Estos universitarios le dieron un giro de 180º a sus futuros: «Empecé Enfermería, hice dos años de Medicina y ahora estoy graduada en Audiovisuales»

C. NOVO SANTIAGO / LA VOZ

VIVIR SANTIAGO

Entrada de la facultad de Medicina de la USC
Entrada de la facultad de Medicina de la USC SANDRA ALONSO

De una carrera a otra o saltando a la FP, algunos estudiantes de Santiago cuentan cómo decidieron reconducir el destino que ellos mismos eligieron cuando todavía cursaban la ESO: «Con dieciséis tomas una decisión que luego, cuando creces, te das cuenta de que no es para toda la vida»

20 mar 2024 . Actualizado a las 11:35 h.

Marina dejó de lado todos sus hobbies cuando, con catorce o quince años, fantaseó por primera vez con el futuro. «Yo de mayor quiero ser médica», se decía a sí misma. Estudió, estudió y estudió sin dejar opción a un plan B. También sin ser consciente de que la presión académica que ella misma se imponía estaba desembocando en un problema de ansiedad. Cuando recuerda esa época, usa la palabra «colapso». Cuando recuerda lo que vino después, habla de «culpa» y de «vergüenza»: entró en el grado y, con veintiún años, decidió abandonarlo. «Yo siempre digo que no me fui de Medicina, que fue ella la que me echó a mí», reflexiona. Ahora, unos cuantos años después, está trabajando en el campo de la carrera en la que se terminó graduando, Comunicación Audiovisual: «Al entrar, fue la primera vez en la que me sentí parte de algo. Quién sabe si de aquí a cinco años se me antoja hacer un ciclo de informática, pero ahora siento que he encontrado mi sitio».

Su testimonio es uno más entre los casos de universitarios que, descontentos con el futuro que eligieron cuando todavía eran menores de edad, reunieron el valor suficiente para tirar lo cosechado por la borda en busca de otras opciones. «Con dieciséis tomas una decisión que luego, cuando creces, te das cuenta de que no es para toda la vida. Yo pensaba que la carrera que eligiera iba a significar mucho, que me iba a definir a mi como persona. Lo percibimos como algo tan inamovible que luego dejarla se hace muy difícil», reflexiona ahora la joven. Continuando con su historia, ella tiene claro que en su cambio hay una clara protagonista, que es una «deficiente» salud mental. «La presión que me imponía me generaba ansiedad, la ansiedad no me dejaba concentrarme, sin concentrarme no podía estudiar y no poder hacerlo desencadenaba en episodios de ansiedad todavía más fuertes. Era un círculo vicioso del que no era capaz de salir. Hubo un momento de decir: "Es esta carrera que no estás siendo capaz de hacer o tu misma, elige"».

Era la segunda vez que tenía que hacer frente a un cambio. Al terminar segundo de bachillerato y pese a enfocar todos sus estudios a entrar en Medicina, metió la pata en un examen de Selectividad y se quedó a unas décimas de la nota de corte. Cursó un año de Enfermería, en el que estuvo alimentando esa presión que ella misma se autoimponía: «Yo pensaba que realmente no tenía que estar ahí, para mí era un fracaso», reflexiona con perspectiva. A la siguiente convocatoria repitió las pruebas de acceso, consiguió una plaza en la facultad y recuerda ese momento como «un subidón absoluto». Pasaron los meses y, progresivamente, se fue dando cuenta de que igual no era todo como lo había imaginado. Dos años duró el proceso de reunir las fuerzas para dejar el grado. Fue después de los exámenes de enero, con meses y meses por delante antes de rellenar otra vez el formulario de la Universidad.

«Fueron unos meses en los que tuve tiempo y en los que volví a reconectar con todas las cosas que yo había abandonado para entrar ahí: el cine, el teatro, leer libros, escuchar música, y me di cuenta de lo mucho que disfrutaba eso. Me empecé a sentir mejor y pensé: "Tía, estás aquí empeñándote en hacer otra carrera del estilo —su opción era matricularse en Psicología— porque con trece años decidiste hacer Medicina, pero en realidad hay muchísimas cosas que te gustan más". Me puse a buscar sobre otros grados y yo, que no tenía un plan B, empecé a ver que había muchas opciones», recuerda sobre el proceso. Si se decantó por Comunicación Audiovisual fue porque uno de sus amigos la estaba cursando, él le contaba las cosas que hacían en clase y ella pensó que podría encajar con lo que le gustaba: «A día de hoy miro para atrás y fue un camino muy tortuoso en el que lo pasé muy mal, pero también es cierto que al final encontré el que es mi sitio ahora mismo».

De la Universidad a la FP 

Según los últimos datos del Ministerio de Universidades, el 8,17 % de estudiantes de la USC se cambiaron de titulación en los siguientes cursos y los que abandonaron la Universidad rondan el 6,4 %. Como ya repasó este medio en pasadas ocasiones, el número de matriculados cayó en casi 10.000 personas en los últimos diez años, pasando de 60.000 universitarios a menos de 50.000. Y mientras las universidades perdían población, otras enseñanzas como la Formación Profesional la han ido ganando poco a poco. Hoy son ya casi 30.000 las personas que están cursando en Galicia estudios de ciclo superior, frente a las 22.000 que lo hacían hace diez años. Es el caso de Aida, que empezó la carrera de Ciencias Políticas en Santiago y terminó graduada en dos FP paralelas

Cuenta que, cuando terminó el bachillerato, se sentía «en un limbo». Fue a unas jornadas en las que presentaban diferentes carreras universitarias y de Ciencias Políticas dijeron que tenía muchas salidas. «Aunque tuviera 17 años, yo ya estaba preocupada por si iba a tener trabajo en un futuro», explica la joven. En el primer año todo fue correcto, pero en el segundo ya se empezó a desmotivar. Había asignaturas que no se correspondían a lo que ella pensaba que iba a hacer y cometió la «torpeza» de comparar su visión con la del resto de sus compañeros. «Sentía que ellos tenían las cosas claras, que sabían a lo que querían llegar y que a mí, sin embargo, no me salía nada bien. Ellos conseguían ver salidas en esa carrera y yo todavía no sabía cuál era mi lugar en el mundo», recuerda. Ese fue el momento en el que sentó a sus padres a hablar y les dijo que no quería continuar con eso.

Trabajó durante un año y, después, se matriculó en una FP de la rama administrativa: «Estaba relacionada con algunos aspectos de Ciencias Políticas pero más aplicada. Ese año saqué notazas porque me gustaba realmente». Ahí se dio cuenta de que el problema no era ella, «que no era tonta», y se animó a sacarse paralelamente otro curso de Formación Profesional, esta vez de Finanzas. Lo que le gustó fue que le enseñaban a partir de casos prácticos, que no era tan académica como la Universidad y que los profesores siempre fueron muy cercanos con ella. «Viéndolo ahora con perspectiva, en la carrera hubo veces en las que me sentí algo perdida», rememora.

Ahora, con dos títulos en su currículo, admite que se planteó volver a la universidad en más de una ocasión. «Por ejemplo, me gustaría estudiar Económicas. Antes no estaba en la carrera correcta», piensa. «Yo fui la primera de toda mi promoción en dejar la carrera. También de mi grupo de amigos. Luego pasó el tiempo y, al hablar con la gente, me di cuenta de que gran parte de mis compañeros que llegaron hasta el final lo hicieron muy quemados», reflexiona la joven, en parte agradecida a su yo del pasado por reunir el valor para reconducir su futuro cuando tuvo la oportunidad.