Una investigación transfronteriza coordinada por Rosa Bolea y Juan José Badiola, del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza, descubre que detrás de la enfermedad está el scrapie atípico de ovejas y cabras, que no se contagia entre el rebaño
18 dic 2019 . Actualizado a las 11:50 h.Elvira. El nombre ha permanecido en la memoria de los que en el ocaso del 2000 vivieron de cerca el desembarco en España, por Galicia, de la encefalopatía espongiforme bovina (EEB), popularmente conocida como el mal de las vacas locas. Elvira fue la segunda vaca gallega, después de una res que había dado positivo en una explotación de Carballedo (Lugo), en la que se detectó una enfermedad que acabó provocando la mayor alarma alimentaria vivida en Europa entre finales de los noventa y los primeros años del nuevo siglo.
Fueron tiempos convulsos para el sector bovino. Los ganaderos afectados vieron como las autoridades sanitarias vaciaban sus establos para prevenir una patología que no sabían cómo se había colado en sus granjas. «De los 800 casos que se registraron en España, una tercera parte fueron en Galicia», recuerda el veterinario Juan José Badiola. Las teorías que circularon durante los días posteriores a la confirmación de los primeros casos apuntaban a que la enfermedad podía haberse colado en las cuadras de la comunidad vía Centroeuropa (los casos eran cada vez más en Reino Unido, donde la encefalopatía espongiforme bovina se había descubierto por primera vez en los ochenta). Pero pronto los científicos comenzaron a poner el foco en el consumo de piensos fabricados con harinas animales, un producto ahora prohibido en la UE.
Cómo llegó a contagiarse Elvira era un misterio que se creía resuelto hasta ayer. Todo apuntaba a que fue culpa de haber consumido compuestos que contenían harinas procedentes de restos de ovejas y cabras afectadas por una patología conocida como scrapie clásico o tembladera. Y la teoría no se equivoca al hablar del consumo de esos piensos como vía de contagio. La novedad es que las cabezas de ganado caprino y ovino con las que se hicieron esos alimentos animales no padecían scrapie clásico. Ahora todo apunta a que lo que tenían era scrapie atípico, una enfermedad provocada por la mutación espontánea de una proteína. Por tanto, no se contagie entre los distintos miembros del rebaño.
Ese es el principal resultado de una investigación transfronteriza financiada por la Comisión Europea, y coordinada por los investigadores Rosa Bolea y Juan José Badiola, del Centro de Encefalopatías y Enfermedades Transmisibles Emergentes de la Universidad de Zaragoza, el mismo centro que confirmó los casos de EEB en Galicia aquel oscuro otoño del 2000.
El trabajo, que se ha ido realizando a lo largo de una década, fue publicado por la revista científica Proceedings of the National Academy of Sciencies of the United States of America. Ahora, como explica Badiola, después de haber realizado la investigación en ratones transgénicos en los que se han recreado proteínas bovinas y caprinas, el trabajo continúa en vacas. «Llevamos ocho años aguardando a ver qué ocurre en esas vacas», apunta. Pero de momento el trabajo realizado ha permitido descubrir algo «que nos ha sorprendido» como que sea un scrapie atípico (enfermedad que se identificó por primera vez en torno al 2003 en Noruega) y no el clásico el que está detrás de la enfermedad. o solo eso. «También vale para tener en cuenta que no se puede bajar la guardia en cuanto a las medidas de seguridad alimentaria que han logrado mantener a raya la enfermedad durante los últimos años», apunta también este científico. Como dice, el scrapie está ahí.