A la familia real le gusta comer en restaurantes como D'Berto en O Grove o Loxe Mareiro en Carril
16 nov 2025 . Actualizado a las 05:00 h.Hace diez días, el rey emérito viajó a las Rías Baixas y comió en el restaurante D’Berto (recomendado por Michelin y dos soles Repsol), situado a la entrada de O Grove. No sabemos a ciencia cierta qué tomó don Juan Carlos, pero sí conocemos las especialidades de D’Berto. A saber: el bogavante de 700-800 gramos frito en sartén con un sutil toque de ajo en polvo, el camarón y la volandeira de O Grove, la coquina de Cedeira, la almeja fina de A Illa y diversos pescados. D’Berto está tan especializado en la cocina del mar que en su carta solo aparece un plato de carne: solomillo de vaca prémium. Y de postre, el queso gallego de Josefa y las filloas. En resumen: gastronomía de la ría de Arousa, una debilidad de los Borbones.
Hace siglos, las ostras de Cambados viajaban a Madrid refrigeradas mediante ingeniosos procesos para que disfrutaran de ellas en palacio. Y más recientemente, en la mesa real se servían vinos como el albariño Pazo Quinteiro da Cruz, criado en Lois-Ribadumia por Pedro Piñeiro, o las conservas que elaboraba Jesús Lorenzo en su pequeña fábrica de Carril.
En Establecimientos El Hogar, la tienda de antigüedades vilagarciana de la familia Porto, se exponían en un pequeño e informal museo bandejas de tartas con la firma de antiguos pasteleros vilagarcianos como los Pumariño y los Moquecho. Bandejas con más de un siglo de antigüedad y una leyenda impresa: «Proveedores de la Real Casa», lo que significa que las familias de Alfonso XII y Alfonso XIII ya endulzaban sus desayunos, postres y meriendas con los pasteles y tartas horneados en Vilagarcía.
La relación de los Borbones con Arousa se intensificó a principios del siglo XX a raíz de la donación a la Casa Real de la isla de Cortegada. Los reyes no edificaron nunca un palacio en la isla, pero empezaron a visitar esporádicamente Vilagarcía. De entonces data la concesión del título de real al Club de Regatas, donde se detenía el rey Alfonso XIII, presidente de honor de la institución. No se conoce nada de las comidas con que era agasajado, solo sabemos que se tomó un whisky con el señor Frutos Cerecedo, a la sazón secretario del club. Cuentan que el rey, al que también se calificaba como campechano, cogió del brazo a Frutos y le dijo: «Venga presidente, vayamos juntos a tomar un whisky». Cerecedo replicó modesto que él solo era el secretario y el rey le respondió: «Ah, entonces es usted el que más manda. Vamos a por ese whisky».
Los tatuajes reales
La última vez que entré en el Real Club de Regatas, fue acompañando a Elías Lamelas, compañero de instituto, profesor grovense, abogado compostelano y cónsul de Filipinas en Galicia. Tomamos un café muy british en pottery de Worcester Bosch y nos fijamos en las fotos de las repisas: una con la rúbrica de Franco del año 1949, dos con las firmas de Camilo José Cela y Juan de Borbón, que también visitaba Vilagarcía con su yate Giralda, anclando en el puerto deportivo y asombrando a los vilagarcianos que echaban una mano en la maniobra al descubrir su torso desnudo lleno de tatuajes, y una curiosa fotografía de Juan Carlos mozo, recién llegado a España desde su exilio en Estoril, con una dedicatoria de su puño y letra y una firma curiosa: Juanito.
Javier López, exconsejero de la Junta de Extremadura, me contó en Valencia de Alcántara, su pueblo, que fue en la estación de ferrocarril de esta villa fronteriza cacereña donde el emérito, por entonces Juanito, pisó tierra española por primera vez. Lo contaba el factor de circulación de la estación valenciana: «El Lusitania Exprés se detuvo, don Juan Carlos bajó a estirar las piernas y de esta manera pisó por primera vez suelo español».
Cuando Juan Carlos y su hijo Felipe se formaban en la Escuela Naval de Marín, solían visitar Vilagarcía. La familia Borbón no ha perdido esa costumbre: a finales de septiembre del 2024, los reyes y la princesa Leonor, que acababa de ingresar en Marín, se acercaron a Vilagarcía para probar la gastronomía arousana en el restaurante Loxe Mareiro de Carril, cuyo menú cerrado esos días incluía pez san martiño con almejas carrilexas, salpicón de pulpo, mejillones con chorizo y dorada salvaje.
Un guardaespaldas con táper
La visita más significativa de Juan Carlos a Vilagarcía fue en momentos difíciles, justo cuando el narcotráfico estaba en auge. Aquella estancia del rey durante unas horas en la ciudad fue muy simbólica. Hubo otra visita en septiembre del 2000 a Sanxenxo y a la isla de Ons, donde comió en Casa Checho. José Vidal Patiño Checho y su familia eran los únicos habitantes de Ons durante todo el año y regentaban un hotelito precioso situado a la izquierda del camino que subía desde el muelle.
Después, pasó lo que pasó, Juan Carlos abdicó y se fue a vivir a Abu Dabi. Visita España muy esporádicamente, pero siempre cae en la tentación de la gastronomía arousana. Debe de gustarle porque, según contaba Leticia Castro, corresponsal de La Voz en O Grove, la comida en D’Berto duró hasta cerca de las seis de la tarde y un guardaespaldas del rey emérito salió con un táper en la mano. En la ría de Arousa, están ricas hasta las sobras.