Científicos y bodegueros abordan en un foro en la Ribeira Sacra caminos hacia una viticultura sostenible
12 jul 2021 . Actualizado a las 14:14 h.¿Qué pinta un experto en ornitología entre los ponentes de una jornada por y para profesionales del mundo del vino? El conferenciante en cuestión, Serafín González, biólogo y presidente de la Sociedade Galega de Historia Natural, lo explica mejor que nadie: «Cuando dejaban de cantar en la jaula, los canarios avisaban de un escape de grisú en las minas. Una primavera silenciosa en zonas de cultivo agrario alerta de que se nos viene encima una crisis alimentaria».
De las aves como indicadores de la salud del hábitat, y de la preocupante regresión que sufren algunas especies, se habló en la jornada Atlántico, minifundio y diversidad, organizada en Adega Algueira, en la Ribeira Sacra, por el colectivo Futuro Viñador, del que también forman parte en Galicia Guímaro, Zárate y el proyecto de Telmo Rodríguez en O Bibei. «Queremos inspirar a otras personas a seguir un camino de viticultura honesta, apegada a su paisaje y a sus personas», señalan en su página web, a modo de tarjeta de visita.
«Si se quiere, somos algo así como unos mecenas del siglo XXI. Aportamos parte de nuestros beneficios por la venta de vino a este proyecto. Ahora que se le da tanta importancia a lo inmediato, nosotros nos preguntamos ¿por qué no pararse para hablar del medio natural o la despoblación?», apunta Eulogio Pomares, propietario de la bodega Zárate, en Rías Baixas.
Tras tres años de reuniones para dar cuerpo a la idea, Futuro Viñador echó a andar a comienzos del 2020 con una puesta de largo en Londres en la que estuvieron las dieciséis bodegas que integran la asociación. Hasta allí llevaron lo que definen como una «revolución silenciosa del vino español», urdida en viñas «a escala humana» donde ven factible exprimir aromas y sabores fieles al lugar de origen.
La metáfora de las granjas
«No queremos crecer desmesuradamente, como esas granjas en las que el ganado está apretujado. Compartimos el deseo de modificar cosas y queremos servir de correa de transmisión de conocimientos y experiencias que mejoren la viticultura», dice el anfitrión del foro, Fernando González, de Adega Algueira.
La pandemia frustró los planes más inmediatos de este grupo heterogéneo de productores. Ahora que comienza a escampar, regresan con las pilas cargadas. Antes de desembarcar en Algueira, promovieron una acción similar en la bodega catalana Raventós i Blanc bajo el lema La recuperación del mosaico mediterráneo. La fórmula se repite: temáticas variadas y conferenciantes de primer nivel. Los contenidos, por lo demás, son de libre acceso en la web de la asociación.
El impacto ambiental de la viticultura es una de las inquietudes que comparten en Futuro Viñador. Todos sus integrantes adquieren el compromiso de minimizarlo progresivamente. El ornitólogo Serafín González puso un ejemplo revelador en la jornada sobre minifundio y diversidad. En un muestreo que tuvo como escenario fincas de cultivo agrario extensivo de la comarca ourensana de A Limia, en el que se excavaron 400 agujeros de 30 centímetros de profundidad, aparecieron solo seis insectos -tres muertos- y tres lombrices.
«Este tipo de debates son muy enriquecedores porque la exigencia de una viticultura más sostenible está a la vuelta de la esquina. Puede que llegue con retraso, pero es un proceso imparable. No es solo que desaparezcan determinados productos o que se controle más su aplicación. En exportación ya es habitual que pidan analíticas de residuos en los vinos para comprobar si hay restos de pesticidas», opina Pedro Rodríguez de Adega Guímaro.
«El vino no solo son tales o cuales aromas», tercia Eulogio Pomares. La magia de las descripciones del sumiller depende de la salud del viñedo y de la disponibilidad de mano de obra para trabajarlo. En Ribeira Sacra, escenario especialmente complejo por su difícil orografía, la media de edad de los viticultores acogidos a la denominación de origen supera los 65 años.
Pomares se hizo con viña y bodega en este territorio de viticultura extrema, en el que elabora uno de sus tintos de parcela. La falta de mano de obra le causa frecuentes quebraderos de cabeza. «El futuro de esta zona -reflexiona- está en la conservación del paisaje del viñedo en terrazas, y solo será posible si conseguimos traer de nuevo gente al medio rural, si hacemos de la viticultura algo atractivo».
Un paisaje humanizado
«El tiempo histórico degrada, pero también armoniza. El hombre puede hermosear la naturaleza al humanizar el paisaje», señala el catedrático de edafología Francisco Díaz Fierros, en referencia a las terrazas vitícolas. En su charla sobre la huella del hombre en el medio, se refirió a este territorio como «geometría cubierta de vegetación». Los motivos para preservarlo, según explica, son múltiples: «Ahora se evalúan servicios como el control de la erosión que las terrazas prestan al ecosistema, pero también hay una vertiente cultural por su valor estético».
La jornada sobre minifundio y diversidad terminó con una degustación al aire libre dirigida a profesionales en la que desfilaron diferentes marcas y añadas de Algueira, Guímaro, Zárate y Ladeiras do Sil, el proyecto de Telmo Rodríguez en Valdeorras. Alejandro Paadín, coautor con su padre de una reputada guía enológica, recaló allí de regreso de una gira por grandes bodegas de toda Europa. Galicia también tiene vinos de guarda con los que «sacar pecho», escribe en Facebook al hilo de la cata.