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Tomemos medidas

SOMOS MAR

18 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

Llevamos décadas viviendo una caída en picado de los salmónidos. El llamado estado del bienestar ha supuesto una degradación de las arterias fluviales gallegas hasta el punto de que el número de licencias de pesca continental ha descendido desde las 100.000 hasta las 25.000 en cuestión de dos décadas. A día de hoy (16 de mayo), aún no se ha pescado el primer salmón en Galicia. Esto ha activado todas las alarmas, aunque la realidad es que, en los últimos años, el salmón entra más tarde. La contaminación de los ríos, las grandes presas, la proliferación de especies invasoras, el furtivismo, las depuradoras que no funcionan y, especialmente, las redes en alta mar han llevado al rey del río a una situación límite. El Eume, Ouro, Lérez y Verdugo, entre otros, llevan años vedados y no son capaces de recuperar la especie. Este es el mejor indicador de que el salmón desaparece en Galicia, aunque no se pesque. El Miño, el Eo, el Ulla, el Mandeo y el Masma son los únicos ríos en los que aún está permitida la pesca del salmón atlántico. Salvo el Eo, todos están sujetos a los cupos que establece la Administración de cara a su pesca sostenible. El pescador se queja de que la caña no es la causa principal de la regresión y que los motivos referidos son los verdaderos culpables de que nuestros salmones vayan a menos.

El salmón nace en nuestros ríos, emigra al mar de Noruega, crece espectacularmente y vuelve al río donde nació para reproducirse. En esa tortuosa migración está el verdadero problema de la especie. La pesca en el mar pone un freno a esa fantástica migración y sus redes impiden que el salmón pueda completar su ciclo. Pero, además, si un salmón llega a nuestros ríos, se encuentra con artes furtivas en los estuarios, con una contaminación que supone una barrera infranqueable, con zonas de freza tupidas de limo, con visones y cormoranes, que son de lo más destructivo. Y después del desove, los pintos en su bajada al mar, se encuentran con los bancos de voraces lubinas. Y, sí, además, también está el pescador.

Pero la pesca del salmón genera no pocos recursos económicos en base a tasas oficiales, permisos de pesca, aperos y materiales, comidas, alojamientos, desplazamientos… Y, en Galicia, lo sufren zonas que no tienen otros dinamizadores económicos. Tampoco podemos olvidar que las armerías y tiendas de pesca se han reconvertido a deportes de ocio y tiempo libre porque la pesca ya no da para más.

Con todo esto, la polémica sigue más viva que nunca: ¿debemos seguir pescando salmones? Los cupos de capturas los establece la Xunta en base a diferentes parámetros pero el pescador jamás acabará con la especie porque el río es el mejor regulador de las poblaciones, el problema es que no se sabe cuantos salmones entran en cada río y cuántos se podrían pescar sin dañar el stock de ejemplares.

En los noventa, el salmón casi desapareció y, a partir del año 2000, se recuperó gracias a los trabajos dirigidos por Pablo Caballero en la piscifactoría de Carballedo, pero esa ilusionante «recuperación» dio paso a una nueva caída en picado de las capturas.

El salmón acabará desapareciendo porque nuestros cursos fluviales son los más meridionales del continente europeo. Hay partidarios de seguir pescando, otros que se decantan por la «captura y suelta» y otros que hablan de vedar. En cualquier caso, culpar al pescador de la extinción de la especie me parece una auténtica felonía y mientras no se sigan los dictámenes de la ciencia estamos abocados a seguir discutiendo tabernariamente por cómo pescar cuando tendríamos que debatir qué pescar.

Miguel Piñeiro es escritor, periodista y miembro del Consello Galego de Pesca por las sociedades de pesca de Pontevedra