Eduardo Irastorza, profesor Business School: «De repente, se está sacando más dinero de los cajeros para pagar en negro»

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Que todo lo que pase en el mundo repercute en nuestro bolsillo es una lección que ya hemos aprendido. Pero, ¿hay fecha final para esta escalada de precios?, ¿qué podemos hacer? Este experto responde. Pero avisa, las expectativas no son muy buenas

29 dic 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No es por aguar las fiestas a nadie, ni muchísimo menos. Pero vienen curvas en nuestra economía, sobre todo, en la que nos afecta al bolsillo. Al menos, eso es lo que cree Eduardo Irastorza, profesor Executive MBA de OBS Business School y consultor de planificación estratégica, que hace una radiografía detallada de la crisis de precios que estamos viviendo y de lo que nos espera en los próximos años.

—Es escandalosa la subida de precios en la cesta de la compra. Hay productos que han subido mucho más que el IPC, como el aceite de oliva.

—En el caso del aceite de oliva ha tenido la peor cosecha en muchos años. Entonces, iba a subir sí o sí, independientemente de la crisis. Pero además, se traslada en camiones y ahí repercute el coste de la gasolina, el packaging de las botellas... Ha habido una escasez de vidrio brutal en España... Eso también influye.

—La crisis es generalizada en toda Europa.

—Europa solo ha crecido en el último cuatrimestre un 0,2 %; y se espera que entre en crecimiento negativo en el siguiente cuatrimestre. Si tú tienes un crecimiento de la economía nulo o negativo, todo se resiente. Y si encima se encarece muchísimo el coste de las materias primas y el de la energía... pues eso, repercute en absolutamente todo.

—¿Y cómo salimos de este lío?

—Hay que pensar creativamente y eso requiere soluciones valientes y personalizadas. Esto no es café para todos. Es verdaderamente complejo. Si tienes una inflación del 8 o del 9 %, como en Alemania, que es un país al que le aterroriza la inflación, la economía no crece, el precio de la energía se encarece, Europa condena a Rusia como nación terrorista y a partir de diciembre ya ni siquiera se compra el gas a Rusia, eso significa que hay menos para más gente. Además, hay países poderosos como China, la India, Sudáfrica, Brasil, etcétera, que están en mejores condiciones de negociar acuerdos con los productores. Lo hemos visto en el Mundial. Ha costado 220.000 millones. El más caro hasta entonces había sido el de Brasil, con 15.000 millones. Lo que no te cuentan es que Francia a cambio de conseguir que Catar fuese sede del Mundial ha conseguido vender aviones de última generación de combate. Italia también ha vendido componentes. Y gracias a eso tienen el gas de Catar, con un acuerdo preferente. Entonces, incluso dentro de Europa, cada uno va a lo suyo.

—Volviendo a lo que nos rasca el bolsillo, ¿no hay cierta especulación con alimentos básicos? Porque las patatas de aquí al lado, también suben mucho más que el IPC.

—Lo que pasa es que tú no compras directamente la patata al productor, que te dirá que está perdiendo dinero. Igual que el transportista. Es que tiene que ganar el que compra la patata, el que la traslada, el que la envasa, el que la vende al gran distribuidor y el gran distribuidor. Es decir, la intermediación supone un incremento de ese coste.

—Pero esa intermediación siempre ha existido. No es solo de ahora.

—Sí, pero no con una inflación tan brutal. Y eso incrementa mucho el precio. ¿Que hay grandes superficies o marcas que especulan? Te tomo la palabra. Siempre lo ha habido. Pero la verdad es que ahora hay más controles que nunca. Además, están las redes sociales donde la gente puede denunciar las cosas de manera inmediata. Y eso les hace un daño brutal a las marcas. Y se están gastando muchísimo dinero en saber qué opinan de ellas en las redes sociales. Lo que sí están haciendo es aprovechar la ocasión para consolidar la parte más rentable de su negocio, que son las marcas propias. Cuanto más vendan estos supermercados con su marca, más margen de beneficio tienen. Y es un modo de poner de rodillas a las marcas convencionales. No solamente a los productores. Y algunos lo aprovechan.

—La gasolina, capítulo aparte también.

—Sí, pero por cada litro de gasolina, el 56 % son impuestos. Hemos batido récord de recaudación histórico de Hacienda. Ni en los mejores tiempos en España se había recaudado tanto a tanta gente, en tan poco tiempo y con una crisis tan grande. Es una paradoja, pero es así. Entonces, el primero que no se queja de que suba la energía es el Gobierno porque es una fuente de financiación infinita para él.

—¿En esta crisis gana el Gobierno, las empresas energéticas y las cadenas alimentarias?

—Yo pondría de los últimos a las eléctricas porque llega un momento en el que el precio de su oferta está por encima de la demanda y pierden dinero. A ellos les vendría mejor vender menos, siempre y cuando no se llevara la parte mollar el Gobierno con los impuestos.

—Entonces, ¿es Hacienda y las cadenas alimentarias los que se están haciendo de oro?

—Son los que van a conseguir sobrevivir, porque tarde o temprano les alcanzará. Llegará un momento en el que la economía sumergida se disparará. A partir de cierta cantidad de presión impositiva, recurren al mercado negro. «Hágame esto y se lo pago en negro y sin factura». Y va a provocar que haya mucho más dinero negro. De hecho, ya estábamos acostumbrándonos a la tarjeta y, de repente, se está sacando más dinero de los cajeros porque se paga en negro. Al final, se está potenciando esto de alguna manera.

—¿Se podría poner un tope a las subidas en alimentos básicos?

—Eso implica una programación económica y un nuevo modelo de Estado. Al final, un mercado se gestiona a sí mismo. Tiene que estar donde se cruza la oferta y la demanda. No puedes alterarlo gratuitamente.

—¿Pero se podría regular para que no subiera más que el IPC?

—Es que esa es la mala noticia que nadie quiere dar. Yo no puedo fijar los precios de acuerdo al IPC porque multiplico la inflación. Si tú dices: «A partir de ahora este es el precio», el productor dirá: «Pues yo no puedo producir porque esto no lo para nadie. Tú me has obligado a parar, pero el sistema no me permite parar». O, por ejemplo, se fija el precio de gasolina a un euro el litro. Vale, perfecto. Pero es que mañana Putin lo está cobrando a tres. Es que no puedes.

—¿Entonces qué habría que hacer?

—Pues a lo mejor ver qué compañías pueden comprometerse a una serie de productos a determinado precio. Y que el Estado les corresponda con determinadas ventajas fiscales. Pero luego hay que entender otra cosa, que no existe el concepto de progreso indefinido. No necesitamos progresar indefinidamente, sino mantener el equilibrio. Y eso significa que la siguiente generación no pueda vivir como esta. Siento decir que tenemos una competencia en el extranjero que no nos permite mantener este tren de vida.Exigimos cambiar el coche cada cuatro años, tener unas vacaciones en la costa, y en la India una persona está dispuesta a trabajar 16 horas al día o a cambiar su bicicleta una vez en la vida. No puedes competir con eso.

—¿Nuestros hijos vivirán peor?

—Los que vayan a vivir bien vivirán mejor que nunca, pero van a ser pocos. Y los que van a vivir peor van a ser más que ahora. En economía, el índice de Gini establece la diferencia que hay en ingresos entre la gente rica y la más pobre. Por ejemplo, en Estado Unidos en la época de Reagan, el 20 % de la población tenía el 80 % del dinero. Pero hoy en día, el índice de Gini te dice que el 10 % de los americanos más ricos concentran el 90 % del dinero. Y así en todos los países.

—¿Hasta cuándo van a seguir subiendo los precios?

—Ojalá se limite al 2023. Ya todos los analistas señalan que saldremos de la crisis en el 2024 o el 2025. Fíjate que la Unión Europea, que es especialmente optimista en sus balances, ha dicho que España va a crecer un 1,5 %, mientras que China va a crecer un 10 %, la India, un 14 %, y Alemania un 1 %. El mapa está cambiando. Somos pocos y viejos en Occidente. Imagínate que dices: «Voy a montar una fábrica de coches». ¿Dónde la montas aquí o en China que hay 500 millones de personas de clase media? Es el doble de la población de toda Europa. ¿Cómo puedes competir con eso?

—¿Y qué podemos hacer como consumidores?

—En primer lugar, asumir que vienen mal dadas. Saber priorizar. Que hay cosas que nos podemos permitir y otras no. Y hacer una provisión de fondo para lo que pueda pasar. Tener muy claro qué proporción de gasto tengo que hacer en cada una de las partidas. Y luego, cosas muy sencillas y muy concretas. No salirte de la lista de la compra. Nada de comprar por impulso como antes. Ceñirte a las necesidades prioritarias. Y comparar los precios, como en las gasolineras. Hay aplicaciones para ello.

—¿Toca mirar mucho el euro otra vez?

—Hasta dentro de dos años toca apretarse el cinturón. Como decía Winston Churchill cuando acabó la guerra: «¡Caballeros! Cinturón y sabañones».

—Pero si cae el consumo, ¿eso no es la pescadilla que se muerde la cola?

—Sí, es un círculo vicioso. Esta misma situación la vivió Japón hace años y la gente empezó a guardarse el dinero, a ahorrar a lo bestia. Si no gastas, no se mueve la economía, si no se mueve la economía suben los precios, si suben los precios no gastas y ahorras. Al final, Japón tuvo que sacar dinero con fecha de caducidad. Yo te lo doy, pero solamente te vale para esta fecha.

—Vaya depresión.

—Mira, ahora he hecho un informe sobre el black friday y empieza con una frase de Churchil que dice: «El plomo es pesado, el plomo es gris, el plomo es venenoso. No estoy hablando mal del plomo, me limito a exponer los hechos».