
En un par de meses conseguir mesa en estos locales será misión casi imposible. Por su cocina, su ambiente o sus vistas se convierten en foco de atracción. Así que este es el momento de disfrutarlos en plenitud y sin agobios
10 may 2025 . Actualizado a las 14:34 h.Hay lugares que se convierten en reclamos en sí mismos. A veces basta con unas reseñas en prensa, una imagen en redes sociales o unos comentarios positivos en determinados foros para que todo el mundo quiera visitarlos. La cuestión es que en muchas ocasiones todo el mundo quiere visitarlos en el mismo momento o en la misma época del año —generalmente, durante los meses de verano—, por lo que conseguir una mesa o un espacio en ellos no siempre es sencillo. Para disfrutarlos como corresponde, con el mejor producto, la mejor atención y sin agobios, lo mejor es aprovechar estas semanas que aún quedan hasta que empiece la temporada alta. Después, a buen seguro, serán los turistas quienes hagan acopio de la mayor parte de sus reservas.
EL MEJOR ATARDECER
La Tita de O Portiño será uno de los mejores lugares de la ciudad para presenciar el eclipse total solar que se podrá ver el 12 de agosto del 2026 en A Coruña. Queda mucho para ese momento único, pero mientras tanto, cualquier tarde despejada ofrece otro espectáculo natural: la puesta de sol sobre el Atlántico, desde una de las terrazas más privilegiadas de la ciudad.

No es casualidad que en verano este rincón se llene. «De junio a septiembre es cuando más afluencia tenemos», explica Carlos Vázquez, responsable de negocio de La Tita Rivera O Portiño. «A mediodía solemos tener grupos grandes y familias, pero al atardecer el ambiente es más relajado, con grupos pequeños que vienen a tomar algo y ver la puesta de sol». Así, las mesas con mejores vistas al mar no se pueden reservar y se asignan por orden de llegada, mientras que el resto del local sí permite reservas, tanto online como por teléfono.
El secreto está en la combinación: buen ambiente, vistas al mar y una carta pensada para compartir. Torreznos y tortilla son los imprescindibles, aunque los fines de semana la parrilla exterior entra en escena y convierte los platos a la brasa en los grandes protagonistas.
La Tita Rivera aterrizó en O Portiño en el 2020, recogiendo el testigo de uno de los locales míticos de A Coruña, que cerró tras 17 años de actividad. A mitad de camino entre bar, restaurante y pub, el espacio destacó por su cocina tradicional y vegetariana, puestas de sol desde la terraza, noches con DJ y mañanas de fiesta en San Juan.
La terraza, símbolo del mirador coruñés por excelencia, volvió a la vida de la mano de Hijos de Rivera, manteniendo la esencia del lugar pero renovando tanto su propuesta gastronómica como estética.
Mucho ha cambiado el entorno desde aquellos años. El paseo marítimo, que llegó hasta esta zona en el 2004, transformó la relación de los coruñeses con este rincón del litoral. Hoy, La Tita de O Portiño se ha consolidado como un punto de encuentro para locales y visitantes. «Recibimos bastante cliente turista, tanto nacional como extranjero», comenta Vázquez. Porque ver la puesta de sol aquí no necesita eclipses para ser inolvidable. Eso si el tiempo lo permite. Un buen día soleado de este mes de mayo es una buena opción antes de que el fructífero verano llegue.
DE POSTAL EN A ILLA
A Illa de Arousa es un tesoro en el corazón de la ría que ha dejado de ser el secreto mejor guardado para convertirse en uno de los lugares de peregrinación inexcusables de quienes hasta Galicia se acercan. Y además de sus muchos reclamos naturales, en el ámbito de la gastronomía destaca sobremanera la propuesta de Punta Cabalo, un restaurante marinero habilitado en el faro que aún alumbra desde el extremo occidental del territorio isleño. El entorno no puede ser más idílico. Sobre un conjunto de imponentes bloques de granito (en Arousa y la costa gallega se llaman cons) se yergue la estructura cuadrangular del faro. Su planta baja acoge la cocina y un coqueto comedor con seis mesas. A su alrededor, unas plataformas de madera perfectamente integradas sustentan, literalmente sobre el mar, la fenomenal terraza, en la que se instalan otras diez mesas. Las vistas y los atardeceres no pueden ser más impresionantes. Con la isleña playa de Area de Secada al sur y la sierra de Barbanza en el horizonte. Pero de poco serviría el decorado si la cocina no estuviera a la altura, así que, conocedores de tal circunstancia, los responsables de Punta Cabalo, Roi Lojo y Raquel Martín, ponen especial énfasis en la excelencia culinaria de su propuesta.

Basada fundamentalmente en dos pilares: la extraordinaria calidad del producto y una cocina sencilla que respeta los principios de la tradicional sabiduría culinaria marinera que existe en la costa gallega.
De entre los platos emblemáticos de la carta de Punta Cabalo sobresale el bogavante con huevo frito y patatas fritas. Ellos fueron de los primeros en ofrecerlo en Galicia. No le desmerecen los arroces. Por supuesto, también lo hay de bogavante, además de otros como el de centolla o nécora (en función de la veda), el de marisco y algas o el de choco. Y si de cocina marinera hablamos, no pueden faltar los soberbios guisos de pescado, en función de lo que cada día ofrezca el mercado.
Otra especialidad de la casa son los escabeches caseros. Sublimes el de atún y el de mejillones. Y, cómo no, también tienen una presencia destacada los bivalvos de la ría: desde los berberechos al vapor hasta las almejas a la sartén pasando por la zamburiña negra autóctona.
Hasta el verano Punta Cabalo abre solo de jueves a domingo al mediodía. En los meses estivales abre todos los días y su cocina está activa de forma ininterrumpida de 13 a 22 horas.
EN EL CASCO HISTÓRICO
«Nuestra base es toda de producto gallego, comercio local y de proximidad», remarca Sara Sorey Domínguez, propietaria de As Greas, un espacio gastronómico que viene a ser como el secreto a voces del casco histórico de Pontevedra. A fin de cuentas, como remarca su cocinero, Alejandro Mansilla Salinero, «lo primero que nos distingue es que todas las mañanas voy al mercado». «A mí personalmente es algo que me gusta y quiero que, de alguna forma, me acompañe el restaurante», indica. Esta filosofía conlleva inexorablemente que la carta sea dinámica: «Vamos a tener ciertos productos o ciertos platos que cambien cada día o que dependerán de cómo vaya el mercado. No es una carta cerrada, más cómoda. Nosotros nos complicamos un poco y nos volvemos locos, porque queremos que nuestra carta sea algo divertido, pero también sencilla de entender. Y queremos que cada vez haya más Galicia», remarca dejando claro que esto no significa que se centren en la gastronomía tradicional, sino que, en ocasiones, optarán por elaboraciones de otras geografías en las que, eso sí, siempre habrá productos locales... pulpo, sardina ahumada, puerros, croca, bonito listado o, incluso, espárrago verde. «Ahora lo tenemos en carta porque me consiguen en el mercado unos espárragos frescos que vienen sueltos. Creo que lo que más nos diferencia es eso, que no todo el mundo va al mercado todos los días, no todo el mundo tiene esa rotación de platos. Y mucho menos en un restaurante que ni pretende, ni es en ningún momento un semigastronómico o algo del estilo. No pretendemos diferenciarnos por la alta cocina, sino por lo contrario. Lo que queremos son unos precios contenidos y producto que pueda haber en Galicia», apunta.

Alejandro reconoce que el recibimiento a esta propuesta «está siendo muy buena. No hemos hecho un cambio de ciclo anunciándolo demasiado, ni basándonos en redes sociales. Queremos ir poco a poco. La gran obsesión ahora es que las cosas estén ricas, que la gente se vaya contenta, y es lo que creo que estamos consiguiendo. No estamos teniendo mucho volumen de momento, es una época baja al fin y al cabo, pero seguramente si hubiéramos anunciado en redes o hecho una inversión en márketing, a lo mejor la respuesta hubiera sido más bestia. Queremos ir a algo progresivo y poco a poco, pero la respuesta está siendo muy positiva entendiendo que cuando haces una carta más de mercado, va a haber gente a la que no le gustes», añade remarcando lo que es ya un santo y seña de As Greas: «No tenemos patatas fritas en ningún plato».
Famosos en Muxía
En el paseo marítimo de Muxía destaca A Lonxa D'Álvaro, un negocio para el que en verano solo es posible comer si uno reserva con bastante antelación. Este municipio es final del Camino jacobeo. Allí se encuentra también el Parador Costa da Morte. Y tiene uno de los principales puertos deportivos de la comarca. Atractivos todos ellos que, junto con el paisaje y la propia gastronomía, atraen a numerosos famosos incluso. Cándido Conde-Pumpido, Matías Prats, José Luis Martínez -Almeida, Miguel Ángel Nadal o Manuel Enrique Mejuto González son algunos que le vienen a la memoria al propietario, el muxián Álvaro Rodríguez Caamaño. Abre desde Semana Santa a diciembre y los miércoles cierra por descanso.
El nombre del establecimiento ya deja entrever su apuesta: los pescados y los mariscos recién salidos del Atlántico. Es un restaurante que cuenta con un bagaje de muchos años de cocina, pues desde los doce que tenía el propio chef, recuerda estar ya entre los fogones y la sala del primero de los locales que dirigieron sus padres.
Con el comienzo del nuevo siglo, el muxián se puso al frente de la tradición familiar. Su madre, las islas Canarias y la «prueba-error» fue su mejor formación. Desde el 2019 dio un cambio al negocio y ahora toda la carta gira en torno a un horno-parrilla. Incluso a los arroces y la fideuá les da el toque final a la brasa. «Adoitamos ter o mellor de cada tempada. A raíz é o produto sempre», explica el cocinero. Por ello, cada semana hay nuevos platos. En estos momentos potencian los pescados encurtidos y ahumados.

Resultan llamativas, por ejemplo, las distintas preparaciones que ofrece para el pulpo. «É para darlle un matiz e diferenciarnos», comenta. Ahora bien, la que propone con chorizo está de moda este año, reconoce: «É un espectáculo, a xente sorpréndese». Para ello escoge un «bo» embutido casero de la localidad. El bogavante con huevos y patatas fritas también arrasa. Pero entre los pescados a la parrilla, la lubina es la estrella. Del anzuelo, llega «viva» al establecimiento.
No se olvida de la carne Álvaro Rodríguez, con una bien sabrosa, la Wagyu, raza de vaca originaria de Japón que se cría en España. Los percebes, por supuesto, son otro aliciente de A Lonxa D'Álvaro. Longueirón de Fisterra, escarapote, rodaballo... No falta de nada. Tampoco una tarta de queso al horno que ya es «internacional» o torrijas. El precio medio por comensal se sitúa entre los 40 y los 45 euros.
Este local tiene una decoración muy cuidada que lo convierte en una extensión del muelle. Cuenta con una terraza bioclimática y con calefacción, y con una fila de mesas bajo toldo. «Os nenos sempre están na praia de enfronte», traslada el gerente. Un equipo integrado por ocho personas (diez en verano) son el alma del restaurante.