
Valdeorras celebra los cincuenta años del plan Revival, una iniciativa que sentó las bases del actual sector vitícola gallego, pero que, sobre todo, permitió recuperar las plantaciones de una variedad que casi había desaparecido y poner en valor un vino que, entonces, consiguió venderse a 300 pesetas, cuando los demás lo hacían a 50 pesetas
11 jul 2025 . Actualizado a las 21:53 h.Dice el diccionario que el anglicismo revival es innecesario en español, porque puede ser traducido por renacimiento. Pero lo cierto es que en Valdeorras este anglicismo es imprescindible para entender la historia del godello, ese vino que hoy en día está en boca de todos. Porque en esta comarca, Revival significa Reestructuración de Viñedos de Valdeorras, un plan pionero en apostar por las variedades de uvas autóctonas gallegas y sin el que, a día de hoy, no se entendería ni el éxito que este vino está teniendo en todo el mundo ni, probablemente, el triunfo de los vinos gallegos. Porque hasta que el Revival llegó y descubrió el potencial de las variedades autóctonas los gallegos eran de los que pensaban eso de que «el mejor blanco es un mal tinto».
Para entender el esfuerzo titánico que supuso poner en marcha un plan como el Revival es necesario conocer el contexto. «Después de la filoxera, las variedades de uva que había en Galicia eran la palomino y la garnacha tintorera porque eran más fáciles de cultivar y daban más producción. Hacían un vino fermentando todas juntas porque primaba la cantidad», cuenta Araceli Fernández del Palacio, de la bodega Godeval. «De godello solo quedaban unas cepas muy antiguas, que mezclaban con otras variedades para hacer vino. Curiosamente, los viticultores se reservaban esas cepas para hacer el vino para ellos», añade José Luis Bartolomé, técnico de extensión agraria que participó desde el principio en el Revival. Y hay que entender, también, el papel que jugaban las oficinas de extensión agraria. «Eran el punto de referencia para el sector agrícola y su objetivo era que el agricultor aprovechase mejor sus recursos», añade.
«En el año 1967 Horacio Fernández Presa se incorpora a la oficina de Valdeorras y empieza a pensar en cómo hacer rentable la agricultura de la comarca. Hizo un proyecto de manzana, que no acabó de funcionar, y tenía la filosofía de conocer la tradición y mejorarla», explica su hija Araceli, hoy al frente de la bodega Godeval. «El objetivo era que el agricultor aprovechase mejor sus recursos», añade Bartolomé. La viticultura cumplía todos los requisitos para ser el centro de atención del proyecto, pues era uno de los recursos de la comarca, donde había tres cooperativas, y era también una tradición. «Hizo un viaje a Alemania y volvió con la idea de que en Valdeorras también se podían hacer vinos blancos de calidad», cuenta Bartolomé. Así que en el año 1975 hizo una encuesta entre los viticultores de la zona para saber cuál pensaban que era la variedad que daría más calidad, tanto en blancos como en tintos. «La respuesta sobre los blancos fue unánime: el godello, que curiosamente era una variedad que prácticamente no existía», relata.

El primer paso fue comprobar si, realmente, con la uva godello se podían hacer buenos vinos. «Se pidió la colaboración de la cooperativa de O Barco, para que convenciese a sus socios de que la poca uva de godello que tuviesen la comercializasen aparte y se consiguieron 2.000 kilos de uva», asegura Bartolomé. Se pidió la colaboración «de gente que sabía, como Luis Hidalgo o Fernández Cano, para elaborar esos vinos y se sacaron al mercado». Esos primeros godellos triunfan y, mientras los vinos de Valdeorras se pagan a cuarenta pesetas el litro, los godellos se comercializan a 200 pesetas «y desaparecen». «Al año siguiente se venden ya a 300 pesetas y, más tarde, a 500. Es entonces cuando se decide que hay que animar a la gente a que plante esta variedad de uva», cuenta Bartolomé.

«Nosotros, en el año 1975 embotellamos el primer godello, que se llamaba Gran Godello. Luego hubo que retirar la marca porque no se podía ponerle nombre de variedades», recuerda Alfredo Vázquez, gerente de la cooperativa de O Barco, que entonces tenía 900 socios. A pesar de ese éxito, cuando se quiere animar a los viticultores a cambiar sus variedades de uva «a la gente le da la risa. Además, a Valdeorras nos habían puesto el sambenito de que teníamos el mejor tinto de Galicia», añade Bartolomé. Pero si algo tenían claro en extensión agraria era que competir en tintos con regiones como Rioja o Ribera del Duero era una batalla perdida. Claro que «apostar por variedades que no conocía nadie era un poco atrevido», cuenta. Arrancó entonces el Revival y, gracias a unas ayudas del ministerio, se pusieron en marcha campos experimentales. «Tivemos que marcar as poucas cepas de godello que había entón e recoller a madeira. Quedaban moi poucas cepas que os enxeñeiros de extensión agraria foron marcando e os viveiros empezamos a producir planta», cuenta José López, de Viveros López-Vid. Él explica que el crecimiento fue lento, «porque non había nin plantas nin demanda desa variedade». No como ahora que, desde su vivero, mandan vides de godello a todo el mundo, desde Sudáfrica a Madagascar, pasando por Bélgica.
Campos y bodega experimental
Se planifican entonces tres campos experimentales, en los que se estudian desde los portainjertos hasta los sistemas de conducción. «Si íbamos a animar a los viticultores a plantar la uva había que saber cómo tenían que hacerlo», cuenta Bartolomé. Valdeorras tuvo así las primeras empalizadas de España, pues hasta entonces el viñedo se cultivaba sobre todo en vaso. Pero convencer a los viticultores no fue tarea sencilla. «Tenían la idea de que si la uva casi había desaparecido era por algo», explica Bartolomé. En el Revival estaba implicado todo el sector. «Estaban los viticultores, los viveristas, las bodegas y la Administración», cuenta Araceli. Recuerda que, al amparo de este proyecto, además de las tareas de investigación, «se hizo mucha labor de formación, se dieron cursos de cata, de enología y se llevó a los viticultores a otras denominaciones de origen para que vieran lo que podía ser», añade. Pero los resultados empezaron a ser lentos.

«Los primeros convencidos eran gente que no vivía del sector, pero necesitábamos convencer a los viticultores», explica Bartolomé. En la cooperativa, a pesar de ver cómo se vendía el vino, no estaban convencidos del proyecto. «Decían que se vendía porque no había mucho, que si plantaban más igual no se vendería tan bien», recuerda Bartolomé. Entonces surgió la idea de hacer una bodega experimental, en la que seguir elaborando y estudiando este vino. «Entonces no había estación de enología en Galicia y nosotros queríamos tener una garantía de lo que podía ser el godello», asegura. Así que, con la ayuda de Luis Hidalgo, empezaron a elaborar vino con la uva de los campos experimentales. «Empezamos vinificando en barricas, luego pasamos al acero inoxidable y fueron los primeros depósitos de este tipo que entraron en una bodega gallega», asegura.
Cuando los fondos estaban a punto de agotarse, los promotores del Revival temían que nadie tomara el relevo. Es ahí cuando aparecen las bodegas. «Joaquín Rebolledo, A Tapada y Godeval empezaron a estabilizar el proyecto porque teníamos miedo de que se viniera abajo», asegura Bartolomé. «Mi padre montó Godeval cuando no había más formas de financiar el proyecto, fue apostar por algo que él predicaba», recuerda Araceli, quien tiene claro que el éxito actual del godello «fue una apuesta de muchos. Godeval fue la primera en exportar a Estados Unidos, pero Guitián estaba en todas las cartas a nivel nacional», añade.
El resto de la historia ya es más conocida. Gracias a la labor de esas bodegas, el godello empezó a asentarse en los mercados. «Hace 25 años nuestros vinos ya estaba por ahí, solo que en cantidades mínimas», cuenta Jorge Mazaira, director técnico del consello regulador. Después, llegaron grupos de otras denominaciones de origen y, poco a poco, el godello se convirtió en el blanco de moda. Pero nada de esto puede entenderse sin ese Revival, un proyecto que salió adelante «a fuerza de ilusión y con muchas dificultades y tropiezos. Nadie pensaba que esto iba a llegar tan lejos, pero sí que fue la base para otras denominaciones. Porque el futuro del vino en Galicia estaba en apostar por lo que tenía», concluye Bartolomé.