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¿Cómo la pérdida de biodiversidad te afecta al bolsillo?

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SOSTENIBILIDAD

JOSE MANUEL CASAL

Un estudio reciente calcula que el precio de los alimentos podría subir hasta un 3,2% cada año

19 jul 2024 . Actualizado a las 10:02 h.

No hay duda de que cuando un alimento escasea, su precio rápidamente sube en el mercado. Ocurrió cuando en noviembre pasado, en plena época del cocido, las lluvias echaron a perder buena parte de la cosecha en Galicia de nabizas o coliflores. Al no haber género, las nabizas llegaron a los 2,40 euros por manojo. Ese es solo un ejemplo de cómo aquellas lluvias, un efecto del cambio climático al que ayuda la pérdida de biodiversidad registrada en los últimos años, acaban afectando a la cuenta de resultados de las familias. Un reciente estudio del Banco Central Europeo y del Instituto Postdam apunta incluso que el precio de los alimentos podría incrementarse hasta un 3,2% cada año por el impacto del cambio climático en el 2035. En este sentido, la responsable del programa de Alimentos de WWF España, Celsa Peiteado, explica que «las sequías, cada vez más recurrentes, y otros fenómenos climáticos adversos como olas de calor, las DANAS... disminuyen los rendimientos de las cosechas. Además, la falta de medidas de adaptación adecuadas en el sector agrario, supone un mayor riesgo frente a plagas y enfermedades. Todo esto, unido al convulso contexto geopolítico, pasará factura a nuestros bolsillos. Tendremos que pagar cada vez más por los alimentos y, en muchos casos, veremos como la calidad de los mismos disminuye».

Pero es que además recuerda que el panel Intergubernamental de Cambio climático (IPCC), ya alertaba en el 2020 de que «el aumento de los niveles atmosféricos de CO2 también puede disminuir la calidad nutricional de los cultivos. Los modelos económicos y de cultivos mundiales prevén un aumento medio del 7,6 % en el precio de los cereales en el 2050 debido al cambio climático, con el consiguiente aumento del precio de los alimentos y del riesgo de inseguridad alimentaria y de padecer hambre. Las personas más vulnerables se verán más afectadas». 

De ahí que medidas como las recogidas en la Estrategia sobre la Biodiversidad, enmarcada dentro del Green Deal, sean fundamentales para evitar que la pérdida de hábitats acabe tocando la economía de los hogares. De hecho, la UE calcula que más del 50 % del PIB mundial está vinculado a la naturaleza y a los servicios que presta. Pero es que además es consciente de que cuando la naturaleza está en desequilibrio, «los ecosistemas se degradan y pierden su capacidad para prestar los servicios vitales necesarios para la vida humana, como son proporcionar alimentos nutritivos, producir oxígeno, suministrar recursos naturales, absorber CO2 y mitigar el cambio climático», como reconoce la Comisión Europea en uno de los documentos elaborados en relación con el reglamento de restauración de la naturaleza aprobado el mes pasado.

Las sospechas de la UE fueron corroboradas por los datos recogidos allá por el 2020, cuando la UE realizó una evaluación del estado de los distintos hábitats que se extendían por su territorio. El resultado fue alarmante: Solo el 15 % estaban en buen estado; un  36 % de las aves de hábitats agrícolas habian desapareido desde 1990; una de cada tres especies de abejas y mariposas estaban en declive, y una de cada diez estaban en peligro de extinción. La cuestión es que la agricultura intensiva que había ido tomando terreno en las últimas décadas estaba detrás de buena parte de esa pérdida de biodiversidad. Por eso, aquellos datos empujaron a los estados miembros a pensar en cómo pisar el acelerador de la recuperación de esos hábitats para volver a incorporar la naturaleza en la vida cotidiana de los habitantes de la UE. Y por eso también la última política agraria común (PAC) se centro en la recuperación del medio ambiente para lograr producir alimentos suficientes, asequibles, pero también producidos con modelos más respetuosos con el medio ambiente. Un ejemplo de ello fue la implementación de los ecorregímenes, prácticas obligatorias para los estados, pero voluntarias para los agricultores, que reciben incentivos por ralizar esas prácticas. 

Pero no fue hasta el pasado 17 de junio cuando después de un amplio debate, el Consejo aprobó el reglamento sobre la Restauración de la Naturaleza que tiene por objetivo establecer medidas para poder restaurar al menos el 20 % de las zonas terrestres y marítimas de la UE de aquí al 2030 y, de aquí al 2050, todos los ecosistemas que necesiten restauración. La idea es frenar el efecto del cambio climático y las catástrofes naturales. No por un capricho.