Déborah Murcia, psicóloga experta en manipulación: «Que tu pareja te deje de hablar como castigo es maltrato»

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La autora de «No soy yo, eres tú» explica que pensamos en las relaciones de maltrato como «alguien que pega palizas», cuando en realidad, también «son faltas de respeto o desprecio». «Pero eso es mucho más difícil de demostrar», asegura

17 dic 2024 . Actualizado a las 11:28 h.

Déborah Murcia (Murcia, 1990) acaba de publicar No soy yo, eres tú, un libro sobre el maltrato que pone el foco en la víctima. Dice que es muy difícil ver venir a un maltratador porque al principio muestra su versión prémium, y cuando deja ver su cara b ya es tarde, pero da algunas claves para que las víctimas se puedan sentir identificadas y puedan romper esa relación de «abuso». «No hay ninguna manera efectiva de cortar por lo sano, las recaídas son parte del proceso. Las relaciones de maltrato funcionan igual que la drogodependencia», dice esta experta en manipulación y narcisismo, que recomienda no perder nunca los espacios personales para tener un hilo del que tirar en caso de ruptura.

 —Hace unos días, dos mujeres que habían sido víctimas de violencia machista nos contaban que no se habían dado cuenta hasta que dejaron la relación. ¿Por qué ocurre esto?

—Claro. Hay que tener en cuenta los mecanismos que se activan cuando estás en una relación de maltrato. Por ejemplo, la negación de los hechos. Para mantenerte en ella es mucho más fácil mirar hacia otro lado que reconocerte como víctima. Porque en el momento en que lo hagas, ya tienes que empezar a implantar los mecanismos para irte de la relación. Y por otro lado, está el evitar conectar con las emociones que te generan desagrado. Todo esto hace que no se reconozcan como víctimas. También tenemos que tener en cuenta que no todo es malo.

 —¿Es una de cal y otra de arena?

—Sí, no siempre te maltrata o te humilla. Hay fases de luna de miel, te promete que va a cambiar, que va a ser diferente... Estás en este refuerzo intermitente, vas viendo pequeñas banderas rojas, pero no te das cuenta al 100 % de que es una relación de maltrato. Pensamos en las relaciones de maltrato como un tío que mete palizas, cuando, en realidad, el maltrato real, el del día a día, es muy sutil. Son faltas de respeto, desprecios...

 —¿No tiene que haber violencia física?

—Este es el tema. Para que haya maltrato no hace falta que te pongan un dedo encima. La violencia que no es física, la psicológica o la emocional, es muchísimo más difícil de demostrar. Piensas: «Es que nunca me ha pegado». ¿Cómo te vas a reconocer como víctima? Es imposible. Todos esos desprecios, estas humillaciones, que te dejen de hablar para castigarte, a veces, no nos lo tomamos como maltrato.

 —¿Por qué?

—Porque no hay tanta información todavía. Cada vez hay más, pero no la suficiente. Y por otro lado, te preguntas: «¿Cómo es posible que la persona a la que yo amo me esté maltratando?». No puede ser. Lo justificamos muchas veces. Esta es otra de las defensas de las víctimas. «Se ha puesto así, porque yo hice tal» o «ha reaccionado así porque ha tenido un mal día o está cansado».

 —Cuando tienes que justificar 1,30 euros del desayuno o no puedes tomar un café con tus amigas, como nos contaban ellas, ¿no es una señal de que algo no va bien?

—Pero en el fondo no quieres verlo. Es muy típico el «yo no me di cuenta...» Bueno, tú estabas mirando para otro lado. Eres medio consciente, pero no quieres serlo. Ese es el tema.

 —La bandera roja ya no está en el bofetón, pero queda camino. ¿Qué podemos hacer para detectar casos que lo son y que todavía no reconocemos?

—Lo primero, tener información sobre lo que es maltrato y lo que no, y para esto necesitamos, como sociedad, mucha psicoeducación. Por ejemplo, que tu pareja te deje de hablar porque has hecho algo que, bajo su parecer, no está bien, es maltrato. Que te castigue a través del silencio es maltrato. Que te triangule con otra persona para ponerte celosa, para hacerte rabiar, también lo es. Que toque tus puntos débiles para hacerte explotar, y una vez que explotas, te eche la culpa, el abuso reactivo, también es maltrato. Aunque hay información, hay mucha gente que no quiere abrir los ojos. Y, además, venimos de una generación en la que el maltrato estaba a la orden del día, sobre todo, en las relaciones de pareja. Muchas de las personas que conocemos vienen de hogares donde ha habido algún tipo de violencia, la tenemos todavía bastante normalizada.

 —¿Cómo puede saber una mujer que está siendo víctima?

—Es muy importante tener en cuenta si tú sientes que puedes ser tú en la relación, es decir, si te deja libre, te respeta... Hay un momento clave que es cuando ves que tu pareja te come terreno. Que lo que antes le parecía bien, ahora ya no le parece tanto. Por ejemplo, que salgas con tus amigas, que tengas un hobby, que tengas espacios fuera de esa relación...

 —¿Cuál es la manera más efectiva de cortar por lo sano?

—No hay. Nos cuesta mucho entender por qué esa persona está volviendo con su maltratador. Las recaídas son parte del proceso. Las relaciones de maltrato funcionan prácticamente igual que la drogodependencia. Una persona adicta a la cocaína tiene la misma dependencia que una adicta a una relación de maltrato. Cortar por lo sano va a ser difícil. Siempre pasa algo, un evento clave, que a lo mejor no es nada grave, pero es la gota que colma el vaso, que hace que la persona salga de la relación. Pero hay que aguantar muchas gotas dentro del vaso. Lo deja, vuelve, lo deja, vuelve... Una parte muy importante para poder salir de las relaciones es contarlo.

 —¿Por qué?

—Porque pasan dos cosas. La primera es que te escuchas y lo haces real en tu cabeza, «estoy en una relación de abuso», comúnmente llamadas tóxicas, pero son de abuso, y a la vez también estás incitando a las personas a las que se lo cuentas a que te echen una mano. No puedo salir sola, necesito ayuda.

 —El círculo es muy importante para poder salir.

—Hay una pieza clave: la red de apoyo. Tenemos que hacer comunidad, vivimos en comunidad. Que esa persona no sea el centro de tu vida. Que tengas tu grupo de amigas. Las amigas salvan, curan. Que sientas que si descuelgas el teléfono, alguien al otro lado te va a sostener. Y es muy importante cuando conocemos a alguien no abandonarnos con esa persona. Mantener nuestros espacios, amigos, hobbies, deportes... Porque si esa persona resulta ser un maltratador y no lo ves venir, porque no lo puedes ver venir, que tengas todavía tus espacios cuidaditos para poder agarrarte a ellos.

 —¿Y por qué muchas veces sales de una y empiezas otra también de maltrato?

—Esto pasa de manera frecuente porque el 90 % de estas personas vienen de una herida, de un trauma, generalmente de la infancia, han vivido en hogares donde han recibido abusos, situaciones de bullying en el colegio... vienen con una mochila muy pesada y entienden que eso es el amor. Y acabas creyendo que eso es una relación normal, aunque no lo sea.

 —¿No se le ve venir?

—No, te la pueden colar. Al principio, muestra su versión prémium, su mejor cara. Si de primeras te controla, te anula, te aísla, tú no te vas a quedar con él... pero si es un adulador, encantador, dices: «Qué fantasía». Además, de primeras abrazan tus heridas, por ejemplo, a esta chica la abandonó el padre, pues te hace sentir que ellos nunca lo van a hacer. Conectan con tu herida tocando un punto débil, y eso va a propiciar que cuando te maltraten, te quedes.

 —Estamos hablando en muchos casos de perfiles narcisistas.

—El perfil del maltratador no siempre es narcisista, pero todos los narcisistas son maltratadores.

 —¿Podrías definir a los narcisistas?

—Son personas que tienen un sentido de la autoimportancia exacerbado, creen que son las personas más importantes, tienen delirios de grandeza. Creen que han nacido para aportar cosas increíbles al mundo, y que el mundo les debe algo por el mero hecho de existir y respirar. Entonces, necesitan a una o varias personas a las que ir apagando para que ellos se crezcan. Humillar y vejar a una persona es la gasolina que activa el motor del narcisista. Por eso, siempre necesitan a una víctima a la que manipular y maltratar. No tienen empatía, son capaces de ver a la persona que está llorando y decirles: «A ver si acabas pronto con el drama». Esto es fuerte. Si no son capaces de empatizar con tu dolor, es una bandera roja bastante clara. Son muy ególatras, muy utilitarias, ven a los demás como un medio para conseguir sus objetivos. Pero no son fáciles de detectar, porque tienen unas habilidades sociales bastante desarrolladas, y te la pueden colar.

 —¿El maltratador a veces no se da cuenta de que lo que está haciendo es maltratar?

—Totalmente. Aquí la diferencia entre un maltratador común y un narcisista sería ver cómo reacciona ante el dolor. Hay maltratadores que sí tienen empatía cuando ven el daño que les están haciendo a sus víctimas, se echan las manos a la cabeza, y dicen: «¿Cómo he podido hacerte esto?». Lo que pasa es que necesitan ayuda para poder cambiar. A lo mejor están imitando patrones que han visto en sus casas.

 —A las mujeres todavía nos da miedo ir de noche por la calle, a los hombres, no.

—Si ellos tienen miedo de ir por la calle solos es porque otro hombre les pueda hacer daño, no porque una mujer los vaya a violar o clavar una navaja. Pero nosotras seguimos teniendo miedo. Por eso es tan importante reivindicar nuestros derechos. Sin ir más lejos, te voy a contar una cosa. El sábado iba en el metro en hora punta, y un tío intentó restregarme su paquete y me quedé paralizada. Dije: «Acabo de vivir una agresión sexual». Esto a los tíos no les pasa. Se lo intenté explicar a mi marido, y no lo entendía. Si yo, siendo una mujer feminista y empoderada, vivo este tipo de cosas, y todas mis seguidoras también lo han vivido... Hemos avanzado, pero ni una cuarta parte de lo que nos queda. Tengo amigas que tienen o van a tener niñas y que lo primero que se les viene a la cabeza es: «Por favor, que nadie la viole, que nadie la maltrate, que nadie quiera matarla...». Hasta que esto deje de pasar, la lucha feminista será necesaria.