Susana, superabuela del mandilón: «Se me quitan as netas quedo inválida, botamos todo o día na horta»

Melissa Rodríguez
MELISSA RODRÍGUEZ REDACCIÓN / LA VOZ

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Susana y sus nietas, Vera y Noa
Susana y sus nietas, Vera y Noa ANA GARCÍA

Esta vimiancesa es madre y, sobre todo, abuela, pero también hija y muy trabajadora. Sus nietas son para ella el motor de cada día

08 nov 2025 . Actualizado a las 17:27 h.

¿Qué haríamos sin las abuelas y los abuelos? Es una pregunta que seguramente muchos padres no tendrían el menor reparo en contestar. ¡Nada! Con su ayuda diaria se convierten en los ángeles de la guarda de nuestros hijos, y a veces, incluso sin saberlo, acaban siendo la mayor referencia en la que mirarse para sus nietos. Ahora bien, para ellos mismos, pasar tiempo con los más pequeños de la familia también es sinónimo de alegría y de rejuvenecimiento. Es una relación que solo trae ventajas, aunque no vamos a negarlo: a veces también conlleva alguna discusión con los progenitores, porque los abuelos tienen la fama ganada de ser los más consentidores del mundo.

En Laxe, paraje en el que se rodó la mítica serie gallega Mareas vivas, vive Susana Canosa Miñones, una superabuela con todas las letras. Noa y Vera, de 13 y 10 años, son sus nietas. ¿Qué significan para ella? Imagínenselo. «Todo! Home...», dice alto y claro. ¿Es cierto que a un nieto se le quiere tanto o más que a un hijo?, le pregunto. Se lo piensa un segundo y responde siendo francamente honesta: «Ai, eu... Quéreselle moito, pero é un cariño distinto».

Desde que Noa y Vera nacieron, crecieron al abrigo de sus abuelos. Su hija Sonia tuvo hasta hace poco una peluquería que le quitaba muchas horas al día. Y su yerno, ¡una granja de 400 vacas de leche! A estos padres les hacía, y sigue haciendo, mucha falta, ahora que trabajan juntos en la explotación familiar, un apoyo. Susana, que tiene 66 años, asumió encantada esa tarea junto a su marido, Francisco Pose. «Se me quitan as netas quedo inválida. Vou seguido de aquí para aló, é un entretemento», confiesa.

ANA GARCÍA

RODEADAS DE NATURALEZA

En Castrelo, Soesto, donde las olas de la Costa da Morte pegan fuerte, tienen su remanso de paz y desconexión. «Un palacio», describe esta mujer, natural de Vimianzo, concello limítrofe. Y lo hace en esos términos porque disfrutan de un amplio campo, que es el lugar favorito del mundo de toda la familia. «Botamos todo o día na horta», explica.

Su esposo tiene un invernadero en el que planta lechugas o zanahorias. «A pequena pide ir para alí», cuenta Susana. Ella cuida de los naranjos, los limoneros y los perales. «Estou apañando a herba, despois de cortala coa máquina, mentres cociño», cuenta al otro lado del teléfono, a lo que añade: «Para min isto é o mellor que hai, alégrame a vida, márchanme os males todos. Eu non quero piso, teño que estar fóra. E as nenas, aínda que viven nun, igual. Veñen para aquí porque se criaron no campo. Alí tomamos o café cos nosos amigos e tamén veñen os delas». Noa y Vera también juegan con el perrito de la casa, a la pelota o andan en bici rodeadas de naturaleza.

La vimiancesa, que se casó en Laxe, de donde es Francisco, no para ni un segundo quieta. «Agora téñote que deixar porque saen as netas das actividades», dice en otro momento de la conversación. Condujo «toda a vida». En su Peugeot se desplaza varios días a la semana hasta Carballo, cuando los padres de las pequeñas no pueden, para que Vera y Noa acudan a sus clases de gimnasia rítmica y patinaje artístico. «Aquí non hai estes deportes federados. A pequena é campioa», apunta con orgullo.

«Levo o mandilón posto a todas horas. Érgome ás oito da mañá, fago as camas, lavo a roupa e paso o ferro, cociño, vou polas netas, lévoas ás actividades, planto na horta...»

Susana es de esas abuelas de Galicia que usan el mandilón para todo. «Lévoo posto a todas horas», cuenta entre risas. Y es que desde que se levanta, a las ocho de la mañana, son muchos los quehaceres que tiene por delante: «Fago as camas, lavo a roupa e paso o ferro, cociño, vou polas netas, lévoas ás actividades, planto na horta...». Y estas son solo algunas de las tareas que realiza. A las jóvenes les prepara la tortilla que tanto les sabe: «Fágoa normal, pero sen cocela moito». Lo cierto es que es la nieta mayor la que le enseña a ella a preparar ricos dulces: «Facemos unha torta de cenoria que lle sae moi ben. Noa dirixe e eu sigo os pasos. Tamén biscoitos ou castañas asadas na lareira». En otras ocasiones, dan un paseo hasta la playa de Soesto. Susana también hace la ruta del colesterol con una amiga. Y en verano, ¡se las lleva de vacaciones con ella! «Temos unha casiña en Alicante e imos á praia, á piscina...», narra. Desde luego, Noa y Vera tienen a una abuela muy activa con la que también juegan.

¿Las consiente? (¡Qué pregunta esa!). «Moito, moito!, e a filla repréndeme», confiesa entre risas. Pero es su amiga y aliada. «Cóntanme segredos e dinme que non llos diga a ninguén», confiesa.

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UNA ETAPA EN SUÍZA

Esta superabuela de mandilón emigró a Suiza con 18 años, tras casarse. Allí tuvo a su hija. «Con 13 anos, ela quería vir para a terriña», recuerda. Así que sus padres no se lo pensaron dos veces. En Tavannes, un pueblito del cantón de Berna, abrieron su propio restaurante y hotel. «El xa estivera en Suíza antes ca min e sempre traballou na hostalaría, por iso cociña moitas veces na casa porque se lle dá mellor. Coñecémonos un día nunha festa na nosa comarca. Xa meu pai emigrara tamén a Suíza», explica. Ahora, los dos están jubilados.

La madre de Susana vive en Carantoña, parroquia vimiancesa. El padre falleció meses atrás. Una hermana cuida de ella, aunque Susana también está muy pendiente y la lleva al médico cuando es necesario. Fue, precisamente, su progenitora quien le enseñó a palillar de niña. «Había que facer encaixe para poder comer. Facía manteis, sabas... Aínda lles fixen as enaguas de baile ás netas. Así teño artrose nas mans», comenta. Un oficio que años más tarde también les enseñó a sus nietas, aunque ellas, que pertenecen a otra generación totalmente distinta, prefieren otras aficiones, como es lógico, confiesa la abuela. «Ensináronme a andar no WhatsApp», asegura.

Susana ayuda a Noa y Vera con los deberes en la medida de lo que puede. «Diso non sei tanto, hoxe en día hai moita cousa moderna», dice. Pero les da los mejores consejos: «Dígolles que estuden e que teñan sentidiño».

Desde que las pequeñas tenían 3 años las ha llevado a «bailar e tocar» a O Couto, una de las aldeas gallegas más vivas. Esa actividad de sus nietas acabó derivando en una afición para la propia abuela, que participa en algunas de las iniciativas que la Fundación Eduardo Pondal desarrolla en Ponteceso.

Esta mujer es inmensamente feliz en el campo y siempre rodeada de sus nietas. Adivinen qué foto tiene de perfil en el WhatsApp. De quién si no...