Mónica Manso, experta en la mujer: «A la menopausia la están vendiendo como una hecatombe, y tampoco es para tanto»

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A los 40 puedes ir tirando de rentas, pero después hay que atender al cuerpo», dice la autora de «El poder de la edad»
15 jun 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Una guía para disfrutar de la madurez femenina ante la tiranía del edadismo y de la cultura anti-aging. Eso es lo que propone en El poder de la edad (RBA) Mónica Manso, terapeuta transpersonal y mentora especializada en las etapas vitales femeninas. De todas ellas, tiene claro cuál es la más dura. «La maternidad sin ninguna duda, prefiero una menopausia, no tiene comparación», asegura la autora, que dibuja un futuro en el que nunca es tarde para reinventarse y que revaloriza a la mujer a medida que va cumpliendo años.
—¿Hasta qué punto afecta el miedo a envejecer en las decisiones que toma cada día una mujer?
—Muchas veces no nos damos ni cuenta de cuánto nos afecta. Ya desde que te levantas por la mañana, te miras en el espejo y, por decir algo, te ves una arruga y estás pensando en ella y en si te tendrías que comprar no sé qué crema para no tenerla. Solo con eso, tenemos el constante bombardeo que hay de la publicidad para que tengamos esta necesidad de mejorarnos siempre a nosotras, de ver que algo no está bien. Esa sensación está todo el rato en el aire, y lo sabes. Están constantemente bombardeándonos con el márketing de las cremas antiedad, y ahora también con el de la menopausia, que hay un mundo en torno a ella ahora mismo.
—¿Pero qué es realmente el miedo a envejecer? ¿Es el miedo a esa imagen que nos devuelve el espejo, a cómo nos ven los demás, o es el temor a las cosas a las que nos vamos a empezar a enfrentar y que van asociadas a la edad, como las pérdidas?
—Yo creo que es una progresión. Al principio en la mujer tienen mucho que ver el cuerpo y las emociones, que son los síntomas que nos llegan con la menopausia. Ahí se tiene ese primer contacto con la sensación de envejecer. Hay mucho miedo en torno a la simbología, y mucho tabú. Después, empiezas a verte arrugas, muchas mujeres tienen tendencia a ganar peso... Y esta es la segunda parte, en la que piensas: «Me vuelvo invisible para los demás, mi forma física está cambiando, ya no soy atractiva». Primero es el cuerpo, y luego ya viene la mente, que entra a decir: «¿Qué está pasando? Esto es el principio del fin».
—El proceso es irreversible, ¿pero hasta qué punto puede ser mejorable?
—Si tomas las riendas de tu salud y empiezas a informarte de una manera profunda y consciente, puedes ver que hay mucho potencial por vivir en esta etapa. Y cuando pasas unos años más allá de la menopausia, ya te has reajustado y has visto que no te vas a morir, y has contactado con los profesionales que te ayudan, hay un poquito más de estabilidad y se abre el miedo a otras cosas. Yo creo que más como hacia los 60 empiezan los pensamientos del tipo: «Me estoy haciendo mayor», «empiezo a tener algunos dolores aquí y allá», «qué va a pasar con el cuerpo»... También puedes empezar a tener pérdidas de amistades y de seres queridos. Y, por último, llega el temor a tener que depender. Pero yo creo que esto viene después.
—Tú misma contaste que la menopausia te llegó a los 47 años, y que la recibiste con alegría hasta los 53. ¿Qué pasó ahí?
—Ahí tuve mi cataclismo. Lo que a muchas mujeres les llega a los 60, a mí me llegó a los 53. Empecé a tener mucho miedo al futuro. Yo tengo una discapacidad en una pierna que está muy operada, y me dio por pensar que no sé qué va a pasar, en si esto va a peor... Al mismo tiempo empecé a temer la muerte de mis padres y de mi mascota. Entonces, ahí fue cuando empecé a sentir la llamada de investigar más sobre cómo podemos vivir esta etapa de la vida resignificándola, reformulándola.
—¿Cada mujer lleva a una edadista dentro?
—Sí, y es importante reconocer a esa edadista interna, porque seguimos pensando: «Esto a mi edad ya no toca», o «¿cómo me voy a vestir de esta manera?». Ese contacto con lo que se acaba y ya no volverá, que es la juventud, y la fertilidad, es lo que nos lleva a sentir más la sensación de pérdida.
—En cualquier caso, el cuerpo femenino no descansa. Menarquia, maternidad, climaterio, menopausia... una continua revolución hormonal. ¿Se nos puede exigir lo mismo que al hombre en todas las facetas de la vida?
—Eso es superimportante ponerlo sobre la mesa, porque si piensas que cuando llega la menopausia se te retira la menstruación y descansas, resulta que no. Siguen pasando muchas cosas a nivel emocional, porque el déficit estrogénico y de progesterona marca también un componente emocional y en la salud mental, aunque hay mujeres sin apenas síntomas. En igualdad de condiciones con los hombres no vamos a estar nunca porque, obviamente, para ellos también hay un descenso de la testosterona y de todo su sistema hormonal, pero no es lo mismo, no es tan brusco como en nosotras.
—Dices que la crisis de la mediana edad sucede entre los 40 y los 60, que es cuando hacemos balance. ¿Pero no hay gente patológicamente insatisfecha, independientemente de la edad?
—Como persona se puede estar muy insatisfecha, ¿pero quieres seguir estando insatisfecha a partir de los 40 y los 60? ¿O quieres empezar a hacer este trabajo de empezar a valorar lo que sí que tienes? Incluso puedes ponerte las pilas si quieres conseguir algo más, y dejar ya la queja. La insatisfacción, al final, es una queja.
—Pero es innegable que en el ámbito laboral, si la insatisfacción procede de ahí, la edad penaliza.
—Sí, el edadismo es innegable. Se ha hecho mucho trabajo en la cultura de la inclusión a diferentes niveles, pero en cuanto a la edad, no. Y ahora se ven muchas críticas a la generación Z, que la llaman la generación de cristal, y yo creo que para nada. Son una generación que está reivindicando y no quieren pasar por el aro de lo que hemos pasado todos los demás cuando hemos trabajado por cuenta ajena. Lo que hay que hacer es estudiar bien ese cambio. Hay muchas mujeres que se convierten en emprendedoras a partir de los 50, que no es un camino fácil, pero si sientes la llamada de hacer un cambio, al menos ábrete a contemplar la posibilidad, pero no te cierres ya porque piensas que eres mayor.
—¿Todo se puede manifestar por pequeñas afecciones físicas sin importancia, como por ejemplo unas simples llagas en la lengua?
—Sí, y sobre todo a partir de los 40. Hay mujeres de esa edad que ya están en perimenopausia y que no quieren ni oír hablar de la palabra, cuando en ese momento vital es muy importante escuchar los mensajes del cuerpo y no tenerles miedo. Es mejor ubicarte y reconocer señales en tu cuerpo que pueden indicar que estás en perimenopausia, e informarte y prepararte para ello. Es una llamada a cuidarse, a cambiar el estilo de vida, y claro, nos cuesta a todas. Hasta los 40 puedes ir tirando de rentas, porque el cuerpo tira muchísimo. Incluso te diría que es posible hasta los 45. Pero después, hay que atender al cuerpo, que te empieza a decir: «Oye, que me canso, que por aquí no, que no quiero seguir el mismo ritmo de antes».
—¿La menopausia tiene un componente de duelo?
—Sí, y ese duelo lo podemos vivir conscientemente o no, pero de alguna manera es una etapa en la que se ponen de manifiesto todas las heridas que no hemos sanado. Y mucho tiene que ver con los duelos que no hemos abordado en nuestra vida, que los hemos puesto debajo de la alfombra. Entonces, de alguna manera eso viene de nuevo como para hacer ese trabajo simplemente de reconocimiento. De que eso dolió, de que eso tuvo un lugar y un impacto en la vida, y de cerrarlo de alguna manera, si es posible.
—¿La edad es una aliada a la hora de poner límites?
—Hay una parte emocional, que todo el tema del descenso de los estrógenos tiene que ver con cómo nuestras emociones de alguna manera nos desbordan. Entonces hay muchos momentos, sobre todo en perimenopausia, en los que sale una especie de rabia, como que todo te molesta, sientes que ya muchas cosas no las quieres hacer, que ya no te apetece esto... Y lo decimos mal, desde el enfado, la ira y el mal humor. Entonces, esto es una llamada a decir qué es lo que no está bien en tu vida, lo que no quieres seguir sosteniendo, y desde ahí, en lugar de poner el límite desde la ira, lo pones con consciencia y empiezas a poner límites. Es algo energético, hay algo ahí que es como que no puedo más, no quiero más de este rollo. O pones el límite, o sigues igual que antes, y es un desgaste tremendo.
—¿Cuál es la etapa más dura y demandante para la mujer?
—La maternidad, sin duda. No se puede comparar con ninguna otra. En la maternidad tienes a un ser dependiente completamente de ti durante mucho tiempo, los dos primeros años es una simbiosis total, tú dejas de ser tú y tu cuerpo ha de ser casi suyo, es una entrega muy grande. Y después ya viene la etapa de educar a ese ser para estar en familia y en sociedad, y eso requiere de un gasto energético muy grande. Prefiero la menopausia.
—Aunque la pintan un poco negra...
—Con la menopausia está pasando que le están dando, sin quitarle ninguna importancia ni que a cada una los síntomas de cualquier cosa le pueden afectar más que a otras personas, pero aun así, lo están vendiendo un poco como una hecatombe. Además es que ahora, si haces reajustes en el estilo de vida con alimentación, ejercicio y gestión del estrés, ya tienes mucho ganado. Y si tienes una sintomatología muy heavy, que hay mujeres que la tienen, puedes tomar terapia hormonal de reemplazo, que ahora ya hay millones de investigaciones que la defienden y que para dosis muy concretas y muy personalizadas está muy bien. Entonces, es como que tampoco hay que echarse las manos a la cabeza, no es para tanto. Con reajuste de estilo de vida es viable que mejores, y si no, tienes una parte química que te puede resolver. ¿Para qué tanto drama?