Los cien metros más rentables para los bares de Pontevedra: «Teníamos el teléfono en silencio y cuando vimos, había 150 mensajes en el contestador»

Nieves D. Amil
nieves d. amil PONTEVEDRA / LA VOZ

PONTEVEDRA

La calle Figueroa concentra el tirón de las tapas de Pontevedra en siete locales siempre llenos

17 ago 2024 . Actualizado a las 19:39 h.

Son cien metros, apenas 150 pasos en los que se esconde el secreto de las tapas. La calle Figueroa tiene tirón entre los turistas. Pero también entre los pontevedreses. A media mañana empiezan a trabajar en los siete locales que cada día atienden a miles de clientes. Lo primero es encender las cocinas, al mismo tiempo que se montan unas terrazas que cubrirán la calle desde la plaza de la Estrella hasta la de A Leña. «Sempre foi a rúa das tapas, pero agora hai máis movemento». Quien pronuncia esta frase es uno de los veteranos de la calle. Félix Caeiro está al frente de la Taberna de Félix, un local que cumple 34 años ofreciendo las tapas que nunca fallan. «Peixiños, pulpo, tortilla, pementos e últimamente hai máis que optan por os choquiños con patacas en lugar dos clásicos calamares», apunta en una jornada festiva que se prevé ajetreada.

Es de los que cree que la calle funciona todo el año, pero agosto es especial. Aún así, él no cambia sus normas. Para comer en su bar no se reserva. Come el primero que llegue y el que quiera esperar. «Somos máis rápidos co McDonalds, pero eles son máis listos que cobran antes de comer», aclara con humor. Y es que le sobran galones en este mundo de la hostelería. Antes de montar la Taberna de Félix trabajó en el Carabela y su mujer, en el Bar Estrella. Ambos locales, a pocos metros de su actual negocio. Así que puede decirse que llevan toda la vida en la milla de oro de la gastronomía. «Cando vimos a oportunidade, non o dubidamos», recalca.

En estas tres décadas trabajó muy duro, pero aprendió que la vida hay que disfrutarla. «Dende hai dous anos pechamos en verán os domingos pola tarde e o luns», advierte este hostelero, que pese a estar rondando la edad de jubilación no está en sus planes colgar el mandil.

Félix no es el único que no reserva mesa. Tampoco lo hacen en La Espuela y el Chiruca, dos de los locales con más movimiento de gente y con las terrazas más grandes de la zona. Su dueña, Beatriz Araújo, reconoce que hay momentos en los que se juntan colas de una veintena de personas, pero al igual que en la taberna de al lado, también apuestan por la rotación rápida de mesas. «Es una calle muy agradecida, se mueven muy rápido y siempre puedes dar el servicio», apunta.

Primero se hizo con La Espuela, pero el bum de la calle le llevó a coger hace dos años el relevo del Chiruca. «Figueroa es la única de tapas y los turistas lo saben. Vienen a por lo de siempre, la tortilla, las zamburiñas, los huevos rotos o los calamares», recalca esta hostelera, que además cuenta con un tercer negocio en Combarro, otro de los destinos turísticos más demandados de las Rías Baixas.

Mientras estos hosteleros cuentan su día a día en una de las semanas de más movimiento del año, los turistas no dejan de pasar. Su trajín se junta con el de los hosteleros, que están a punto de empezar el servicio del mediodía. «Cada vez empezamos antes, é o bo que deixou a pandemia», apunta Félix. En la fachada de muchos de estos locales están colgadas las cartas. Los calamares rondan los 15 euros y una ración de pulpo puede llegar a los 20. Los pescaditos se acercan a los 13 y los chocos en su tinta, a los 16. Son precios similares en toda la calle, donde el Kamelia y el histórico Bar Estrella, abierto desde 1956, dan la bienvenida desde A Ferrería. Al frente de ambos está Heliodoro Novás. «Esta calle es ya un atractivo turístico. Estos días es una locura, hasta tenemos el teléfono en silencio y el otro día nos saltó el contestador diciendo que teníamos 150 mensajes», apunta como reflejo del auge que ha cogido en los últimos años.

Apenas quedan cinco viviendas en la zona y buena parte de los bajos se han habilitado como despensas de los locales. «Se case non temos espacio dentro», apunta Félix. Uno de los que cuenta con un comedor más grande es el Trasmallo. Es el primer verano de Antonio Novas como empresario en la calle Figueroa. Ya sabía del tirón de la zona. Antes de ponerse por su cuenta y apostar por platos vinculados al mar trabajó en el local de al lado, O Eirado da Leña, el restaurante con una estrella Michelin de Iñaki Bretal. Para unirse al ritmo del tapeo ofrece Barco nas pedras, una tosta con pescado del día que puedes tomarte con un vino por un módico precio.

En estos cien metros, hay pizzas, comida marroquí en el Dükela, tapas tradicionales y hasta cocina de vanguardia de la mano de Novas. De junio a septiembre es una especie de comedor al aire libre por el que pasan miles de clientes que convierten Figueroa en una de esas calles estrella del verano, sobre todo cuando cae la tarde. «Esto, a veces, parece de Walking Dead con gente caminando en todas las direcciones», comenta uno de los hosteleros.