Santiago va a alcanzar los 173 taxis y 123 VTC sin garantías de que el servicio mejore
GALICIA
Vecinos sin alternativas de transporte y gestores de hoteles y congresos viven con angustia la falta de vehículos, que el colectivo achaca al turismo y al tráfico
24 oct 2025 . Actualizado a las 05:00 h.«Lo normal hasta hace poco era trabajar con los turistas desde mediados de junio hasta que empezaban los colegios y la universidad, y después pasabas el invierno llevando a un empresario al aeropuerto o trasladabas a una persona al hospital, lo normal. Ahora paseamos peregrinos desde Semana Santa hasta octubre, y el número de taxis es el mismo, es imposible ofrecer un buen servicio, lo reconozco». Así trata de resumir Manuel Sánchez, presidente del colectivo Radio Taxi Santiago, la delicada situación que vive en la capital gallega este servicio de transporte, que se está degradando a velocidad de crucero desde que se recuperó la plena movilidad tras la pandemia.
Que la temporada turística se ha estirado varios meses en Compostela es un hecho objetivo, y lo saben bien en los hoteles de la ciudad, que son espectadores solidarios ante la angustia que viven sus huéspedes cuando reclaman un taxi para trasladarse al aeropuerto o a la estación de tren y ven pasar los minutos sin que aparezca ningún coche con chófer. En algunas recepciones ya es posible leer carteles recomendando que se reserve el servicio con antelación, porque, simplemente, «no es fiable», admiten desde un establecimiento del casco histórico que prefiere advertir a sus clientes de palabra.
El sector se defiende: «¿Sabes cuánto me lleva entrar y salir de la zona vieja en temporada alta para recoger a alguien? ¡45 minutos! Ya he invitado al concejal de Mobilidade a que venga a hacer un servicio conmigo, para que lo vea», replica Sánchez, alegando que es imposible circular con las rúas atestadas de gente, «y menos si llevas un híbrido o un eléctrico, que no hacen casi ruido y nadie se aparta».
El impacto en el viajero que se va es muy negativo, pero el problema es aún más grave si hablamos de turismo de congresos, porque las empresas organizadoras de este tipo de eventos ya le han tomado la matrícula a Santiago y saben de la deficiente movilidad de una ciudad que, por tamaño y oferta, debería tener todas las ventajas para competir con otras capitales españolas o europeas incluso de mayor tamaño. Esas dificultades, menores en los meses de invierno, son acuciantes de septiembre a noviembre, fechas habituales de citas que atraen a miles de profesionales que se mueven por sus espacios de trabajo durante el día pero que acaban coincidiendo en las calles y restaurantes con peregrinos turistas.
Lo que nadie se explica —ni el sector del taxi clásico, ni el Concello de Santiago, ni la Xunta, ni especialmente los ciudadanos— es que cuando el problema empezó a cronificarse más allá de jornadas críticas puntuales había en la ciudad 144 licencias de taxi. Desde hace menos de un año también operan 123 VTC que, en teoría, no pueden recoger y dejar clientes en el mismo término municipal, aunque los taxistas de siempre aseguran que sí lo hacen; y, además, «los fines de semana, cuando ven que hay trabajo, vienen para aquí quince coches más de una empresa de A Coruña», denuncia el colectivo organizado en torno a Radio Taxi.
Aún así, el servicio sigue generando escenas cotidianas sorprendentes, como las que se ven a diario con la llegada de los últimos trenes procedentes de Madrid a la estación: del AVE bajan en muchas ocasiones entre cien y doscientas personas, y en la parada provisional hay dos taxis, uno o ninguno si no espabilas. Igual sucede a primera hora de la mañana, con decenas de personas llegando en autobús o en tren a la intermodal con intención de ir a centros hospitalarios o de trabajo.
Trabajen de forma legal, alegal o ilegal, la realidad es que la flota de taxis, blancos o negros, casi se ha duplicado en los últimos meses, y el parque va a aumentar todavía más cuando el Concello y la Xunta terminen de tramitar 29 nuevas licencias aprobadas este mismo año, ampliación que inicialmente supo a cuerno quemado en el sector pero que se ha terminado de aceptar ante la posibilidad de que buena parte de estas incorporaciones sean para taxis adaptados para personas con movilidad reducida, de los que hay una gran necesidad.
¿Se va a arreglar el problema? Nadie lo garantiza, porque viendo cómo ha sido el aterrizaje de los VTC la clave no parece que sea el número de coches con chófer como la organización de un servicio público en el que los profesionales tienen el legítimo objetivo de trabajar un número de horas razonable con el mayor rendimiento económico. El problema es que Santiago, por su denso tráfico y sus cortas distancias, no es un territorio propicio para esa aspiración.