Los inmigrantes alojados en Sanxenxo apuran sus clases de español para ir a buscar porvenir: «Algúns marchan chorando»

SANXENXO

De los 54 jóvenes subsaharianos que llegaron a la villa turística, ya solo quedan treinta. Los demás partieron hacia el Levante español
12 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.Dani Bóveda, responsable de la oenegé Accem en Galicia, una de las entidades que coopera con el Gobierno en la recepción de inmigrantes que llegan de forma irregular, tiene una larga experiencia tratando con quienes arriesgan su vida cruzando el mar en patera para llegar a España porque nada es peor que la tierra que dejan atrás. Sin embargo, dice que pocas veces vio lo que ocurrió en este último mes en Sanxenxo, un municipio al que el día 9 de noviembre, hace justo un mes, llegó un grupo de inmigrantes de 54 personas. «Sempre se trata de darlles unha boa acollida, pero isto foi extraordinario. Eles sentiron que aquí tiñan unha rede de verdade, sentíronse en familia. De feito, algúns dos que se van indo marchan chorando de Sanxenxo». Bóveda explica que de la expedición de 54 varones jóvenes subsaharianos solamente quedan treinta en el hotel Baixamar de la playa de Áreas, el lugar donde se les está dando alojamiento y que está reservado, en principio, hasta final de año.
El guion adelantado por la oenegé Accem se está cumpliendo milimétricamente. La entidad advirtió antes de su llegada que la fecha del desembarco en Sanxenxo podía variar rápidamente porque el Gobierno estaba gestionando una crisis migratoria y humana enorme en las costas Canarias y por tanto las decisiones de tomaban sobre la marcha. No se equivocaron. La llegada a Sanxenxo se anunció en vano varias veces hasta que finalmente desembarcaron en la madrugada del 9 de noviembre. Antes de hacerlo hubo discrepancias públicas severas entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el Concello, liderado por el popular Telmo Martín, que le achacaba a los socialistas que actuaban con opacidad e improvisación, ya que primero habían dicho que enviarían a 350 personas a este municipio de las Rías Baixas. Sin embargo, tras la llegada del grupo de inmigrantes la cooperación del Ayuntamiento fue total, algo que destacó al oenegé y los propios inmigrantes, que si hay un nombre que corean bien en español es el de la concejala de Servizos Sociais de Sanxenxo: «Paz, Paz, Paz», le dicen a Paz Lago en las excursiones que han hecho juntos para conocer el municipio y cómo funcionan aquí las instituciones o los distintos servicios, como los de emergencias, bomberos o policía.
Tampoco erró la oenegé al señalar que, una vez pasados unos días en Sanxenxo y gestionados los primeros trámites, una parte de ellos enseguida abandonaría la localidad. «Todos os que teñen algún lazo familiar ou de amizade en algún punto de España ou Europa tira del, igual que facían os nosos avós cando marchaban dende Galicia á emigración», explican desde Accem. De esta manera, ahora mismo solo quedan en Sanxenxo treinta inmigrantes subsaharianos, procedentes de países como Mali, Guinea o Senegal. Buena parte de los que se fueron partieron hacia el Levante español, a puntos como Alicante, Valencia o Murcia. La principal barrera inicial para ellos es el idioma, ya que no hablan español y algunos, como suerte, chapurrean francés. Otros solamente se expresan en lenguas como el wolof, el principal idioma de países como Senegal o Gambia. Dada esta circunstancia, todos se marchan con un papel identificativo para que en caso de que no logren llegar a sus destinos, ya que hacen en solitario varios transbordos, puedan pedir ayuda. Una vez con sus familiares, amigos o vecinos llaman a la oenegé, que sigue en contacto con ellos, al menos durante los primeros días.
El hecho de que el idioma sea la gran primera barrera a derribar hizo que, nada más llegar a Sanxenxo, la oenegé Accem y el Concello se pusiesen manos a la obra para darles clases de español. El Ayuntamiento les cedió una casa cultural próxima al hotel donde se alojan, para que pudiesen ir a pie hasta allí, y los monitores de la entidad comenzaron a enseñarles castellano. Algunos chapurrean ya un buen número de palabras y otros se atreven incluso con algún vocablo en gallego. «Chove», es uno de los verbos que aprendieron algunos en este otoño de aguaceros.
¿Por qué se sintieron tan bien acogidos en Sanxenxo? Hay que hablar de muchas maravillosas coincidencias. Desde que los chavales, todos con edades entre los 18 y los 25 años, hicieron piña y que el dueño y el personal del hotel los abrazaron con palabras y sonrisas desde el primer día, hasta todo el esfuerzo que se puso por parte del Concello, entidades como Cáritas y los propios vecinos para integrarlos en la vida de Sanxenxo. Pero si hay algo que les sacó sonrisas tras su travesía por el mar y tras dejar atrás a sus familias fue, sin duda alguna, el fútbol. Se les facilitó que un día a la semana puedan ir a entrenar con un club local y, aunque caigan chuzos de punta, ellos no fallan a la cita. «O outro día tocaba entrenar e chovía moitísimo. A concelleira preguntoume se suspendíamos o tema e díxenlle que por favor que non, que me podían matar», cuenta con ironía Daniel Bóveda, de la oenegé Accem. Cuando no hay entrenamiento oficial, en cuanto tienen tiempo libre, bajan a la playa de Areas, llueva o no, para dar patadas al balón.

Buena parte de las treinta personas que quedan ahora mismo en Sanxenxo permanecen aún aquí porque están solicitando la protección internacional por distintas causas, bien porque huyeron al estar perseguidos políticamente en sus países o porque fueron víctimas de homofobia.
Si algunas de estas 54 personas llegadas a Sanxenxo logran que se les reconozca esa protección lo tendrán un poco más fácil que los demás para lograr regularizarse en España y alcanzar su gran objetivo: un contrato laboral que les permita buscar porvenir. Los demás se enfrentan a entre dos o tres años, en el mejor de los casos, en situaciones precarias hasta que consigan el arraigo laboral o social para poder trabajar legalmente y regularizar su situación. Mientras tanto, permanecen en una especie de limbo: no les van a echar del país, pero no pueden ser contratados legalmente. En Sanxenxo son muchos los que lamentan bien esta circunstancia porque muchos de estos jóvenes manifestaron que tienen experiencia en el mar o como conductores y, en ambos casos, de permitirlo la ley, no faltaría quien les ofreciese trabajo. De hecho, fueron varios los empresarios que llamaron al hotel donde se hospedan o que contactaron con el Concello preguntando por si situación legal y por la posibilidad de hacerles una oferta laboral.
En Sobrado los llevan al fútbol
Por su parte, los migrantes llegados a Sobrado dos Monxes siguen mostrándose reticentes a hablar públicamente. Sonríen y saludan, pero prefieren no comentar su historia. De los diez que llegaron hace un mes, quedan ocho y siguen recibiendo apoyo de Accem. Hacen vida alrededor de la pensión Vía Sacra, donde fueron alojados el primer día y donde se esfuerzan para que los menús les gusten. Los vecinos se han organizado para llevarles ropa de abrigo, para afrontar unas temperaturas ya bastante frías, e incluso los llevan a ver los partidos de fútbol para que se vayan integrando. Reciben clases, pero por el momento el idioma es su principal hándicap. «Si les saludas, sonríen y saludan, pero no saben lo que les dices», explicaba una comerciante.