Una película documental de Javier Linares narra en lenguaje audiovisual lo que hay tras una lata de atún para dar fe de la sostenibilidad de la pesquería
17 jun 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Hace unos años un documental puso a la industria pesquera en el ojo del huracán. Seaspiracy, dirigido por el británico Ali Tabrizi y difundido por Netflix, denunciaba la «pesca insostenible» y arremetía contra el modelo de consumo, desalentando la ingesta de pescado. Arrancaba con el relato del cineasta siendo un niño, cámara en mano grabando el océano, y continúa cargando sobre la pesca la culpa de haber destruido su visión romántica del mar. El documental, lleno de impactantes imágenes y recursos sonoros, generó controversia entre el público y desató las iras de esa parte del sector que se ha dejado esfuerzo y dinero en hacer una pesca sostenible. Pero en vista de que con la furia y la indignación no conseguían desmontar las generalizaciones del documental, la industria pesquera decidió emplear el mismo lenguaje para explicar a ese mismo público, la sociedad de consumo, todo lo que hay detrás de una lata de atún. Con una historia que arranca también con una niña, mejor dicho, con los ojos de una niña, que despide en la playa de Abiyán a su padre, al que no verá en cuatro meses. Su padre forma parte de la tripulación de un atunero. Un atunero real. El Itsas Txori, armado en los Astilleros de Murueta, en el 2013, con base en Bermeo, propiedad de Inpesca, que opera desde la isla de Mahé, en las Seychelles, en el océano Índico.
La cara b de Seaspiracy se titula 1,17. Es una película documental dirigida y producida por Javier Linares, de Volcán Producciones, que traduce a imágenes y lenguaje audiovisual la réplica que en su día la industria atunera no fue capaz de hacer llegar por otros canales al público en general.
Imágenes convencionales, planos captados con drones y escenas tomadas por cámaras submarinas van tejiendo un relato narrativo que retrata «la dureza de la profesión, la pasta de la que están hechos los pescadores, la responsabilidad social de las empresas y el compromiso con la sostenibilidad de la flota atunera europea», explica la Organización de Productores Asociados de Grandes Atuneros Congeladores (Opagac). La patronal organizó la première de la película documental. Se celebró en los Teatros Luchana de Madrid y asistieron autoridades, profesionales del sector pesquero y representantes de distintas organizaciones relacionadas con la pesquería de atún tropical.
Sentado entre el público estaban también Josu Iñaki Ispizua, Axel Echevarria y Xabier Unzaga, patrón, capitán y oficial, respectivamente, del Itsas Txori, que, con una tripulación de 31 personas y dos vigilantes de seguridad para protegerse de los piratas, es una de las 45 embarcaciones europeas que se dedican a la pesca de atún y uno de los 1.800 atuneros de cerco que existen en el mundo.
Segunda familia
Ispizua empezó en la pesca con 16 años. Y le sucede lo que a muchos otros profesionales de larga experiencia, que no sabe si podría dedicarse a otra cosa que no sea pescar. En el documental de Linares cuenta que la vida en el atunero es como tener una segunda familia. Una idea que también expresan otros tripulantes, como el maquinista: «Paso tanto tiempo con los compañeros como con mi mujer y mi hijo». Y aunque es duro, son conscientes de la importancia de su trabajo, pues aunque está «poco valorado», lo cierto es que «somos los que damos de comer a la gente».
Y tanto. En este punto interviene Opagac, que cuenta que los 5 millones de toneladas de atún tropical que se capturan en todo el mundo generan una industria que proporciona miles de empleos tanto en el mar como en tierra, por su procesado y distribución. El atún representa una porción notable de la producción pesquera mundial, que en el 2021 se situó en los 160 millones de toneladas. Eso se cuenta también en la película, valiéndose para ello de una imagen aérea de un colorido y concurrido mercado en Senegal, que trata de ilustrar la capacidad de arrastre del sector, pues 200 millones de personas trabajan directa e indirectamente en la pesca. Porque «lo que para algunos es una exquisitez o capricho, para otros es su única fuente de proteínas», recuerda 1,17.
¿1,17? ¿Por qué ese título? Porque ese es el precio al que, de media, se vende una lata de atún.
Con imágenes prestadas que documentan casos de esclavitud del siglo XXI
Además del trabajo en el Itas Txori, el documental recoge el de otras flotas que practican «la esclavitud del siglo XXI». Para ello, Linares ha contado con imágenes cedidas por el periodista Ian Urbina, conocido por denunciar la lacra que supone la pesca ilegal, no regulada y no documentada (IUU) y sus vínculos con la trata de personas, armas y drogas. Es el contrapunto al trabajo en la flota comunitaria, que sin obviar los riesgos y la dureza, está dotada de telemedicina, emplea tecnología puntera y su actividad está certificada con el sello Aenor de Atún de Pesca Responsable y las capturas lucen el sello MSC.
Curiosidades
La película narra curiosidades de los atunes, como que el cimarrón (ejemplares adultos de atún de aleta amarilla) puede llegar a 80 kilos de peso y nadar a 70 kilómetros por hora, relata cómo el uso de objetos flotantes transformó la industria en los años noventa y detalla el proceso de captura de atún con cerco. Unas operaciones en las que se emplean radares de última generación y boyas selectivas, que se combinan con técnicas ancestrales, como la observación de los pájaros para localizar los bancos y el auxilio que presta la panga.
Atención, va spoiler: la película acaba con el regreso del Itsas Txori a puerto con las bodegas llenas. Capturas que descargará para ser elaboradas en la planta que Thai Union tiene en las Seychelles, donde procesa al conocido como cerdo del mar, porque se aprovechan hasta las espinas.
1,17 empezará en breve su recorrido por el circuito de festivales y su director negocia con varias plataformas su difusión.