Un perito experto en seguridad en el juicio de Angrois: «Hay que cubrir al maquinista. En las centrales nucleares no se admitiría esto; en el ferrocarril, sí»

Pablo González
Pablo González REDACCIÓN / LA VOZ

GALICIA

Enrique Castillo Ron, durante su declaración en el juicio del Alvia
Enrique Castillo Ron, durante su declaración en el juicio del Alvia Xoán A. Soler

El ingeniero y estadístico Enrique Castillo Ron declara en el juicio que la causa que subyace al accidente de Angrois es una normativa deficiente «en la que el peso de la tradición es tremendo». Cree que es un error que la velocidad en el tramo anterior a la curva se fijara en 200 km/h, pues es un «tramo de deceleración»

19 ene 2023 . Actualizado a las 19:26 h.

El ingeniero de Caminos y experto en estadística Enrique Castillo Ron, recién salido del hospital, quiso aclarar, antes de someterse a las preguntas de las partes en el juicio por el accidente ferroviario de Santiago, el análisis sobre seguridad probabilística que aportó al informe del perito judicial Juan Carlos Carballeira, que declaró la semana pasada. Explicó que su experiencia en este campo comenzó con el primer estudio de este tipo que se hizo con la central nuclear de Garoña, y que su trabajo se hizo en base a valores extremos, con una velocidad elevada de entrada en la curva y una curva con radios muy reducidos, como los de la de Angrois. La jueza, viendo que podía irse por las ramas del árbol de la ciencia, le avisó: «Han entrado en un debate entre ustedes, un debate científico que lo único que hace es liarnos a los juristas y en concreto a mí», dijo María Elena Fernández Currás sobre los diferentes resultados de los distintos informes estadísticos aportados en la causa. Este tipo de estudios se realizan para calcular la probabilidad de descarrilamiento en la curva de Angrois, y ver si sus resultados habrían aconsejado mejorar la seguridad de una curva en la que se mantuvo el trazado convencional pero, en paralelo, se aumentó la velocidad de entrada de los trenes con la puesta en servicio de la línea Ourense-Santiago.

«En mi modelo es muy importante el factor humano», dijo, una cuestión que se tiene en cuenta en las centrales nucleares con los denominados árboles de fallo, «pero no en los ferrocarriles». «La normativa ferroviaria tiene mucho que mejorar», dijo, «pero el peso de la tradición es tremendo», aclaró después, por eso el factor humano no se tiene tanto en cuenta en este ámbito. Por eso no se tuvo en cuenta en Angrois. Hay que recordar que Castillo Ron fue en cierto sentido el factotum de la teoría que expuso Carballeira sobre la llamada al maquinista, en la que aseguró que el interventor le plantea un problema de seguridad: la posibilidad de tener que rebasar una señal en rojo para que unos pasajeros que iban en los coches traseros y que llevaban mucho equipaje pudieran acceder al andén. 

En este accidente hay cosas muy singulares, relató, especialmente la llamada telefónica, que se produce porque al andén de Pontedeume «le faltan setenta metros para poder cubrir todas las salidas del tren». «El interventor quiere arreglar el problema, pero no debería haber llamado». Si algo es peligroso «hay que ponerle remedio», y la normativa no es clara al respecto. La norma le permitía llamar, «y ese es el problema, que esa normativa no se aclaró». La llamada dura cien segundos «porque no se entienden», pues uno habla de vías cuando en realidad quieren referirse al andén. Durante ese tiempo pasan muchas cosas inadvertidas en la vía, de forma que el maquinista solo recupera la conciencia situacional cuando sale del túnel de Santiago y ve la curva. Entonces se produce un accidente que ocurrió en el segundo año con la línea en servicio, lo que demuestra la alta probabilidad de que se produjeran este tipo de sucesos. El ERTMS embarcado, con su aviso en la transición al sistema ASFA, era lo único que podría devolver al maquinista a la conciencia situacional, a pesar de que tenía más pistas para recuperarla antes de llegar a la curva.

  «Yo defiendo que hay que cubrir al maquinista; en las centrales nucleares no se admitiría esto, en el ferrocarril sí». Castillo Ron admite el error del conductor, pero cree que el sistema debería tener en cuenta la probabilidad de fallo. «No es admisible culpar al maquinista, hay que ponerle una protección porque es humano y nos equivocamos todos», recalcó.

«Yo protegería la curva», manifestó. «Pero no solo la de Angrois, sino todas», incluso las de la red convencional. El experto cree que en la seguridad ferroviaria se tiene en cuenta la velocidad, pero no tanto el radio. «El problema que teníamos en Santiago es que vamos a 200 y tenemos que ponernos a cero en la estación». Todas estas singularidades convierten este suceso en un accidente improbable. Pero aún así sucedió, provocando 80 muertos y 145 heridos. Castillo Ron cree que si se cambia la velocidad de entrada en una curva al incluirla en una línea de alta velocidad, también hay que aumentar la protección. Esta es para él la clave en Angrois pese a los distintos resultados que dan los informes sobre seguridad probabilística en la causa. Y el problema, en su opinión, es que la norma Cenelec utilizada en este caso no sirve para anticipar la probabilidad de estos accidentes.

El abogado del Estado quiso llevar las conclusiones de Castillo Ron a su línea de defensa del ADIF, y lo hizo recordándole que apenas ha habido accidentes por exceso de velocidad en la red española. El perito reconoció que existe una distorsión entre esos «datos experimentales», que no negó, y la alta probabilidad de que se produjera un accidente en Angrois. La estadística le lleva a pensar que «debería haber habido más descarrilamientos que los que hubo». «Eso es algo que no se entiende», añadió después. La defensa del maquinista le preguntó si influye en esta supuesta distorsión que en las vías la mayoría de las curvas estén protegidas por señales en la red convencional. Contestó que sí.

El error: que el tramo anterior a la curva se fijara a 200 por hora

Para Castillo Ron, no se puede pensar que el maquinista «es dios y que no se equivoca nunca. No puede ser». Uno de los errores en el punto del accidente, para este perito, es que se fije la velocidad a 200 justo antes de la curva, pues se trata de un «tramo de deceleración» para poder ponerse a 80 por hora en el lugar del descarrilamiento, dijo a preguntas de la jueza.

Manuel Prieto, abogado del maquinista, también le preguntó por el aviso del jefe de maquinistas de Ourense sobre la peligrosidad de la curva. Castillo Ron ironizó con que alguien «sin apenas estudios» detectara algo que no vieron los ingenieros. «Le sorprendió a él, bendito sea Dios... ¡Tendría que haberle sorprendido a muchos más!»