Laura perdió a su hijo en casa: «Nuestro bebé de 15 meses se murió atragantado con un trozo de manzana y ahora ayudamos a otros padres a evitarlo»

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Laura Elena García junto a su hija mayor, Regina, su perro y su marido con camisetas de su fundación, Gogo Por La Vida.
Laura Elena García junto a su hija mayor, Regina, su perro y su marido con camisetas de su fundación, Gogo Por La Vida.

La pérdida de su pequeño Rodrigo fue devastadora, pero estos padres decidieron que serviría para salvar la vida de otros bebés impartiendo formaciones: «Pasaron minutos valiosos en los que hicimos todo mal. Nadie te enseña primeros auxilios»

10 ago 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

El 19 de enero del 2017 la vida de Laura y la de su familia se rompió con la pérdida de Rodrigo, su bebé de 15 meses. Murió en su casa de Querétaro, México, atragantado con un trozo de manzana. El contexto, detalla su madre, es importante para entender que no se trató de una falta de responsabilidad por darle el alimento de la forma incorrecta, sino de un accidente, un instante fatal que puede suceder en cualquier momento en una casa con niños pequeños. Los atragantamientos son, de hecho, la tercera causa de muerte no natural en niños menores de 5 años.

Era un jueves por la tarde y la hija mayor de Laura, Regina, que en ese entonces tenía 3 años, estaba merendando. El padre estaba fuera en un viaje de trabajo, y los dos iban a la guardería mientras Laura trabajaba. Su madre los recogió y se fue para casa. Tenía contratada a una persona que le ayudaba a tiempo completo y en la que confiaba plenamente para cuidarlos mientras ella trabajaba.

Ese día, Laura se puso a trabajar en la segunda planta de la vivienda, que es un dúplex. «Subí a hacer unas llamadas, pensando que mis dos hijos estaban ya seguros en la sala con la televisión encendida». Abajo, la persona que los cuidaba fue a buscar un poco de leche para el bebé, Rodrigo, de 15 meses. Mientras tanto, Regina sintió hambre y sacó de su fiambrera de la guardería dos trocitos de manzana que le habían sobrado. Los puso sobre la mesa de centro del salón. Y Rodrigo hizo lo que hacen los bebés, que es llevarse todo a la boca, por lo que hizo lo mismo con el trozo de manzana, que no era suyo. «Lo mordió, tal vez incorrectamente, no lo sé, porque yo no tenía cámaras y nadie vio lo que pasó. Pero cuando regresó la cuidadora, se dio cuenta de que se estaba atragantando y lo intentó ayudar. Le metió el dedo en la boca para sacarle el trozo, sin saber que lo que estaba haciendo era empujarlo más hacia dentro, algo que entonces tampoco sabíamos».

NO SABÍAN CÓMO PROCEDER

El bebé empezó a ponerse morado y la cuidadora empezó a llamar desesperadamente a su madre para que bajara. Laura vio que Rodrigo se estaba asfixiando, por lo que intentó también meterle el dedo para alcanzar lo que le estaba obstruyendo las vías respiratorias, sin éxito. Entonces, le golpeó la espalda, intentó abrirle la boca, darle la vuelta, sacudirlo... sin conocimientos de primeros auxilios. «Ese fue el punto, no tener esos conocimientos y también el considerar que las madres somos unas exageradas, porque a los bebés no se les puede dejar ni un instante». En un estado de desesperación desbordante, Laura salió de casa y acudió a las vecinas más cercanas, que tampoco tenían nociones de primeros auxilios, por lo que le indicaron que se fuesen al hospital. «Mi bebé se estaba asfixiando, por lo que el hospital sabía que no podía ser, así que llamé a su pediatra. Necesitaba que alguien me dijera ya cómo sacar ese trozo de manzana. Después de relatarle el tiempo que había pasado transcurrido, que fueron minutos de valor, la pediatra me dijo que era el momento de llamar a una ambulancia».

Hoy Laura sabe que en cualquier asfixia, atragantamiento o ahogamiento, el cerebro está perdiendo oxigenación y que en un tiempo aproximado de cuatro minutos las personas pierden la conciencia, se para el corazón y ocurre la muerte clínica. «En ese momento no identificamos nada de eso. Desde la ambulancia intentaron decirme qué hacer, pero no de una manera clara, o al menos ninguno de los que estábamos allí supimos entender que era el momento de aplicarle la reanimación cardiopulmonar», recuerda la madre, que asegura que en ese momento, por desconocimiento, lo hicieron todo mal: «Lo acostamos en un sillón en lugar de en el suelo, no supimos identificar los signos vitales, e hicimos la reanimación de manera incorrecta».

Para colmo del infortunio, la ambulancia no llegaba porque no localizaba el número de su bloque en la urbanización, compuesta de diferentes complejos iguales, cada uno con su propia caseta de seguridad, que no tienen los números muy visibles. «Y a nadie se le ocurrió decirle al vigilante que estuviera atento para avisar a la ambulancia y darle acceso. Todos esos factores y acciones incorrectas, porque cualquier asfixia se convierte en muerte cerebral irreversible en diez minutos y ya no hay nada que hacer, dieron lugar a la tragedia».

Laura define el dolor de perder a su bebé como algo que no se terminaba de creer. «Sientes que te vas a morir, o te quieres morir. Si no llego a tener otra hija, que fue el ancla para poder seguir respirando y no dejarme ir, y mi marido no llega a entender lo que ocurrió...». Afirma que cuando llegó su marido, que estaba a unas tres horas en coche de su familia, no la culpó. «Si lo hubiera hecho, hubiera sido otro duelo más, la disolución de todo. Pero no, creo que nos unimos más», apunta la madre, que asegura que una vez hecha la autopsia, les dijeron que era una causa de muerte muy común que desgraciadamente les pasa a muchas familias, sobre todo a niños menores de 2 años. Ese fue el germen que hizo que estos padres cambiaran el sentido de sus vidas. «Ahí me cayó un rayo en la cabeza, y pensé: “¿Por qué no era yo consciente?”. Ahí fue cuando tomé la decisión de alzar la voz, contarle al mundo entero lo que estaba viviendo y decirles a las familias qué deben hacer para prevenir y cómo actuar si ocurre».

GOGO POR LA VIDA

Abrieron una página en las redes sociales que llamaron Gogo Por La Vida, porque a Rodrigo lo llamaban cariñosamente Gogo. Y empezaron a recibir mensajes de muchos padres que decidieron hacer cursos de primeros auxilios tras conocer su testimonio. También les entrevistaron en medios de su país, «y muchas personas se nos acercaron para decirnos que habían salvado vidas porque nos habían visto». Posteriormente, se dieron cuenta de que los cursos de primeros auxilios, generalmente, tenían otro enfoque, así que recurrieron a paramédicos para que los impartieran para padres, y Laura los coordinaba.

Así lo hicieron durante dos años y medio, hasta que antes de la pandemia, Laura le dijo a su marido que por qué no se certificaban ellos mismos para impartirlos como instructores. Constituyeron la Fundación Rodrigo Gogo Por La Vida y empezaron a ofrecerlos en un lenguaje que cualquiera pueda comprender. Hoy los tienen online, por Zoom y en formatos grabados para todos los países. «Una de mis formaciones fue, precisamente, con la Cruz Roja Española», afirma Laura, que indica que a pesar de la rapidez con la que decidieron que la experiencia de Rodrigo les serviría para salvar otras vidas, vivieron un duelo infernal con múltiples terapias, pero también con la idea clara de que tenían que seguir viviendo sujetándose al ancla que era su hija Regina.

«Esto es algo que nunca se supera, lo que aprendes es a vivir con ello, con ese dolor que se te queda ahí clavado para siempre y que no se mitiga, y con ese espacio que nada ni nadie va a llenar». También con la impotencia de no haber sabido evitarlo: «Nadie te obliga a tener conocimientos de primeros auxilios, no te dan la materia en la escuela, ni como un requisito para parir. En ningún lado, ni en el trabajo, te lo exigen. Te dan muchos contenidos, pero este, que es el cuidado de la vida, no se incluye en ningún lado». Por eso la frase de Gogo Por La Vida es Cuidando la vida con amor.

«He vuelto a nacer con la clara misión de que la pérdida de Rodrigo sirva para que muchos otros padres puedan celebrar los cumpleaños de sus hijos», señala Laura.