Patrocinado porPatrocinado por

Salud Táboas, la primera marinera de la ría de Vigo se disfrazaba de hombre

Monica Torres
Mónica Torres REDONDELA / LA VOZ

PESCA Y MARISQUEO

M.MORALEJO

Salvó a ocho falangistas en el naufragio de San Simón, pero huyó: «Pensei que me ían prender por facer algo mal»

16 mar 2024 . Actualizado a las 04:46 h.

Cuando subirse a un barco para faenar aún era cosa de hombres, Salud Táboas Barreiro ya salía a diario en la gamela con sus hermanos por la ría de Vigo. Eso sí, tenía que disfrazarse de hombre para burlar a las autoridades, con 17 años salvó a ocho náufragos en la mayor tragedia vivida en la ría viguesa en la ensenada San Simón y, cuando ya rondaba los 40, consiguió su libreta para ir al mar.

«Nos preguntan si somos hermanos porque hasta parezco mayor que ella», bromea su hijo Juan José, jubilado ya del mar, mientras juntos pasean por el muelle de su Cesantes natal. No exagera. Salud, que ya ha cumplido los 90, sigue rompiendo estereotipos. La suya es una historia de lucha y perseverancia, surtida de anécdotas, que ha ayudado a escribir la de muchas mujeres. Fue la primera marinera de la ría de Vigo y, por ello, hace unos días recibió el reconocimiento de su pueblo. El oficial, porque el valor de esta pionera que mantiene intacto su entusiasmo por exprimir la vida es un secreto a voces en Redondela. Especialmente en el muelle de Cesantes, su casa.

«Con nove anos xa ía cos meus irmáns na gamela, pero disfrazada porque estaba prohibido. Era a única mariñeira na ría de Vigo e, aínda de casada, cando ía co meu marido, sempre con traxes de home», explica. Trabajaba como cualquiera de ellos, pero además en la casa y en el campo, porque también crio a sus dos hijos tras enviudar muy joven. «Pasei máis fame que un profesor de escola. Non sabía ler nin escribir, pero conseguín sobrevivir nun mundo de homes», dice.

Es Salud da Peixiña desde antes de hacerse al mar. La razón es que, aunque su padre era zapatero, su madre María se dedicaba al marisqueo. Vino al mundo en 1933 y sobrevivió al hambre, al machismo y a las guerras a base de mucho trabajo y grandes dosis de ingenio. «Non aprendín a ler e a escribir ata preto dos corenta anos, para sacarme o carné de conducir. Pero era listísima porque había que sobrevivir entre os homes», explica. En su casa dormían con paraguas cuando llovía, «por iso comecei a traballar para gañar cartos e facer unha nova». No dudó en enfundarse ropas masculinas para embaucar a las autoridades, ni en esconderse bajo la pitrina «unha pera de goma chea de auga». «Cando se chivaban de que había unha muller a bordo e viña o tenente de navío ao barco para botarme, eu apertaba a pera para que vise que estaba a ouriñar como uno máis dos mariñeiros e nunca conseguiron pillarme».

«De noite ía ao mar, de día traballaba na casa e nas veigas, pero tamén ía vender co peixe na cabeza polas casas. Como non había cartos, cambiábase a mercancía por trigo para fariña, o ano 1941 foi o que máis fame pasamos todos», recuerda.

El 22 de agosto de 1950 regresaba de trabajar en un vivero en el que limpaba ostra cuando avistó el naufragio de la lancha que traía a Cesantes a medio centenar de miembros de la guardia de Franco que iban a jugar un partido de fútbol. «Collín unha gamela e fun cara ao barco. Gritei que viñesen a min en San Simón, pero non veu ninguén i eu soa rescatei a oito deles», recuerda. Les movía con un palo para saber si estaban vivos y los dejó en tierra antes de poner los pies en polvorosa. «Como salvara a oito falanxistas, saín correndo para casa pensando que me ían facer prisioneira porque fixera mal. Metinmei debaixo da cama e, dende alí, escoitei como buscaban pola megafonía á moza que salvara aos soldados». Al final le hicieron una fiesta allí en la isla, pero setenta años después, Salud no olvida aquel difícil día.

Se casó con otro marinero del pueblo con el que tuvo dos hijos. En 1971 consiguió el merecido salvoconducto. «Na voda duns amigos disfraceime para xogarlles unha broma e entre os invitados estaba un comandante de Vigo. Quería coñecerme e cando me preguntou se necesitaba algo, directamente díxenlle que quería o libro do mariñeiro para poder ir tranquilo ao mar». Fue a recogerla al día siguiente y poco después comenzó a tomar clases para aprender a leer y a escribir. Así consiguió el carné de conducir y montar su propio puesto de venta de pescado. Viuda muchos años se casó poco antes de jubilarse, con un taxista de Marín, «e foi cando comecei a disfrutar do tempo e a viaxar . Chegamos a ir ata nun trasatlántico», recuerda.