Bajón en la hostelería lusa

Brais Suárez
Brais Suárez OPORTO / E. LA VOZ

MERCADOS

Brais Suárez

Mientras las cifras confirman que el número de turistas ha crecido un 6 % en el primer semestre del año, el sector hostelero acusa una reducción del gasto por viajero

01 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

El bullicio de la rua das Flores, en el centro de Oporto, no se refleja en todos sus restaurantes, con muchas terrazas vacías. «No está siendo un buen verano», comenta una camarera, aunque su jefe la interrumpe: «Si tienes buen producto y márketing, no te faltarán clientes extranjeros, que gastan al ritmo de los últimos años». Algo más abajo, junto al Palácio da Bolsa, una encargada asume que «está habiendo bastante menos gente que el año pasado y creo que, aunque el turismo crece, se gasta menos». Eso sí, niega que haya riesgo de despidos o de cierre de local, como en las últimas semanas viene advirtiendo la prensa lusa.

En el histórico Restaurante RC, uno de los camareros asegura que este verano se ha reducido la plantilla y atribuye la «ligera caída» de clientes a que muchos han ido a los Juegos Olímpicos de París o a la Eurocopa, en Alemania. Pero, «quienes vienen, mantienen el nivel de gasto». En general, todos insisten en que, pese a la inflación, «intentamos contener los precios y seguir compitiendo». Disminuyen, en consecuencia, sus márgenes, según denuncia la Asociación de Hotelería, Restauración y Similares de Portugal (AHRESP).

Los datos muestran lo contrario: según el INE, el precio medio de comer fuera de casa aumentó, desde inicios del 2022, en un 22 % y, en la última década, en un 39 %. Según la AHRESP, un 37 % de los portugueses han reducido este año sus visitas a restaurantes. De ellos, un 68 % culpan al encarecimiento, que se atribuye a la llegada de turistas con más poder adquisitivo. Ahora, incluso estos se lo piensan dos veces antes de pedir un segundo vino.

Para obtener rentabilidad del turismo y mantener el público local, algunas tascas del centro lisboeta incurren en una ilegalidad: ofrecen una carta paralela a portugueses, según recoge un reportaje de Expresso. Un comensal habitual puede comer un menú por 10 euros allí donde un filete cuesta, oficialmente, 16 euros.

De hecho, es en la capital donde han cerrado algunos de los restaurantes más icónicos. «Los últimos meses fueron, comparados con los años anteriores, los peores. Hay una caída brutal en la demanda. Junio y julio fueron trágicos; pensé que quizá solo en Lisboa, pero he hablado con gente de otros lugares y nadie tiene buenas noticias», confesaba el chef de Boi-Cavalo, Hugo Brito, a Jornal de Notícias. Las 16 delegaciones de la AHRESP también informan de “un descontento generalizado”.

Sin embargo, las cifras de turismo no dejan de crecer: solo en el primer semestre, Portugal recibió 14 millones de personas, un 6 % más que en el 2023, con un especial aumento de estadías en los pisos turísticos. He ahí parte del problema: existe la percepción de que muchos visitantes intentan reducir gastos y cocinan en casa; otra minoría ya solo va a establecimientos de lujo. «Creo que hay turistas con menos poder adquisitivo, que se quedan en pisos turísticos y salen menos a comer», comenta la encargada del restaurante portuense. «El turista medio, con algo de poder adquisitivo, pero que no es rico, desapareció», dice Brito a JN.

La AHRESP confirma que el sector atraviesa una mala época: «Las cifras turísticas pueden inducir a una percepción de que todo está bien (…), pero hay una parte de la restauración que está encontrando muchas dificultades». El despido de personal es la primera medida que toman.

Para aliviar a sus miembros, la AHRESP ha emitido 25 propuestas para que el Gobierno integre en los Presupuestos Generales del 2025, como la reducción del IVA en restaurantes al 10 %, incluyendo los refrescos y bebidas alcohólicas (ahora, del 23 %).

La tendencia en el centro de las ciudades es clara: las tradicionales tascas ceden su lugar a restaurantes más caros o a grandes grupos de inversores, con más músculo financiero que los pequeños negocios. Es el caso de uno de los más icónicos restaurantes de Oporto, Nabos da Púcara: «No queríamos cerrar, pero un grupo asiático ha comprado el edificio y nos echan», dice su dueño.