Auditores de la UE ponen en duda la inocuidad ambiental de la eólica marina
SOMOS MAR
Alertan también del daño social, pues «rara vez convive con otras actividades»
21 sep 2023 . Actualizado a las 13:04 h.La Comisión Europea firmó consigo misma y sus socios un Pacto Verde en el que alcanzar la neutralidad carbónica para el 2050 es uno de los principales postulados. Eso coloca en el centro de la política energética comunitaria el aumento del uso sostenible de energías renovables. Tras los problemas a raíz del conflicto bélico entre Rusia y Ucrania, la necesidad de romper la dependencia de los combustibles fósiles se hizo más patente y Europa volvió la vista al mar en busca de fórmulas para acelerar esa transición energética, redoblando su apuesta por la eólica marina y la energía oceánica. Con mucha mayor atención a la primera que a la última.
Esas prisas que han llevado a la Comisión a dedicar 2.300 millones de euros del presupuesto de los Veintisiete en el sector de la energía azul desde el 2007, y otros 14.000 millones del Banco Europeo de Inversiones (BEI), pueden no haber sido del todo buenas. Así lo hace ver el Tribunal de Cuentas de la UE, que resalta lo que considera un «dilema ecológico» de las renovables marinas.
Para empezar, los auditores subrayan que, a pesar de todo ese esfuerzo financiero —que no han conseguido cuantificar del todo porque «están repartidos en distintas bases de datos»—, es probable que «la UE no alcance sus ambiciosos objetivos». Hasta 800.000 millones serían necesarios para llegar al 2050 con entre 230 y 450 gigavatios (GW) de capacidad eólica marina. Además, será preciso realizar un esfuerzo mayor «para que la energía renovable marina sea sostenible desde el punto de vista socioeconómico y medioambiental».
Es más, los auditores no creen que la energía eólica marina sea inocua para el ecosistema. No lo saben porque la Comisión no ha valorado las posibles consecuencias —ni las positivas ni las negativas— de instalar estas renovables en el mar, «como el desplazamiento de especies, los cambios estructurales de las poblaciones, la disponibilidad de alimento o la migración». Pero temen que la expansión por Europa de las renovables marinas «sea perjudicial para el medio, tanto por debajo como por encima del nivel del mar».
Implicaciones sociales
Y si no se ha estudiado el posible impacto en el ecosistema marino, tampoco se han calculado en profundidad las implicaciones sociales del desarrollo de estas infraestructuras, apunta el Tribunal de Cuentas. Cierto que el empleo en el sector ha aumentado exponencialmente y ya son 77.000 las personas empleadas en este sector, que tiene un importante déficit de mano de obra cualificada, pero existe el riesgo de que se pierdan puestos de trabajo en el sector pesquero por el crecimiento de las renovables marinas. Difícil precisarlo porque «no hemos hallado valoraciones cuantitativas de la Comisión» sobre los efectos sobre la pesca. Lo que sí recogen es que «las renovables marinas rara vez conviven con otras actividades» y, en particular, «los conflictos con la pesca siguen en gran medida sin resolverse». Ahí está que «en los 6 primeros proyectos de parques eólicos adjudicados, los tribunales franceses recibieron 50 demandas».
Eso sin contar con que pueden contribuir a reducir la dependencia energética de la UE de Rusia, pero la tecnología obliga a importar tierras raras y otras materias primas fundamentales para la fabricación de generadores de turbinas eólicas que hoy suministra en un 90 % China. Por más que haya un plan para corregir esa dependencia, eso que puede constituir un cuello de botella preocupa en un contexto de tensiones geopolíticas como el actual.
Por tanto, la «revolución azul de la UE no debería emprenderse a cualquier precio: las renovables marinas no deben dar lugar a un grave daño social o medioambiental», expone Nikolaos Milionis, director de la auditoría.
Tomar nota de la experiencia
La Comisión Europea no ha tardado en contestar al informe. Admite que los planes de crecimiento que tiene para la eólica marina «son ambiciosos» y que «la sostenibilidad supone todavía un reto», pero no va a renunciar a la meta de alcanzar la neutralidad climática en el 2050 y a que la energía azul sea el vehículo principal. Los impactos sociales y ambientales que esta tecnología pueda tener se irán viendo con el tiempo y completando los que ya existen.