directo del grupo Tregua. También ofreció un concierto en el Club del Mar, una sociedad que habitualmente no programa este tipo de artistas. Lo de Cris no es actuar en lugares habituales.

MENOS DE UN KILO ES CARPACCIO

Los propietarios llevan escrita en sus camisetas la frase: «Menos de un kilo es carpaccio». Toda una declaración de intenciones. «Vendemos una media de treinta chuletones al día y todos de más de un kilo», explica Leo Cao, del restaurante Divino, un templo de la carne ubicado en O Burgo, A Coruña. Me encantó como cuidan cada detalle de la pieza que te sirven. Conocen el origen y la trazabilidad del producto. «Este es un chuletón de vaca rubia gallega de 14 años alimentada de forma natural. Cada vez nos importa más lo que comen los animales y apostamos por el ganado autóctono. Es fundamental. Su maduración es de 48 días. No maduramos tanto como hacen otros para no enmascarar el sabor de la carne», explica con sabiduría. A la hora de la presentación, lo mismo. Cortes perfectos, temperatura ideal, la grasa colocada al lado del hueso... Imponente. «Es mantequilla, ya verás como sois capaces de terminarlo», me dijo. Y tenía razón, no recuerdo la última vez que comí semejante cantidad de carne. Todo acompañado por una ensalada y unas patatas a la altura del plato principal, por no hablar de la cecina de buey con la que nos agasajó. «Y ya verás como no te sientes pesado», añadió Leo. Tras devorar un chuletón de kilo y medio no estás para realizar demasiado esfuerzo, pero es cierto que la digestión fue ligera. Me ayudaron las canciones de Cris Méndez.