Un galego bo e xeneroso, Ángel Fernández Acción
PESCA Y MARISQUEO
![El fallecido Ángel Fernández Acción, en una foto del 2019, en el puerto de Burela](https://img.lavdg.com/sc/9cFh_A5qqUGZNUJRYcPEETpUhvk=/480x/2025/02/01/00121738409461792190620/Foto/X23Y9035.jpg)
Muchísimo tiempo sin escribir y muchas cosas han pasado desde el último diario. Pido disculpas por este silencio, provocado por la desidia del que escribe, y vamos con el 51.
Desidia provocada por el cansancio del trabajo sin los frutos esperados, llevando esto a un letargo interminable que provoca el desánimo y lleva a esa desidia en la comunicación de lo realizado. Aunque esto no afecte al ánimo en el trabajo, más bien al contrario, esa adrenalina acumulada en la semana hace que el viernes se evapore igual que el mejor de los perfumes y durante el fin de semana sea necesario recargar para la semana siguiente.
La navidad y la falta de celebración del cumpleaños más esperado el 24 de diciembre también afectan al ánimo del que escribe, aunque tenemos que aprender los seis hermanos que ya no habrá más cumpleaños de mi padre, ni de mi madre en agosto en las fiestas de mi Nois. Y esa losa pesa.
Pero el motivo de mi diario no es ese.
Hoy me gustaría escribiros sobre dos personas, una que he conocido mucho y otra que, aunque conozco muy poco, demasiado poco, me hacen coger fuerzas para escribir.
La primera de ellas es el jarroncito chino, que es como Ángel Fernández Acción me llamaba después de una temporada en la que me dio por poner camisas de una tienda que hay en Madrid, Mummy. Cada vez que Ángel me veía con una de aquellas camisas tan floripondias me decía todo sonriente, «tu Diana te ha puesto como un jarroncito chino», tras lo cual sonreía y me daba una palmada en la espalda.
Recuerdo nuestros dos conciertos en el Miranda, tú con la armónica y yo con el acordeón, en los que todo el mundo nos escuchaba y seguro que criticaba, aunque a nosotros lo que nos gustaba era tocar y disfrutar. Que conste que nos criticaban con razón, éramos muy malos. «Basi, cuándo volvemos a tocar», me repetiste muchas veces, y sólo fueron dos porque no había más tiempo por mi parte.
Recuerdo la cena en el muiño en A Rigueira. Me sorprendió que el todo poderoso Ángel, el de radio de Capitanía, que era como te conocíamos en aquellos años, supiera tocar un instrumento musical y además la armónica.
Nos sorprendía a todos que Ángel estuviera para todo y para todos en cualquier momento y lugar, no en vano tenías un nombre que te definía a la perfección. Acuérdate de darle recuerdos a mis padres, Ángel.
Ha sido todo un honor por mi parte conocerte y además tenerte como amigo, la persona que más ha mirado por los demás sin importarle la reciprocidad que eso pudiera suponer. Un galego bo e xeneroso.
El otro hombre que he conocido ha sido alguien del que espero volver a escribiros, aunque no por su trabajo, como en esta ocasión, si no por el encuentro que espero tener en un café. Es una persona que, a pesar del trabajo que tiene y con el que lo he conocido, siempre tiene una sonrisa para dedicarte y que nunca le he visto perder. En dos ocasiones lo he visto en situaciones distintas y siempre sonriendo. Supongo muchos son así, pero no todos los bomberos. Os escribiré sobre él en otra ocasión.
Nada más me queda que contaros. Recordaros, como siempre, que comiendo pescado y marisco seréis más sanos y sobre todo más felices que falta nos hace a todas las personas.