Olvido en Camariñas a los que dieron la vida por la libertad

Luís Lamela

CAMARIÑAS

Foto cedida por la familia de Ramón Carballo
Foto cedida por la familia de Ramón Carballo

GALICIA OSCURA, FINISTERRE VIVO | Más de una docena de vecinos fueron condenados a muerte y muchas de sus familias quedaron hundidas en la miseria

11 mar 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Hasta ahora Camariñas vivió en en el olvido con relación a la tragedia de la sublevación militar y golpe de Estado de julio de 1936 y de la Guerra Civil. Aquel pasado fue una incómoda realidad para sus dirigentes políticos durante el período democrático actual, pero ese túnel llegó a su final y las instituciones locales, según la reciente Ley de Memoria Democrática, tienen obligación de crear una cultura pública de memoria. Después de casi 87 años es hora de arrojar luz sobre el agujero negro al que fueron arrojados los republicanos y sindicalistas de este municipio, asesinados en una enloquecida y furiosa escalada de venganza, odio y represión, que también arrojó a sus familiares a la miseria, a la pobreza y a la frustración social; a las humillaciones cotidianas, bajo toneladas de desesperación.

Fueron muchos los vecinos que el 16 de febrero de 1936 votaron al Frente Popular. Entre ellos gentes políticamente moderadas, centristas o progresistas, y también de izquierdas y sindicalistas, individuos respetados, o admirados por su bonhomía, generosidad, tolerancia o situación social. Fueron Antonio Campos García, Ernestino Carril Romero, Jesús Cerdeiras Castro, Evaristo Mouzo, Isidro Lastres Pérez, Manuel Lemus Cabaleiro, Ventura Mariño Orellán, Rogelio Mazaeda Novais, José Miñones Rojo, Manuel Pardiñas Domínguez, Manuel Pardiñas Suárez, Manuel Pérez Pose, Manuel Pérez Rodríguez, Manuel Pérez Vázquez, Francisco y Norberto Suárez Noya...

Y cuando se sublevaron los militares franquistas, estos y otros vecinos sufrieron represión física o psicológica, sanciones o depuración laboral, aunque algunos se sumaron muy pronto al carro vencedor y participaron con los falangistas y con la Guardia Civil en la «pacificación y control» de la llamada retaguardia franquista. No sé si en los que leen este texto existe conciencia del sufrimiento habido en aquellos días de verano de 1936. El derrumbe de la legalidad establecida por la urnas y por la Constitución republicana, provocado por el golpe de Estado franquista, llevó a una venganza metódica con los consejos de guerra y con las ejecuciones extrajudiciales. Y, también, a tiempos de sumisión, con rodillas en tierra y cabezas agachadas.

Documento de notificación de consejo de guerra
Documento de notificación de consejo de guerra

A partir del 25 de julio de 1936, Camariñas fue «pacificado» por la Guardia Civil y por un grupo de falangistas de A Coruña al mando del capitán Roger Oliete, y comenzaron a tejer una tela de araña para cazar, literalmente, y poco a poco, a los que se habían opuesto en A Ponte do Porto y en Vimianzo al golpe de Estado, segando vidas y también talentos. Uno de los que cayeron fue Faustino Dios Vidal, un marinero de 45 años fusilado en Ferrol el 15 de septiembre de 1936. Otro más, Jacinto Campaña Martínez, un vecino con espíritu libertario, pescador y comerciante, concejal, vicesecretario de la Cofradía de Pescadores y presidente del Sindicato de Oficios Varios, afecto a la CNT. Un hombre que no quiso abandonar la lucha y conformarse con la derrota, y emprendió un viaje peligroso para sumarse a los leales a la República, logrando huir por mar en una pequeña embarcación para desembarcar en Luarca (Asturias), cuando esta localidad ya estaba en poder de los franquistas. Y, de inmediato, le fusilaron.

Portugal

Antonio Santos, Castañiñas, desapareció y nunca más se supo de su vida o de su muerte. Y el viajante de comercio Ramón Carballo Tajes, que junto con Andrés Celestino Balsas Bello y Manuel Carracedo Balsas lograron huir por mar a Portugal, pero fueron detenidos por la PIDE portuguesa y entregados en Tui a los franquistas. Andrés Celestino, secretario de la Sociedad de Oficios Varios y Manuel Carracedo, este de 23 años, directivo también del citado sindicato, fueron paseados en Sestás, en las inmediaciones del cementerio de A Guarda el 23 de septiembre de 1936. En tanto que Ramón Carballo, que desconfió de su suerte en una historia de coraje y desesperación, logró salvarse al intentar suicidarse cortándose las venas. Una vez restablecido de las heridas, fue condenado a muerte en consejo de guerra el 23 de febrero de 1937 en A Coruña, una sentencia cumplida a las siete horas del 15 de marzo de 1937 en Punta Herminia.

Ceares

Por su parte, Juan Fernández Moreira, de 37 años, escribiente en el cuartel de la Policía de Asalto en Gijón, natural de Camariñas, fue fusilado el 9 de noviembre de 1937 junto a las tapias del cementerio de Ceares. Pacífico Constante Campa Santos, Constante de Correa, fue acribillado por la fuerza pública el 22 de mayo de 1938 en una fuga colectiva en el penal de San Cristóbal, de Pamplona. Adolfo Antonio Grela, también camariñán, soldado destinado en el Regimiento Simancas, en Gijón, fue fusilado el 28 de julio de 1.938. O, Gumersindo Lema Barbeira, en 1942; pero no solo ellos, también los muertos por la miseria y las penurias alimentarias y carencias sanitarias de la posguerra.

Son historias ocultas de individuos empujados bajo una tapia de silencio por motivos y razones espurias. Y nada puede justificarlo, porque, recordarles, da a la sociedad de Camariñas un poco más de perspectiva. Es necesario que sus vecinos devuelvan a las víctimas la dignidad pisoteada y rendirles homenaje póstumamente. Historias que están ahí para el que quiera conocerlas, vecinos golpeados por la adversidad en una época trágica, y sus familias que quedaron hundidas en la miseria material, social y psicológica al perder el sustento y quedar señaladas con el dedo teñido de azul acusándoles de rojos, sobreviviendo en circunstancias muy duras, durísimas.

No hay nada más ingrato que un pueblo que ha perdido la memoria, algunos de nosotros nos hemos visto en la obligación moral de testimoniar aquellos terribles acontecimientos, rescatándolos del olvido para que se restañen, definitivamente, las profundas heridas; para que entren en la conciencia social de este pueblo. Memoria frente a olvido, dignidad frente a deshonra y vileza. En fin, de superar tiempos difíciles, de silencio impuesto.