El peluquero coruñés que está en el top nacional y cerró en cinco días la agenda del 2025: «Con un corte al año es suficiente. Para hacerlo bien hacen falta dos cosas»

YES

Carlos Bardullas ha sido distinguido varias veces como mejor estilista y formador de España.
Carlos Bardullas ha sido distinguido varias veces como mejor estilista y formador de España. ANGEL MANSO

Fue varios años mejor estilista de España y no tenía, al principio, ni un pelo de vocación. Carlos Bardullas, de Camariñas, empezó montando un «chiringuito con una mesa de televisión y un espejo» para pagarse los estudios. Hoy hace en A Coruña, con las dos manos a la vez, un corte único en el mundo

05 feb 2025 . Actualizado a las 14:47 h.

Por los pelos es estilista el peluquero coruñés que tiene un corte único en el mundo, y rebosante de lista de espera la agenda del 2025. El método de Carlos Bardullas es, en realidad, un «sistema» y consiste en un corte que no es inglés, sino el entrenado arte de dos manos nacidas en Ponte do Porto, que saben hacer encaje de bolillos de cabello y tocan el éxito nacional e internacional atrayendo cabezas a este «recunchiño». Cómo se llega a ser el mejor estilista del país, este estilista que lo logró varias veces dice no saberlo. «Soy peluquero de forma casual —asegura—. Yo pensaba hacer Magisterio o algo relacionado con las Bellas Artes». Sin referencias capilares en casa ni referentes cercanos en el manejo del peine y el cepillo, este peluquero se cortaba de niño «el pelo en el cole, en el seminario». Sin más historia.

Carlos fue seminarista antes de hacer Decoración en la escuela Pablo Picasso de A Coruña. «No quería quedarme en el pueblo, me dijeron que había Peluquería en el Fernando Wirtz y allí me matriculé por el Dibujo Artístico y el Dibujo Lineal, pensando que me podía convalidar para hacer después Decoración o algo parecido», comienza.

Entró en el instituto y, cuando tocaba Peluquería, se iba a casa para dedicarse a dibujar y pintar, y ganar opciones de entrar en la Pablo Picasso. Una llamada de atención del director fue como un tirón de pelo: «Oye, Carlos [le dijo], tú has venido aquí a hacer Peluquería. Tienes que ir a Peluquería». A mitad de curso, el joven artista debió comprarse secadores, peines, cepillos... «¡En mi vida, había cogido un secador! En el seminario te cortaba el pelo el profesor al que le tocara y el barbero del pueblo tenía solo lo básico. Entré en Peluquería en un año en que era el único chico. ¡Me parecía horroroso! Para ir sobrellevándolo, hice un trato con mis compañeras. Les dije que les hacía los dibujos si me hacían la parte de la peluquería. ¡Pero aquello no colaba! Yo suspendía. Las señoras incluso decían: ‘¡Ese chico que no me atienda!», confiesa.

Los principios fueron duros como raparse al cero. Pero una cuñada de Carlos tenía una amiga que tenía una peluquería, y con esa ondulada y sedosa cadena de relaciones femeninas, el peluquero empezó a tomárselo en serio para salir adelante. «Aquella peluquera coruñesa me dijo que tenía madera de peluquero», comenta sobre la gran oportunidad que tuvo en los ochenta. «Así empecé», subraya quien seguía evitando el aire de los secadores. «A una profesora que tuve en aquel tiempo le dije: ‘No me gusta la peluquería’, y me dijo: ‘Si no te gusta, no sigas, pero si lo que piensas es que no es una profesión de categoría, estás equivocado. Si te gusta, tómatelo en serio y haz carrera de esto’. Aquellas palabras me quedaron marcadas. Era verdad que una amiga hacía Filología, otro Derecho..., y al principio la gente me decía: ‘Vas a ser un barbero’, como si fuera malo», recuerda el hoy estilista de premio con un método «terapéutico».

Carlos fichó un centro de peluquería de Salamanca «que era muy bueno» y se aplicó al estudio. Como sus padres no podían pagarle los estudios, montó «un chiringuito con una mesa de televisor y un espejo» para ganar dinero para poder formarse. Todo lo que ganaba en el trabajo lo invertía en costear su formación y ampliar sus estudios. Carlos Bardullas se formó a lo largo en Salamanca y en Madrid con profesionales de primera y esto le llevó a montar el negocio en casa, en Ponte do Porto, donde estuvo 15 años palillando clientela. «Primero monté un salón, después otro, cerré y monté otro más. Y en un momento pensé: ‘Esto tiene que cambiar. Quiero irme a Coruña, quiero trabajar para firmas internacionales’».

Fue pensarlo y mudarse con su método a A Coruña. Compró un local en una entreplanta y a triunfar pasado el tiempo de los recién llegados... «Yo no quería tener un local a pie de calle. Quería trabajar mi método de forma exclusiva. Y que la gente cuando viniese al salón viniese queriendo un cambio», explica. Su sistema requiere dos manos y tiempo. Entre una hora y media y dos horas le lleva hacer un corte de pelo.

Únete a nuestro canal de WhatsApp

«Lo fácil es cambiar»

Bardullas inauguró un concepto más allá del lavar+cortar+peinar. Él quería competir con «el peluquero de Madrid, el peluquero de Barcelona, con el referente». Empezaron a visitarlo pronto mujeres de Madrid y Barcelona que estaban trasladadas por trabajo a Coruña, gente empleada de grandes empresas. «La gente de fuera fueron las primeras clientas. Gente que igual vivía en Coruña, pero solía ir a cortarse el pelo a su ciudad, a Madrid, a Bilbao, a Barcelona... Gente que sabía perfectamente lo que quería: un corte diferente, y no de media hora, un corte donde se trabajase el cabello y se cambiase su estructura», explica con estilo. Más que para quienes apuestan para el cambio, su sistema «apuesta por mejorar el cabello». «Porque lo fácil es cambiar —no duda—. Lo fácil es que tu melena larga la convierta en melena corta. Lo difícil es mantener la melena como está, cortar las puntas, pero que el pelo tenga volumen, que no se encrespe, que las capas no se noten y que sea fácil de peinar a diario». Para Bardullas, el «que se note el corte» es un buen punto.

«Necesitas dos cosas: agua y manos. No se trata de productos...».

Tras trabajar con varias firmas internacionales, como Goldwell y Revlon, primero como técnico y después como estilista, lo llamaron de la multinacional Procter & Gamble y lo contrataron como embajador de una de sus firmas a nivel nacional e internacional. Durante cuatro años, Carlos recorrió España como una larga melena dando formación sobre su método de corte, Ambidextra.

Ahora, acaba de ser finalista como mejor formador de España por tercera vez, tras distinguirse un par de veces como mejor estilista del país. «La clave es que el corte te quede bien el día que vas a la pelu, que sea fácil de peinar y que perdure en el tiempo», sistematiza.

Ni las mujeres a partir de los 40 deben cortarse el pelo ni el rubio es la mejor alternativa a la cana, «que no le queda bien a todo el mundo», se moja. Él necesita siempre trabajar con las dos manos para dominar el cabello, tras «mucho entrenamiento de la zurda». Y con ello logra, asegura, «darle volumen a un cabello fino, que el pelo no se encrespe, que un pelo rizo pueda eliminar el rizo o dar un poco de profundidad o que un cabello encrespado reduzca su volumen». «Necesitas dos cosas: agua y manos. No se trata de productos...».

Con un corte al año es «suficiente», afirma. «Hay gente que viene de Londres o París una vez al año. Hay clientas que reservan un hotel para venir a cortarse». Y también hay quien pone la cabeza en manos de Carlos cada dos o tres semanas. «En cinco días llenamos la agenda de todo el año, con lista de espera», comenta con sus ya 22 años al frente de su salón de A Coruña.

«Si una clienta atraviesa una separación y me pide un corte, le digo: ‘¡Yo no te lo pienso cortar! Este no es el momento. Luego me dan las gracias...»

Él, pese a la experiencia y los éxitos, sigue rizando el rizo de si su vocación es o no ser peluquero. Pero mientras pule su concepto, sigue dándole a la cabeza y moviendo las manos. Y haciendo agenda. Antes de hacer un corte, hace examen a sus clientes. Ojo, nunca con intención de suspenso... Primero habla con ellos, que suelen ser ellas. Para que el corte encaje con el rostro y la persona, y también con el momento. «Si una clienta atraviesa una separación y me pide un corte, le digo: ‘¡Yo no te lo pienso cortar! Este no es el momento. Luego me dan las gracias», revela quien cuenta con un Club de las Sistematizadas (así se hacen llamar sus clientas asiduas).

Carlos Bardullas no pone una mecha ni lava una cabeza. Se dedica en exclusiva a hacer su corte a dos manos («Cuatro al día, dos por la mañana y dos por la tarde»). Su sistema evita el uso de secador («lavas el pelo, lo secas al aire y ya, no necesitas brushing») y sus colecciones de peinados son un espectáculo de emociones. Ha hecho uno especial en homenaje a Samuel Luiz, porque valora ante todo «el respeto», y toda una colección inspirada en Camariñas.

Marga Vidal, su mujer, es la otra parte de Bardullas. «Ella es el corazón de verdad de la peluquería», de este salón que cuida cabellos venidos de Londres, de París y de otras ciudades del mundo solo para llevarse un corte... único.