Mario Belda: «Saber que un hijo tiene altas capacidades impacta tanto como que el niño herede 20 millones de un primo lejano»

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Tiene altas capacidades, y su mujer y sus tres hijos también. Para ayudar a familias como la suya ha creado la Fundación Jasón y ahora acaba de publicar un libro. «Si se hace de forma adecuada, al niño le da un potencial para brillar en lo que quiera», asegura

12 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuando Mario Belda tenía 3 años, su madre lo llevó al psiquiatra y le dijo que no sabía quién estaba loco si el niño o ella, pero uno de los dos seguro. «No sabía qué hacer conmigo y creo que hoy en día a veces tampoco me entiende, pero siempre me ha dicho que adelante con mis locuras, con mis proyectos, con todo lo que yo quiera. Aunque no siempre he tenido una comprensión de mi forma de ver la vida, ese acompañamiento sí lo he tenido, y es lo principal, a mí me salvó», cuenta Mario Belda, que junto a su hermana Maider, y Beatriz Belinchón, acaba de publicar Hijos con altas capacidades. Educarlos felices, donde relatan su experiencia y ofrecen propuestas prácticas para que padres, familiares y educadores, puedan conectar emocionalmente con los menores. 

—¿Qué deben hacer unos padres cuando descubren que su hijo tiene altas capacidades?

—Lo primero que hago es felicitar a las familias, porque considero que es un don. Muchas veces lo reciben con sorpresa, incluso con disgusto, por miedo a que no sea feliz o no poder estar a la altura de las necesidades. Suelo comparar con que la noticia sea que tu hijo de corta edad ha heredado 20 millones de euros de un tío lejano. A mí también me causaría cierta ansiedad y no sabría tampoco cómo gestionarlo. Pero no hacer nada no es la solución, porque te pueden multar o meter en la cárcel por no pagar un impuesto que no sabías que existía, pero lo que se dice malo no sería.

 —¿Qué supone la alta capacidad?

—Puede hacer más desafiante el acompañamiento en la educación de un niño, pero si se hace de forma adecuada, al final, la potencialidad que le da al niño le va a hacer brillar en lo que quiera. Entonces, primero, los padres que se tranquilicen, que vean que es algo bueno; y después, que pidan ayuda a personas que sepan de esto, que es lo que hacemos nosotros, por ejemplo, en la Fundación Jasón, donde atendemos a más de 300 familias. Se trata de adquirir herramientas no solo para el niño, sino también para las familias. La alta capacidad implica una serie de características que tienen mucho que ver con la alta intensidad emocional, con un elevado sentido de la justicia, con una disincronía cognitivo-emocional, y esto requiere de ciertos recursos para poder acompañar al niño primero, en que se conozca, en que se quiera como es, y luego pueda manejar ese Ferrari que lleva en su cerebro.

 —¿Qué no deben hacer?

—No decírselo al niño, tampoco pretender que, porque tenga alta capacidad, rinda por encima de la media. Son estereotipos, como lo de «no quiero etiquetar a mi hijo», ya, es que tu hijo es diferente, él lo va a percibir, el entorno también, y si no tiene una explicación, probablemente piense que le pasa algo malo. Porque no entiende a sus coetáneos, porque se aburre en clase, o no es capaz de estarse quieto escuchando algo que no le interesa y no sabe por qué. Y tampoco lo contrario, «como tiene alta capacidad, en vez de decirle que apruebe, le exijo dieces». Equipararlo al alto rendimiento es otro fallo. La alta capacidad es un potenciador, pero también de conductas disruptivas y de desconexión. El fracaso escolar es superior a la media de la población infantil.

 —¿Contigo lo hicieron así?

—Yo no tuve una infancia feliz, fue bastante dura, porque la pasé bastante solo. En la adolescencia, mi primera cuadrilla fueron mis primos, porque mi madre tiene muchos hermanos, y abunda la alta capacidad, y ahí, mejor que peor, ya encontré gente que podía ir conmigo. Pero éramos los raros en todas partes a las que íbamos. Ya en la vida adulta tuve la suerte de conocer a mi mujer, Ainhoa, también tiene alta capacidad, pero con unas habilidades sociales que a mí me faltaban y nos complementamos a la perfección. Tuvimos tres hijos con alta capacidad y la historia se repitió, y a raíz de toda esta película nació la fundación.

 —¿Es hereditario?

—Sí, tiene un componente hereditario importante, como la altura o el color de pelo. ¿Puedo nacer un hijo alto de dos padres bajos? Puede, pero no es lo habitual. Pero la alta capacidad, como todo componente genético, puede expresarse o no, en función del entorno. Hay mucha gente con alta capacidad, que la sigue teniendo, no desaparece, pero si su entorno no es el adecuado, puede que no brille por ningún lado o que no sepa ni siquiera que la tenga. Mi madre está evaluada y también tiene, mi padre no, pero me juego un brazo a que también.

 —¿Qué reconoces en un niño con altas capacidades? ¿Se percibe mejor que en un adulto?

—Yo, por lo menos, lo reconozco en ambos casos. Quizás en niños llame más la atención, y suelen ser reconocidos a nivel social cuando destacan para bien o para mal en el colegio. Hay una brecha de género, las niñas pasan más desapercibidas. Y, en principio, hay tantos niños como niñas con alta capacidad, pero hay más niños identificados.

—¿Por qué?

—Por condiciones sociales. De una niña que saca notas brillantes nos sale decir «qué trabajadora y responsable es», y del niño «qué listo». Las niñas enseguida se dan cuenta de que destacar a ciertas edades no les aporta nada positivo y se camuflan. He visto cómo han hecho exámenes mediocres a posta para no destacar. Los niños igual tienen un comportamiento más disruptivo, se rebelan antes, si algo no les gusta en clase, se pelean con el compañero... A veces se detecta la alta capacidad, y no por el rendimiento, sino porque van al psicólogo o la orientadora y los padres les dicen: «Es que tiene una intensidad que no puedo con él», y en cuanto los vemos personas especializadas, le hacemos la prueba y, efectivamente, nos dice que sí. Pero no ha venido por las buenas notas, sino porque los profes no saben qué hacer con él. Otros van estupendamente en clase, son sociales... Es un perfil muy diverso el de la alta capacidad.

 —¿A qué edad se puede percibir?

—Diría que desde que nacen. Yo he visto niños de menos de 1 año que no saben hablar, pero por la mirada se puede percibir. No se puede medir, no tenemos herramientas, pero podemos sospechar. En situaciones normales, las pruebas se recomiendan a partir de los 6, pero si hay alguna dificultad o sospecha que pueda estar relacionada con la alta capacidad, a los 4 también se puede hacer.

 —¿Para qué sirven?

—Nosotros hacemos una prueba muy completa, no recomendamos hacer solo la medida del coeficiente intelectual (CI), sino que incluye personalidad, perfil emocional, sensorial, creatividad, visión espacial, el razonamiento lógico-matemático, comprensión verbal, memoria... Con esto lo que tenemos es una foto de cuáles son sus áreas fuertes y otras que no lo son tanto, que no es que necesite mejorar, sino que tiene una puntuación como la media. Dos niños pueden tener el mismo CI, pero uno puede tener una puntuación similar en todas las áreas, y otro un pico alto, por ejemplo, en creatividad, y bajo en velocidad de procesamiento, y estaríamos hablando de un chaval que va a tener mucha frustración, porque es muy creativo, pero cuando quiere llevar a la práctica las cosas, se atasca. Por eso es importante la foto completa más allá del CI.

 —En el libro decís que el límite de 130 está obsoleto.

—Está ahí, porque, como todo en la Administración, tiene que estar bajo una vara de medir, y hay que poner una barrera. Como el carné de conducir: apruebas o suspendes, pero eso no quiere decir que seas buen o mal conductor. Puedes suspender porque no tienes ni idea o porque te pones muy nervioso, y el resultado es el mismo, pero la forma de solucionarlo no tiene nada que ver.

 —¿Hay veces que se puede confundir con el TEA?

—No es que se puedan confundir, es que incluso pueden convivir. Hay características de algunos perfiles que pueden confundirse. Por ejemplo, mi caso hubiese sido uno de ellos. Cuando es un niño que tiene un aislamiento social, que está a gusto en su mundo, es compatible con TEA (trastorno del espectro autista) . Pero si el motivo no es una falta de habilidades social innata, sino una falta de conexión con sus coetáneos, cambia mucho la foto, de ahí el hacer las pruebas. Nosotros cuando tenemos sospecha de TEA, hacemos las dos.

 —Cuando se tiene la certeza de que un niño tiene altas capacidades, ¿se debe mirar a la familia?

—Nosotros recomendamos que siempre se mire a los hermanos, si los tiene, y animamos a los padres a que hagan la prueba, más que nada por el mensaje que les estás transmitiendo, de orgullo e identidad. A los hermanos sí, sobre todo, porque ocurre mucho que son perfiles diferentes, igual uno viene porque es muy intenso, da mucha guerra en clase, y, en cambio, la hermana es muy estudiosa, aplicada, no da guerra, y corremos el riesgo de que pase por alto.

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 —¿Por qué causa sufrimiento saber que tienes altas capacidades?

—No es que cause sufrimiento, sino que vivimos en una sociedad muy normalizada. Todo lo que sea diferente se mide con recelo. Es más complicado vivir midiendo 230 centímetros que 180, porque tienes que agacharte en las puertas, los asientos del bus no están hechos para ti... No es malo, pero tienes dificultades, porque el mundo está hecho para lo estándar. El sistema educativo está hecho para la mayoría. Además, hay muchos más miramientos para que los que tienen necesidades a la izquierda de la campana de Gauss, y los que estamos a la derecha igual tenemos las mismas, porque los estudios no están pensados para nosotros. Se pretende que todos lleguen a 4.º de ESO con el mismo nivel de conocimientos, y eso es muy frustrante para una persona con alta capacidad. A veces unos se rebelan y tienen comportamientos disruptivos, otros son incomprendidos y caen en depresión, otros se adaptan perfectamente y son absolutamente felices y sociales... Hay de todo. Por experiencia, cuando das con la tecla adecuada o tenemos el acompañamiento adecuado podemos hacer cosas increíbles.