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Los problemas que causa el sociable delfín que recorre Galicia: «Cando está Manoliño, non se fai un pesiño»

efe FERROL

SOMOS MAR

@robaloatlantico

Los profesionales de la pesca y el marisqueo advierten del impacto económico que causa su presencia

22 abr 2025 . Actualizado a las 12:32 h.

Desde el 2019, cuando se produjeron en Galicia los primeros avistamientos de un delfín al que le gustaba jugar y que fue bautizado popularmente como Manoliño, este no ha dejado de generar expectación, aunque a trabajadores del mar de Ferrolterra les ha complicado su trabajo justamente por enredar.

Juanjo Íñiguez, mariscador en la ría de Ferrol, es la otra cara de la moneda del fenómeno que gira en torno a este espectáculo marino, pues, según su relato, los encuentros con este sociable y curioso animal le han obligado en no pocas ocasiones a regresar de la faena cuando ni siquiera era media mañana.

Recurre a una frase ya coloquial en el gremio, la de «cuando está Manoliño no se hace un pesiño», para advertir del impacto económico que causa su presencia, de la que se hace eco a través de vídeos en redes sociales en los que llega a pedir una solución: «Que se lo lleven. Yo a las nueve me tengo que ir para mi casa sin ganar un duro». Pese a la reiterada solicitud, admite que lo cierto es que solamente le queda «resignarse y esperar que no nos fastidie más días».

Manoliño, tal y como afirma, interfiere en las maniobras de pesca, tocando las aletas e insistiendo en interaccionar con los marineros.

De este mamífero constan paseos cerca de varios puntos del litoral norte gallego desde hace seis años, tanto en las proximidades de Sada como en la ría de Muros-Noia y en la de Ferrol.

Entre las apariciones más recientes, más allá de los encuentros con mariscadores, un colectivo al que trae de cabeza por entorpecer su trabajo diario, algunas, que forman parte de la cara y no de la cruz, se han hecho virales.

Hace escasamente un mes, por ejemplo, Manoliño sorprendió a Daniel y Martín Bouzas, que se aproximaron a la villa de Mugardos para practicar buceo. De repente y a poca distancia, así vieron estos hermanos al cetáceo, no tan pequeño como pensaban y que tomó la iniciativa, acercándose a ellos.

Daniel, que gestiona en redes sociales la cuenta @robaloatlantico, ha relatado en ella que un «sonido estridente» empezó a retumbar en sus oídos, que lo percibieron «cada vez más cerca» y que, sin margen para la reacción, él mismo sintió «un fuerte aleteo por debajo del agua» que lo dejó «sin aliento», «una inmensa sombra rodeándome cada vez más cerca».

Fue entonces cuando analizó sus movimientos, «supongo que para averiguar si se trataba de una amenaza», y, con su pariente, finalmente se dejó «llevar por la magia de ese momento y solo disfrutamos».

Manoliño, uno más en una especie protegida, no peca precisamente de tímido: coquetea sin rubor con personas que practican deportes como el kayak e incluso con bañistas.

Busca cariño y lo hace, apunta un portavoz de la Cemma, la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos, porque se trata de un ejemplar repudiado de la manada a la que pertenecía, pero que, por su juventud, podría encontrar una nueva a la que sumarse. Esta organización recuerda constantemente que no es aconsejable interactuar, como tampoco lo es darle alimento.