No hay distancia para comerse un buen cocido

SABE BIEN

MARCOS MÍGUEZ

De Cotobade a Oza, pasando por Lalín y Ourense, los amantes del plato estrella del invierno recorren los kilómetros que hagan falta para degustar un cocido supremo. Si el producto es bueno, el local inmejorable y se disfruta con la mejor compañía, el resultado es ya redondo. Prepárense y hagan hueco, el mes del lacón y la cacheira ya está aquí

14 ene 2020 . Actualizado a las 12:41 h.

Febrero es el mes del cocido por excelencia. Un plato que define la idiosincrasia de los gallegos. Un ritual y una forma de reunirse en familia. Por eso además de hacer los kilómetros que hagan falta para acudir a un local donde el cocido esté buenísimo, muchos amantes de este plato reconocen que el ambiente también importa. Un lugar agradable en el que estar permite que el plan sea redondo y con mayúsculas. Aquí os presentamos cuatro propuestas donde degustar un buen cocido en un ambiente inmejorable, con el permiso de los templos más conocidos de este manjar.

Mamá lela

Lo que surgió como una necesidad y una salida a una situación personal difícil, se acabó convirtiendo en una gran pasión. Así define José Fernández Tejedor, el proyecto de Mamá Lela, que creó hace casi cinco años junto con su mujer, Carmen Bouzas, y su cuñada María Elisa. Todo en este sitio tiene encanto. Su ubicación -situado en un enclave rural, en la parroquia de Carballedo, en Cotobade- la casa en la que está ubicada, la decoración, la mesa bien puesta donde no le falta detalle y el cariño con el que se cuida el producto y la forma de presentarlo: «Ya fue en su día el restaurante de mi suegra, pero se cerró hace muchos años. Nosotros lo modernizamos un poco y lo pusimos chuliño», explica José, antes de aclarar que solo abre los fines de semana.

Lo de la cocina es un tema aparte y solo tiene halagos para su cuñada. Dice que tanto ella como su mujer heredaron de su suegra la buena mano para elaborar platos riquísimos. Y el cocido lo hacen con esmero: «Cuidamos mucho el producto. Trabajamos con pequeños productores y la carne es de primera calidad, nos viene directamente de cría. Además, la mayoría de las verduras las cultivamos nosotros y los chorizos también. Cuando se come, recuerda el sabor de antes, del cocido que comíamos cuando éramos niños», comenta. Además, se prepara «a fuego lento» como no podía ser de otro modo y en una cocina de leña. Mamá Lela trabaja con reservas porque solo admiten 32 comensales en cada comida: «Es lo que somos capaces de atender y que todo funcione bien. Se trata de que mi cuñada pueda vivir y de no forzar la máquina», asegura. En sus cocidos no falta la sopa, la cacheira, el pollo casero, la costilla, el chorizo y la morcilla hechos en casa y el jarrete. También, lleva jamón, garbanzos y nabiza o repollo. Y de postre, filloas, dos rellenas con crema pastelera y otras dos sin nada. Todo por 22 euros sin bebida y con un ambiente inmejorable: «Ponemos una música de ambiente chulísima y mi mujer se pasa los viernes por la tarde haciendo centros de flores y colocando velas. Como no doblamos mesa, la sobremesa es muy relajada. Casi todo el mundo se va dándonos un beso de despedida», comenta José, mientras relata que una vez entró una mujer japonesa que se echó a llorar mientras comía el guiso que había pedido: «Decía que le recordaba a la comida de su abuela. Y es que al final, hay sabores que son internacionales», aclara.

Pazo de Santa Cruz de Mondoi

Durante la temporada baja de bodas, Antonio Amenedo Janeiro se pasaba los fines de sábado de noviembre a marzo buscando lugares donde comer un buen cocido con la familia. Este defensor a ultranza de la cacheira se recorrió unos cuantos restaurantes hasta que sus amigos le dijeron que no buscara más, que sin lugar a dudas el mejor local era el suyo. Situado en el municipio de Oza-Cesuras, y en un enclave inmejorable, nada mejor que un pazo para tomarse un buen cocido: «Me dijeron que aquí, en el pazo de Santa Cruz de Mondoi, se podía tomar un cocido tranquilamente y luego poder tomarse unos gin tonics de manera relajada, mientras los chavales juegan por el césped y los puedes ver desde el comedor acristalado. Así que empezamos a hacerlo», comenta Antonio, que asegura que durante el mes de febrero se pueden juntar 150 personas los fines de semana: «Una locura», aclara este cocinero que reconoce que en La Molinera, de Lalín, fue donde aprendió a hacer el cocido que presenta ahora a sus comensales: «Trabajamos los fines de semana y con reserva porque no somos un restaurante al uso», dice.

Amenedo es de las personas que piensan que «el cocido si no sobra, es que falta», por eso trabaja con reservas. Para Antonio, el éxito pasa por conseguir un plato bien hecho. Para ello, sigue las pautas de La Molinera, de Lalín, y trabaja «con el mejor producto de Galicia». Y dice que «no se puede hacer en una olla exprés». «Es una cocina de puf, puf, de fuego muy lento, con buen producto y calidad. Además, a las ocho de la mañana ya están las ollas al fuego», explica. De primero ofrece una sopa casera, y de segundo cachola, panceta, rabo, espinazo, pies, lacón, costilla, botelo y chorizo con grelos, repollo, garbanzos y patata. Para el postre ofrece milhoja casera y en carnavales, orejas y filloas. Todo ello por 30 euros con bebida incluida.

Cabanas, lalín

Si se habla de cocido, Lalín no puede faltar. Además de La Molinera, el restaurante Cabanas es otro de los sitios de referencia. Lo que comenzó en los años setenta como una cafetería con nombre caribeño (Copacabana), acabó siendo uno de los templos de cocido por excelencia. Cuenta con un salón más tradicional y otro mucho más moderno que resulta también muy acogedor. El secreto del éxito de José Luis Iglesias es ofrecer un producto de categoría: «Dunha cousa mala, non se pode facer algo bo. E despois paciencia e cariño», asegura el líder de este restaurante familiar, donde sus hijos ya comienzan a coger las riendas.

En sus cocidos el cerdo es el gran protagonista. Así, hay cacheira, costilla, rabo, patas, lacón, barriga, chorizo... Después también lleva ternera, grelos, repollo, patatas y garbanzos o habas: «Os garbanzos son unha influencia maragata, o cocido galego leva fabas», puntualiza. También le echa gallina al cocido, pero «de forma testemuñal», para «facer unha auga marabillosa». De postre, cañitas rellenas, filloas, leche frita, brazo de gitano, torta de manzana, flan casero y queso con membrillo. Casi nada. Todo por 32 euros. El precio incluye la bebida, cafés y también aguardiente.

BACELO TABERNA VINARIA

Otro local relativamente nuevo, pero que está pegando fuerte en esto de los cocidos es Bacelo Taberna Vinaria, situado a la lado de la catedral de Ourense. Este establecimiento con encanto incluye los viernes este plato en el menú del día. Lo ofrece por doce euros. Además, presenta una versión particular de la tradicional sopa: «Hacemos el caldo con un huevo hecho a baja temperatura y con fideos de arroz y un poco de picante», explica Pedro Pérez, copropietario de este restaurante. Después, el segundo plato ya es más tradicional con lacón, cacheira, espinazo, ternera, panceta y chorizos. Todo ello acompañado de grelos, repollo o berza, patatas y también castaña: «El cerdo también es de castañas», puntualiza Pedro, que reconoce que hay viernes que se quedan sin existencias. El postre lleva filloas con crema de castañas caramelizada y orejas también con crema o gel de limón. Para chuparse los dedos.