Xavier de Donato, decano de Filosofía de Santiago: «Desde la filosofía cínica se pueden explicar fenómenos como el de Monedero y Errejón»

YES

El triunfo de Trump, la condena a Rubiales, las denuncias contra líderes de Podemos o el auge del populismo en el mundo y la ultraderecha en Europa piden también una mirada filosófica. Hoy triunfan los estoicos, pero hay un peligro, «entender la filosofía como autoayuda». Nada más lejos, advierte
10 mar 2025 . Actualizado a las 11:53 h.El mundo contemporáneo, este que nos preocupa (cada vez más) y nos ocupa (en inteligencias artificiales y empleos nuevos), pide una mirada filosófica. El bum que viven actualmente los estoicos, con Epicteto y Marco Aurelio en el top-ventas, quizá llena de sentido un agujero en la capa de ozono del pensamiento.
Superado el 50.º cumpleaños de los estudios de Filosofía en la facultad de Santiago, hablamos con Xavier de Donato Rodríguez, decano de la Facultad de Filosofía de la Universidade de Santiago, y uno de los fundadores del Instituto de Investigación en Humanidades, para preguntarnos sobre la utilidad de la filosofía para enfocar fenómenos como el auge del populismo y la ultraderecha, el caso Rubiales o el reciente escándalo Monedero.
«En un inicio, en los 70, los estudios de Ciencias de la Educación, Psicología y Filosofía estaban unidos. Luego se fueron separando. Cumplimos 50 años desde que se imparten estudios de Filosofía y somos una facultad básicamente al cargo de dos titulaciones. En el grado de Filosofía se imparten materias que tienen que ver con la antropología, lo que no es exclusivo de Santiago», sitúa De Donato. «Con nosotros se forma mucha gente que después no va a tener la salida más lógica que puede tener un filósofo, que es la enseñanza, sobre todo la secundaria. En Filosofía tenemos un plantel de profesores que hay que renovar, se trata de nichos pequeños».
—¿Hay otras salidas laborales para el que estudia Filosofía?
—Muchos de los egresados de la Universidad [los que terminan el grado] terminan trabajando en empresas y en instituciones públicas. Pero la Universidad en general tiene hoy un gran problema, la conexión con el mundo laboral.
—¿Hay conexión?
—Creo que la comienza a haber. Nosotros tenemos un programa de prácticas académicas externas. Además de cursar materias que tienen en el grado, los alumnos hacen una serie de créditos que tienen que ver con la realización de una actividad o una empresa. Puede ser una biblioteca, una fundación, una asociación... Muchos de estos estudiantes mantienen con esa institución o empresa un vínculo que se acaba afianzando.
—Hay que romper ya el cascarón de la filosofía, abrirla al mundo...
—Claro. Es importante que los estudiantes de secundaria se sientan reconocidos y protagonistas, y en esto la filosofía les puede enganchar mucho. Les ayuda a situarse en el mundo, en un mundo complicado en el que nos llueve información de todas partes y sesgada, parcial. Muchas veces, más que información, es desinformación. Los adolescentes son más proclives a caer en este tipo de riesgos, pero esto no es por su culpa. Es en parte por una desatención a esos temas en la educación. Hay una tendencia, en todas las sociedades, a echar las culpas a alguien. «La culpa la tiene el sistema educativo», «la culpa la tienen los padres, que les dejan usar sin ningún tipo de criterio los móviles»...
—Los padres celebran muy poco que se estudie Filosofía. Era bastante habitual el «¿Filosofía? Eso no te va a dar de comer»...
—Eso es típico. Los padres hace 20 o 30 años decían este tipo de cosas. Mis padres en este sentido cambiaron de opinión. Vieron que con la filosofía se podía llegar a alguna parte.
«La filosofía te da competencias que no son habituales en otras formaciones. Te hace competente en un nivel de pensamiento profundo, más diverso, que te permite tomar distancia de las cosas, mirar el concepto o el argumento fríamente. Esto es importante, escapar de cualquier intromisión ideológica o de la manipulación»
—Dicen que estamos en un mundo de competencias y habilidades, no de filosofías.
—La filosofía te da competencias que no son habituales en otras formaciones. Te hace competente en un nivel de pensamiento profundo, más diverso, que te permite tomar distancia de las cosas, mirar el concepto o el argumento fríamente. Esto es importante, escapar de cualquier intromisión ideológica o de la manipulación. Aristóteles dijo que los seres humanos somos sociales y Santo Tomás no corrigió a Aristóteles, pero le hizo la observación de que, más que sociales, somos familiares. Se puede aprovechar este pensamiento. Porque lo que se ve hoy es una sintonía con personas y grupos que piensan como nosotros, que actúan como nosotros. Nos alimentamos de las opiniones que son especialmente similares a las nuestras. Así como internet ha creado una especie de apertura a los demás, también ha creado aislamiento.
—Las redes crean «spas» de pensamiento, donde las ideas que tienes van aumentando el volumen.
—Sí. Algunos teóricos hablan de la burbuja como metáfora. Nos encontramos subsumidos por burbujas...
—¿La generación Z es la menos interesada en la filosofía? ¿Cómo explicas el nuevo bum que viven los estoicos?
—Hay el peligro de entender la filosofía como autoayuda, que tiene que ver con una banalización del pensamiento, o con un no-pensamiento. La filosofía no es un conjunto de recetas fáciles, es un cuestionarse casi todo. No para llegar a una conclusión, a la que seguramente lleguemos, y que será una conclusión profesional. Eso no es diferente de la ciencia, que llega a conclusiones provisionales siempre. Hay una banalización de la filosofía, pero no es eso lo que tienen los estudiantes de hoy en mente. Hay que revisar la forma de enseñar la filosofía. Porque no es estudiar rápido las ideas de otros, sino más conquistar uno sus propias ideas con su pensamiento. Hay quienes defienden que la filosofía debe estar presente ya en primaria, porque es inseparable de la formación de un ser humano. Es natural que un niño pequeño haga preguntas que su padre o su madre no sepan contestar. ¡Esas dudas es posible aprovecharlas! La gente que llega a la facultad es gente curiosa, a la que gusta profundizar, y que ha ido viendo que con la formación recibida no es suficiente. Las carreras humanísticas ofrecen una versión transversal, mucho más panorámica, que se alimenta de la cultura, que es como el pan que comemos. Así como se dice que somos lo que comemos, lo mismo pasa con el alimento intelectual del que nos nutrimos.
«El que tiene muchas respuestas y durante mucho tiempo, ¡malo! En cuanto asome la duda, malo, todo se resquebraja. La respuesta nos tranquiliza, pero el tener respuestas para todo no te permite avanzar»
—¿Lo sano, aunque duela, es dudar?
—El que tiene muchas respuestas y durante mucho tiempo, ¡malo! En cuanto asome la duda, malo, porque todo se resquebraja. La respuesta nos tranquiliza, pero el tener respuestas para todo no te permite avanzar. En algún momento se me ocurrió hacer una doble titulación de Arte y Filosofía, porque están muy conectados por la creatividad. Hoy, en la Universidad de Oxford, una de las titulaciones más exitosas es una titulación mixta que tiene un poco de filosofía, un poco de economía y un poco de política. Estamos en un mundo diferente al de hace años, donde lo que pase en China nos repercute. Una comprensión política del mundo necesita de una comprensión filosófica. En España no se ha explorado mucho la utilidad práctica que tiene la filosofía.
—¿En qué pueden ayudarnos a resolver problemas los antiguos griegos?
—Las ideas de Epicuro o los estoicos sobre economía tienen cierta resonancia en nuestros problemas actuales. La idea del crecimiento está basada en una de progreso sin límite. Los antiguos vieron ya otras formas diferentes de progresar.
—¿Tiene relación con el estoicismo una política de recortes?
—Sí, pero no lo digo para justificar una política de recortes.
—¿La filosofía ayuda a entender la recesión en Alemania?
—Yo creo que sí. La situación económica en Alemania y en muchos otros países. Nosotros en breve vamos a tener una mesa redonda sobre el auge de la ultraderecha en Europa y en España. Y vamos a tratar el caso de Alemania, donde esa recesión ha sido entendida por una parte de la población de una forma que está muy conectada a ideas gratuitas y falsas, como «la culpa la tienen los extranjeros». La población es fácilmente sugestionable por los datos económicos, pero estos datos son de los que se pueden manipular mejor.
—¿La felicidad y la filosofía tienen relación, aunque no sea la que se vende?
—Sí, yo creo que sí. Nietzsche solía decir que la filosofía no vale de nada si no se predica con el ejemplo. Los antiguos esto lo sabían muy bien, pues veían la filosofía como una forma de estar en el mundo. En el siglo XX, en que empezó a haber muchos filósofos académicos, hubo también ejemplos de gran compromiso social, con la sociedad de su tiempo, no solo para comprenderla, sino también para cambiarla. Un ejemplo es la escuela de Fráncfort tras la Segunda Guerra Mundial.
—¿Con qué filosofía enfocamos la sentencia de Rubiales por el beso a Jenni Hermoso?
—El caso Jenni Hermoso demuestra muchas cosas. Que hay gente que no está dispuesta a pensar sobre ciertas cosas y lo que le dice al otro es que «está sobredimensionando». Lo que ocurre con el caso Rubiales, en la sociedad, es un diálogo de besugos. No se entienden unos a otros. La capacidad de escuchar al otro, de ponerse en su lugar y querer entenderlo y entablar un diálogo es lo que propone la filosofía. Hay una tendencia a las grandes frases que no dicen nada. Leí hace poco una entrevista a Albert Boadella en que el titular decía: «Nadie le puede echar la culpa de una violación al género masculino». Es una frase sin sentido, en filosofía a esto lo llamamos «hombre de paja». No podemos vivir caricaturizando al contrario.
—De Hermoso se hacen conjeturas. En Rubiales es todo evidente.
—En El mito de Sísifo, Albert Camus dice: «Lo que para uno es un axioma del que no se puede dudar para otro es un excelente ejemplo de petición de principio, de cosa que hay que argumentar. Tú puedes ver evidente algo que otro no ve. Si hay alguien que cuestiona tu principio, tú has de argumentar por qué es tan bueno ese principio que tiene.
—¿Los cínicos clásicos pueden explicar comportamientos como los que se han denunciado de Monedero y Errejón?
—Sin duda. Desde la filosofía cínica se puede explicar gran parte de la psicología y los procesos sociales que acarrean estos fenómenos. Los cínicos rechazan que se dé tanta importancia a la sociedad y a los valores convencionales, que tienen que ver con la fama y el dinero. Ellos tenían una ética alternativa que puede ser un espejo para nosotros. No vivir con respecto a los valores que uno enseña está señalado por los cínicos como algo inconsecuente, que hace daño a la sociedad y al propio individuo.