El Gobierno está «en contacto permanente» con la misión científica que busca los bidones radiactivos frente a la costa gallega

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La expedición reaviva el interés sobre los residuos olvidados. Quince países han decidido realizar un control más preciso de la radiactividad en el Atlántico nordeste
27 jun 2025 . Actualizado a las 22:40 h.La expedición oceanográfica francesa para analizar el impacto ambiental de los bidones radiactivos arrojados en el Atlántico en la segunda mitad del siglo XX está sirviendo al menos para que algunos políticos gallegos y del resto de España reparen por primera vez en este asunto, sumergido durante años en el silencio del océano hasta que dos científicos —el geólogo marino español Javier Escartín y el físico francés Patrick Chardon— tomaron la iniciativa de buscar fondos y medios para una misión científica independiente, al margen del dirigismo político salvo por los medios públicos de la Flota Oceanográfica Francesa.
Un día después de que la Xunta solicitara información sobre la expedición y sus resultados al Consejo de Seguridad Nuclear, el delegado del Gobierno en Galicia, Pedro Blanco, destacó este viernes que el Ejecutivo central se mantiene «en contacto permanente» con la expedición francesa que busca bidones radiactivos en aguas internacionales, a unos mil kilómetros frente a la costa de Galicia, en lo que valora como una investigación «oportuna». «Imos tratar de darlles unha solución», aseguró sobre estos residuos, pero sin concretar de qué manera. Lo que sí explicó, ante las solicitudes oficiales de información, es que el Gobierno estará «pendente» de los resultados de los informes de esta investigación y trasladará los resultados a las comunidades afectadas «con absoluta transparencia».
La conselleira de Medio Ambiente, Ángeles Vázquez, reiteró su petición de información. «Nós pedimos, por suposto, tranquilidade, pero tamén pedimos datos», dijo. En el mismo sentido se pronunciaron los diputados gallegos del PP, que llevaron este asunto al Congreso. La diputada Rosa Quintana, exconselleira de Mar, manifestó su «sorpresa» por conocer esta misión a través de los medios.
La repercusión de la expedición científica multidisciplinar también tiene impacto en los organismos y convenios internacionales que se encargan de proteger el Atlántico nordeste, como es el OSPAR (Convenio para la Protección del Medio Marino del Atlántico Nordeste). Ministros y representantes de quince países que suscribieron este acuerdo —entre ellos la ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, Sara Aagesen— se reunieron este viernes en Vigo para adoptar una declaración que contiene diversas medidas de conservación, entre ellas un seguimiento «más preciso de la radiactividad en el medio marino, con nuevos indicadores para evaluar tanto los niveles ambientales como los vertidos del sector nuclear». Aunque este punto parece que está más relacionado con la actividad de las centrales nucleares, fuentes de la expedición oceanográfica explicaron a La Voz que OSPAR cuenta con una comisión específicamente dedicada a los temas de radiactividad «y hemos informado en reuniones anteriores de nuestra campaña».
Mientras, la misión Nodssum en el buque oceanográfico L' Atalante sigue su curso, aunque con un trabajo menos intenso debido al mal tiempo en la zona de vertido que están inspeccionando. El intenso oleaje impidió que el robot submarino Uly X pudiera realizar inmersiones en las últimas horas. Esto ha servido para hacer un balance más exacto de los bidones localizados con el potente sonar de este dispositivo. Tras cinco inmersiones en cinco jornadas de trabajo se han geolocalizado 1.200 barriles. «El muestreo de sedimentos, agua y peces va por buen camino», aseguraron los científicos en la red social Bluesky.
Por otra parte, Greenpeace reclamó a la Unión Europea y al Gobierno español que asuman las investigaciones «para determinar el estado de los 220.000 bidones con residuos radiactivos que hay en la fosa atlántica». La organización ecologista recordó su relevante papel para entorpecer el vertido de bidones frente a las costas gallegas, incluso con riesgo para la vida de sus activistas. En un comunicado, pusieron en valor la misión de 1982, cuando el buque Sirius de Greenpeace, junto a barcos gallegos, se enfrentaron a los holandeses para que detuvieran sus descargas. «Tras la acción, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, el Gobierno holandés anunció la interrupción de los vertidos nucleares al mar. Diez años más tarde, en 1992, se firmó el Convenio para la protección del medio ambiente marino del Atlántico nordeste, prohibiendo el desecho de los residuos nucleares de baja y media intensidad», relata la organización ecologista.