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Cynthia Martín Míguez, la gallega que rescata migrantes en el Mediterráneo con Open Arms

Eva Parey MADRID / COLPISA

SOMOS MAR

Cynthia Martín Míguez, en la borda del velero Astral, en el puerto de Marsala, junto a los 130 chalecos endulzados tras el último rescate de migrantes en el Mediterráneo
Cynthia Martín Míguez, en la borda del velero Astral, en el puerto de Marsala, junto a los 130 chalecos endulzados tras el último rescate de migrantes en el Mediterráneo EVA PAREY

De ir a al timón del barco de un vecino en Oleiros, a ser patrona de lancha y coordinar salvamentos a bordo del Astral

01 sep 2025 . Actualizado a las 16:57 h.

«Mayday, mayday», irrumpe la radio del Astral mientras navega al sur de Lampedusa. «Barco migrante necesita ayuda», repite la voz. Cynthia Martín Míguez, gallega de 35 años y coordinadora de la misión de búsqueda y rescate número 121 de este velero humanitario de Open Arms -la oenegé española dedicada al auxilio de refugiados en el mar- anota con rapidez las coordenadas. La señal ubica una embarcación de madera a pocas millas de su posición, con 130 personas a bordo -entre ellas 18 mujeres y seis niños- dentro de la zona SAR (Search and Rescue), en algún sitio entre Italia y Malta, por donde el Astral acostumbra a navegar en solitario en misiones de socorro.

Con solo diez años Cynthia ya patroneaba la lancha de un vecino pescador, surcando las aguas de la isla del castillo de Santa Cruz, en su Oleiros natal (A Coruña). Allí germinó su vínculo con el mar y allí se fue formando como voluntaria en salvamento marítimo de Cruz Roja.

Hoy, 25 años después, y en un escenario bien distinto, la gallega coordina rescates en el Mediterráneo central, desde la borda del Astral, un velero de 30 metros de eslora construido en los años 70 que siempre había sido usado como lujoso barco de recreo y ahora despliega sus génovas y tormentines como navío humanitario para auxiliar a hombres, mujeres y niños que huyen por mar de la guerra y el hambre.

El Astral forma parte de la flotilla de la oenegé Open Arms (que también tiene un barco de salvamento con ese nombre), esa que el líder de Vox, Santiago Abascal, califica de embarcaciones «de negreros» que hay que «confiscar y hundir» y que ha vinculado con la violación de una menor en Madrid cometida supuestamente por un emigrante que llegó en ese navío.

Un nuevo rumbo a su vida

Fue en 2016 cuando Cynthia vio en televisión un reportaje sobre la labor de Open Arms ante la dramática situación en el Egeo, la parte del Mediterráneo comprendida entre Grecia y Turquía. «Todos veníamos escuchando lo que pasaba en Lesbos, Samos y Chios», recuerda esta marinera de espíritu. Por aquella época se dedicaba sobre todo a socorrer a turistas borrachos que se adentraban en las frías aguas del Atlántico, y pensó que podía utilizar sus conocimientos de una manera «más justa», reconduciendo su vida para «salvar a gente que lo necesitara más».

Se hizo patrona de lancha de Open Arms y como tal nunca olvidará la misión número 78. «Aquel día se torció todo, pero dentro de la tragedia y la gravedad, podría haber sido peor», rememora. Había que auxiliar a 120 migrantes de una lancha inflable. Como es habitual se priorizó a las mujeres con sus hijos pequeños. Tras rescatar a la primera madre, la patera neumática reventó a causa de la sobrecarga y el resto de migrantes junto a sus bebés fueron engullidos por la lona bajo el mar. Cynthia y sus compañeros salvaron a todos, aunque hubo que hacer maniobras de reanimación cardiopulmonar en una operación que duró horas.

Nada que ver aquella misión con la actual, la 121. Tras los angustiosos mayday recibidos por radio, Cynthia activa el plan de rescate y el equipo inicia las maniobras de actuación. En la patera de madera, de un azul radiante, viajan 130 personas de Eritrea y Somalia y alguna de Egipto. Han partido de madrugada desde Zuara, en la costa libia, navegando a la deriva hasta que la barcaza ha sido descubierta por un pesquero, que ha enviado la señal de aviso. En esta ocasión no ha habido contratiempos. «Ha sido un rescate agradecido, el mar estaba planísimo y la embarcación estable». Los socorristas han asegurado a los migrantes rápido y la Guardia Costera Italiana no ha tardado en llegar. Todos respiran tranquilos. La misión ha sido resuelta con éxito. Final feliz. Esta vez.

El Astral ya regresa al puerto de Marsala, en Sicilia. Navega a 10 millas de la costa, pero una ventolera obliga a resguardarlo con toda su tripulación. La tierra se atisba a lo lejos y el viento trae un aroma que se suma al del salitre marino. «Huele a tierra», comenta Cynthia con emoción, «el olor a casa, el olor a hogar», dice. Ya solo queda endulzar los chalecos para un próximo rescate del Astral, ese velero «negrero» que hay quien desea ver en el fondo del mar. A Cynthia la llaman filla, por la familiaridad y el cariño con la que trata a la tripulación y a los refugiados.