ugo sigue siendo una sorpresa subterránea. Cada vez que se excava en algún punto de la ciudad, ya sea dentro del casco histórico o en sus proximidades, aparecen restos arqueológicos y ahora, nuevamente, en las proximidades de la muralla, han aparecido restos de hornos de los siglos I y III de nuestra era. El lugar en que se encuentran es conocido como Carril dos Fornos, por algo será ya que en este lugar se ubicaron hasta no ha mucho algunos hornos de panaderías pero a lo que se ve, la cosa no es tan moderna cuando la tradición ya procede de veinte siglos atrás.
Que apareciesen estos restos en este lugar es, en cierta medida lógico si tenemos en cuenta que en las proximidades, al pie de la muralla interior, se encuentran otros restos arqueológicos sobre los que precisamente estos días se realizan visitas guiadas.
Sobre los nuevos restos arqueológicos encontrados, y es de suponer que puedan aparecer algunos más, es de esperar que no suceda como a sus vecinos próximos: que caigan en el abandono por esas disputas imbéciles que se traen algunas administraciones por estos lares para chincharse unas a las otras por razones ideológicas, que no de servicio al pueblo, y queden en total abandono, cubiertos de hierbajos y maleza.
O lo que es peor, que se lleve a cabo lo que aquí es tradición, qué dirían en Mérida ante estas barbaridades, que dichos restos se documenten, se fotografíen, y se tapen con cemento para que ni lugareños ni visitantes puedan contemplarlos. Después vendrán las quejas, hay que atraer turismo a la ciudad, pero eso no se logra enseñando la muralla, la catedral, la Domus y cuatro cosas más. Hay que hacer una ciudad en que los visitantes caminen entre restos arqueológicos como sucede en otros lugares y países. Y que paguen por ello, claro está. Ahí estará el turismo, junto con la gastronomía. Y la riqueza para la ciudad.