Veinte años del accidente del Prestige: veinte años sin mareas negras en Galicia

Pablo González
pablo gonzález REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

El Prestige, cuando comenzó a ser remolcado mar adentro al día siguiente del accidente, ocurrido el 13 de noviembre del 2002
El Prestige, cuando comenzó a ser remolcado mar adentro al día siguiente del accidente, ocurrido el 13 de noviembre del 2002 J. M. CASAL

La movilización social del 2002 obligó a los poderes públicos a cambiar su política marítima para apostar por la prevención y la dotación de medios

13 nov 2022 . Actualizado a las 13:19 h.

Galicia, uno de los territorios más castigados por los accidentes de buques a lo largo de la historia, mira hoy hacia atrás para recordar uno de los episodios marítimos más tristes, que comenzó con aquel mayday del capitán Apostolos Mangouras a las 15.10 horas del 13 de noviembre del 2002. El Prestige comenzaba a verter su carga de fuel pesado frente a la Costa da Morte, iniciando una marea negra que, con el alejamiento del petrolero por parte del Gobierno, acabaría afectando a toda la costa gallega, a las comunidades del Cantábrico y llegaría incluso a Francia. El buque terminó vertiendo 63.000 de las 77,000 toneladas de hidrocarburo que llevaba en sus tanques. Otras 13.600 fueron extraídas del pecio en una operación sin precedentes, quedando unas mil toneladas a 3.800 metros de profundidad. Círculos científicos y ecologistas creen que hay que volver a revisar el estado del pecio de proa y el de popa. La última campaña en la zona del hundimiento fue en el 2007, después de que se detectaran unas manchas de fuel en la zona, pese a que la carga remanente fue tratada con biorremediación. 

El impacto de este suceso en la sociedad gallega, española e internacional generó una movilización inédita, en la que pesó una nefasta gestión por parte del Gobierno, pero también una férrea conciencia medioambiental. La presión popular fue clave para que el Gobierno español, el gallego, la Comisión Europea y la Organización Marítima Internacional se tomaran en serio los riesgos marítimos, en un momento en el que el mar empezaba a ser el gran motor de la globalización. España se dotó de más medios, entre ellos potentes remolcadores que antes subcontrataba a empresas, mientras se trabajaba en nuevos protocolos para prevenir emergencias. Europa se blindó contra los buques basura. Y la OMI no tuvo más remedio que acelerar el fin de los petroleros monocasco, entre otras medidas relevantes de alcance global.

Habrá que cruzar los dedos, pues un accidente puede ocurrir en cualquier momento. Pero todo lo que se aprendió con la marea negra del Prestige fue clave para que Galicia no se haya visto afectada durante veinte años por una marea negra, el período más largo de su historia, después de sufrir ocho accidentes de este tipo desde 1957. No obstante, distintos grupos ecologistas advirtieron estos días de que la amenaza sigue estando ahí, en la gran autopista marítima que pasa frente a la costa gallega. El BNG volvió a reclamar ayer las competencias en seguridad y salvamento marítimo.

«En estos 20 años se han desarrollado muchas medidas encaminadas a tratar de evitar un accidente como el del Prestige», explica el actual director general de la Marina Mercante, Benito Núñez Quintanilla. Además de la eliminación de los buques tanque menos seguros, recuerda también las «normas reforzadas» para inspeccionar petroleros, un mayor control sobre las sociedades de clasificación, así como «un esfuerzo continuado en la inspección de los buques extranjeros que recalan en nuestros puertos, que nos ha situado como el primer país por número de inspecciones del Acuerdo de París», explica. Benito Núñez también destaca que se han reforzado los mecanismos de seguimiento y respuesta ante un vertido. «Hay un mayor control del tráfico que circula en torno a España y más y mejores medios de lucha contra la contaminación», asegura, como son los buques con capacidad de recogida, aviones de vigilancia o las bases logísticas para almacenar material anticontaminación.

«Hay que trabajar para estar lo mejor preparado que se pueda, pero es mucho más eficaz el esfuerzo en prevención. La mejor emergencia es la que no llega a darse. Estas medidas pasan a menudo desapercibidas precisamente porque consiguen su objetivo: evitar nuevos accidentes como el del Prestige», reflexiona Benito Núñez, la máxima autoridad marítima en España.

Desde el siniestro del petrolero frente a Fisterra han circulado por el dispositivo de separación de tráfico unos 700.000 mercantes, un tercio de ellos con mercancías consideradas peligrosas. Pero apenas hubo emergencias relevantes y las que hubo —el Ostedjik en el 2007 y el Blue Star en el 2019— se pudieron gestionar con buenos resultados gracias al aumento de los medios públicos y el alto nivel que ha alcanzado Salvamento Marítimo en los últimos años gracias, entre otras razones, a la experiencia acumulada en el Prestige. Además, los derrames de crudo han descendido en todo el mundo. Justo después del Prestige aún se producían ocho siniestros al año con distintos niveles de afectación. Según las estadísticas del Fidac, en los últimos años los sucesos oscilan entre uno o ninguno. El último vertido en Europa fue en Róterdam en el 2018, pero apenas superó las 200 toneladas. Pese a todas estas realidades aún hay un cierto dramatismo en algunas organizaciones ecologistas como Greenpeace, que siguen utilizando frases del tipo «no hemos aprendido nada» cuando se referieren a la preparación de España para afrontar este tipo de siniestros. Es evidente que del Prestige se ha aprendido mucho, sobre todo lo que no hay que hacer.