¿Qué prácticas ayudan al viñedo a retener más carbono y a combatir la sequía?

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

Ángel Manso

El proyecto Ecospherewines estudia en la IXP Terra de Betanzos cómo incrementar los servicios ecosistémicos del cultivo con cubiertas vegetales y leguminosas

09 jul 2025 . Actualizado a las 10:51 h.

Recuperar los paisajes de viñedo en aquellas zonas en las que se abandonó el cultivo hace años puede tener una serie de ventajas para el ecosistema. Esa es, al menos, una de las premisas del proyecto Ecospherewines, que hace año y medio pusieron en marcha una serie de entidades de Francia, España y Portugal. En Galicia, la iniciativa está liderada por la Fundación Juana de Vega, la Universidade de A Coruña, la Asociación Mariñas Coruñesas e Terras do Mandeo y la bodega Pagos de Brigante. Todos ellos llevan ya un tiempo trabajando para estudiar diversas prácticas que pueden hacer más sostenible este cultivo y ayudar a preservarlo.

«Los paisajes de viñedo proporcionan servicios ecosistémicos que deben ser preservados», explicó Tania Gesto, directora de proyectos de investigación e innovación de la Fundación Juana de Vega durante una jornada de presentación de los primeros resultados del proyecto. Hasta ahora, los trabajos se han centrado en caracterizar el paisaje del viñedo de las regiones que participan, que además de la IXP Terras de Betanzos son las denominaciones de origen Galliac en Francia, Dourom en Portugal y Arribes del Duero en España. Para ello se han revisado 78 iniciativas de infraestructura verde y servicios ecosistémicos con el objetivo de identificar las buenas prácticas y los retos que son comunes a todos los territorios. También se ha desarrollado una metodología para valorar el impacto que tendrán las soluciones propuestas en cada territorio y se ha definido un plan de actuación para cada área.

En Francia, por ejemplo, la investigación se está llevando a cabo en un viñedo experimental ubicado en una de las regiones vitícolas más antiguas del país. Allí se establecieron objetivos como tratar de frenar el declive de los polinizadores, ayudar a gestionar el riesgo de heladas o poner freno al aumento de la temperatura y el riesgo de sequía que el cambio climático está provocando en la zona. Para conseguir esto, primero se realizó un diagnóstico de la biodiversidad inventariando los hábitats y la fauna y la flora. Posteriormente, los investigadores decidieron comparar diferentes métodos de gestión del suelo para ver si era posible secuestrar más carbono o lograr alguno de los objetivos anteriores. Para ello, aplicaron diferentes técnicas al viñedo, como una cubierta vegetal permanente, el abono verde más la labranza, el desherbado químico o la alternancia de cubiertas vegetales y libranza entre hileras. Los resultados se están midiendo mediante mapas de temperaturas, con la instalación de sensores de humedad o calculando la evolución del nivel de nitrógeno que hay en la hoja.

Algo similar se hizo en la región de Portugal, donde la investigación se está llevando a cabo en la finca Quinta de Castel Melhor, de 237 hectáreas. Aquí solo hay 70 hectáreas de viñedo, en las que se están poniendo en marcha, por ejemplo, prácticas de lucha biológica contra el mosquito verde. También se está estudiando cómo influye en la biodiversidad el manejo del suelo si se planta, por ejemplo, mezclas de leguminosas o si se dejan cubiertas espontáneas o se practica el laboreo.

En Galicia la investigación se está llevando a cabo en una finca de Pagos de Brigante, que era una zona de monte que fue desbrozada dejando al descubierto los antiguos bancales que había cuando se cultivaba viñedo. «Los principales retos que tiene que afrontar aquí el sector tienen que ver con el cambio climático, por la falta de agua, y con las enfermedades fúngicas», explicó Vanessa Álvarez, investigadora de la Universidade de A Coruña. El terreno se dividió en tres zonas: una que ya tenía viñedo, otra en la que se va a plantar y una tercera que solo busca contribuir a la recuperación de la biodiversidad y donde se instalará un bosque comestible y otro de ribera. En la primera de ellas se están desarrollando diferentes estrategias experimentales, que pasan por comparar los beneficios de las cubiertas vegetales espontáneas con los de otras que incorporan especies vegetales que pueden aportar algo más. También se está trabajando con leguminosas y con la incorporación de los restos de poda y de acolchados de tojo al terreno. Los resultados se están midiendo con sensores de humedad en el suelo y haciendo un seguimiento del índice de vigor de las plantas, entre otras cuestiones.

Los trabajos continuarán durante los próximos meses, pues el proyecto no termina hasta principios del 2027. La investigación cuenta con un presupuesto de 1,6 millones de euros.